Movistar Plus+ estrena este jueves 20 de noviembre una serie que llega con su contexto. Porque este 20N en el que se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, la plataforma lanza Anatomía de un instante, la ficción que adapta el libro superventas de Javier Cercas sobre el golpe de Estado fallido del 23F de 1981.
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Decimos que “llega con su contexto” porque, además de referirse a un día clave en la historia de España que ya de por sí es conocido, en las últimas horas, días y semanas las cadenas de televisión y todos los medios de comunicación han recordado “de rebote” qué pasó esa jornada. Y lo cierto es que podría haber llegado en un momento aún más llamativo, teniendo en cuenta que a finales de octubre algunos medios dieron por muerto al golpista Antonio Tejero, aunque sólo fue hospitalizado.
Pero remitiéndonos a los hechos, el 23F fue una jornada que tuvo muchos nombres propios, y cuatro de ellos con mayúsculas: Antonio Tejero, y los tres únicos hombres que se mantuvieron en sus asientos mientras el resto se agachaba para ponerse a salvo: Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Gutiérrez Mellado. En ellos cuatro principalmente se centra la serie, sin olvidar al rey Juan Carlos I, a Alfonso Armada, a Jaime Milans del Bosch, y a otros tantos personajes de nuestra historia que, como no podía ser de otro modo, aparecen para representarla. Hasta hay un guiño al autor y periodista Javier Cercas, sutil y emotivo, que nos permite comprender cuál es la “voz en off” que interviene para narrar (y a veces opinar u orientar) sobre la trama.
La sinopsis de la serie se resume de una forma tan simple como “partiendo del golpe de Estado del 23F, Anatomía de un instante disecciona uno de los momentos cruciales de la historia reciente española: la transición democrática”. Una sola frase que contiene el enorme reto de adaptar a la ficción audiovisual un libro que en realidad es un ensayo, una crónica periodística en forma de novela sobre cómo se llegó a ese ‘instante’ en el que Tejero irrumpió con una pistola en la mano mientras gritaba “¡Quieto todo el mundo!”, y tres hombres desde sus escaños se miraban sabiendo lo que significaba tras el fin de la dictadura y la presión militar para reinstaurar su poder por encima de los políticos y la decisión civil a través de la democracia.
Un reto que aceptaron Rafael Cobos, Fran Araújo y Alberto Rodríguez como guionistas, y que el mismo Alberto Rodríguez duplica también como director. Y del que salen más que airosos para poner un broche de oro a la etapa de Domingo Corral en la plataforma, puesto que Anatomía de un instante puede considerarse la última gran serie aprobada e impulsada por el exdirector de Ficción de Movistar Plus+, que de hecho aparece en sus créditos como productor ejecutivo junto a José Manuel Lorenzo (con su productora a cargo del proyecto, DLO Producciones), Manuela Ocón Aburto y el también guionista Fran Araújo.
Una estructura sencilla que desencadena su éxito
En la serie de Anatomía de un instante, la base no es tanto la historia como el propio libro de Javier Cercas. Claro que habla de lo que pasó el 23F y tanto se ha recordado y vuelto a ver, pero se plasma según la profunda investigación que el periodista y autor realizó para su obra. De hecho, uno de sus grandes aciertos es la estructura, y también sigue la del libro. Este mismo mes hemos analizado cómo adaptar un libro no siempre es fácil, y dependiendo de su universo puede generar que el espectador se “pierda”.
En el caso de Anatomía de un instante, la estructura es sencilla, clara, y permite conocer a todos sus protagonistas sin perderse pese a los saltos temporales y gracias a centrarse en sus figuras:
- El capítulo 1 está dedicado a Adolfo Suárez, que encarna un Álvaro Morte metamorfoseado con el expresidente del Gobierno, en un papel que augura premios o al menos nominaciones. La narración repasa toda la trayectoria política de Suárez, contando cómo un “vendedor de neveras” ascendió en el franquismo a base de contentar a superiores y responsables del ‘movimiento’, saber aprovechar su posición (como en TVE) para entablar relaciones con las más altas élites (se muestra su relación de confianza con el rey Juan Carlos), hasta recibir el encargo para el que en realidad siempre había soñado: ser presidente del Gobierno. Incluso hay un guiño a sus últimos días, años después, cuando la enfermedad le hizo olvidar el “animal político” que había sido y su encuentro con el monarca deparó la famosa foto de ambos de espaldas caminando juntos.

