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El día 20 de noviembre del año 2000, después de una temporada escandalosa, Marat Safin se despertó con una sensación indescifrable. Con tan solo 20 años, el ruso se había convertido en el Nº1 más joven de la historia del tenis.
¿Que cómo lo hizo? Rápido, desde luego. Profesional desde 1997, al ruso apenas le hizo falta una temporada para colarse en el top50, dos para meterse en el top25 y tres para gobernarlos a todos. Una irrupción donde potencial y talento se daban la mano, abriendo un horizonte donde un tenis basado en la potencia se empezaba a abrir camino ante otros estilos más vulnerables. Marat Safin era una máquina de ejecución: saque, revés, derecha y un carisma que arrollaba. Eso sí, ni él mismo hubiera pensado que aquel año 2