- El capítulo 2 se centra en Santiago Carrillo, el segundo de los luego llamados “traidores”. Si en el caso de Suárez fue por maquinar para conseguir instaurar la democracia y legalizar el Partido Comunista, en el del líder de dicho partido fue por aceptar la bandera rojigualda y por hacer concesiones para poder volver a España y concurrir a las elecciones. Lo encarna Eduard Fernández, también de una forma destacada. E igualmente, el relato consigue repasar toda su trayectoria sin liar al espectador: desde la Guerra Civil, sin obviar hablar de las matanzas que a finales de 1936 se cometieron contra opositores de la República en Paracuellos del Jarama y de las que la derecha y ultraderecha siguen culpando a Carrillo; pasando por su vida en el exilio durante el franquismo, hasta su vuelta a España “a las bravas” tras morir el dictador para así poder negociar directamente con Adolfo Suárez… y su decepción electoral.
- El capítulo 3 es para Gutiérrez Mellado, el único militar en el que Suárez confió y acabó siendo su vicepresidente, pese a ser considerado un traidor por los suyos al tener claro que debían ser los militares los que se convencieran que debían supeditarse al poder civil, y no volver a asaltar el poder para hacerse con él, como finalmente ocurrió el 23F. Manolo Solo cambia por completo para interpretar un papel en el que resalta cómo es representado desde la fragilidad, la familiaridad, y la absoluta lealtad a Suárez. Y, de alguna forma, acaba siendo el gran homenajeado por una ovación tras no triunfar el golpe de estado.

- El capítulo 4 es para los golpistas y su juicio. Principalmente es de Antonio Tejero (encarnado por un David Lorente que sigue probablemente en el mejor momento de su carrera en series tras enlazar No me gusta conducir, El Centro y Yakarta), en menor medida de Alfonso Armada (Juanma Navas) y en aún menor medida de Jaime Milans del Bosch (Óscar de la Fuente). Aparecen en distintas medidas porque en realidad en ese capítulo sirven para representar a todos los golpistas, cómo se organizaron, quiénes se reunieron, y cómo acabaron. La representación del juicio por realizar el golpe de estado vertebra su final y el de la serie, y permite reflexionar sobre la importancia de que sobre todo los militares no se radicalicen y exijan tener el poder.
Y ya está. Cuatro capítulos de unos 50 minutos con una estructura sencilla y clara que permiten explicar su historia, y la historia de España. Una forma fidedigna de adaptar la obra literaria que audiovisualmente funciona a la perfección partiendo de esos tres grandes protagonistas, entremezclándolos en cada capítulo y también acogiendo a figuras que sobrevuelan toda la historia como el rey Juan Carlos, interpretado (quizás como mejor se ha hecho en nuestra ficción) por Miki Esparbé.
Todo atado y bien atado para hacer brillar las interpretaciones
El resultado es disfrutar de una serie en la que a buen seguro se van a destacar las interpretaciones y la caracterización. El elenco estaba escogido entre lo mejor, y sin duda está a la altura de las expectativas. Es fácil “ver” a Suárez, a Carrillo, a Gutiérrez Mellado, a Tejero y a todos los demás; un logro especialmente destacable porque no se ha buscado imitarlos, sino representarlos. Y en ello influye la localización y fotografía (pudieron rodar en el Congreso real, adaptándolo a cómo era en 1981), la caracterización de cada personaje, y por supuesto el trabajo interpretativo. Actores, en masculino, que permiten hacerse una idea del machismo de la sociedad entonces y cómo la mujer estaba relegada a un plano completamente secundario. La serie incluye personajes para representar ese aislamiento femenino.

Es de justicia valorar todos esos apartados, como también el guion y la dirección para realizar y plasmar relatos precisos de los personajes, prácticamente expositivos para que sean ellos mismos, con sus acciones y actitudes, los que se den a conocer, y no predisponer al público. Algo que permite no tener reparos al mostrar las aspiraciones de poder de Suárez, la fijación de Carrillo que le supuso ser arrasado por un huracán llamado Felipe González, la parte más frágil y familiar de Gutiérrez Mellado, o el gracejo en privado de un personaje tan radical y siniestro como Tejero.
Todo en la serie confluye para que al final, como casi siempre, lo que más brille sea una labor interpretativa que se merece todos los reconocimientos. Sea por cómo Álvaro Morte encuentra el tono en la voz y la forma de desenvolverse de Suárez, por cómo Miki Esparbé “es” la voz del rey llegando a impresionar con su primera aparición, o por cómo Manolo Solo representa la presunta fragilidad de Gutiérrez Mellado. No era fácil, y menos en un momento de polarización tan acusado como este, aceptar el reto de adaptar Anatomía de un instante y acabar logrando una serie que resulta incluso didáctica. Así que reto superado.
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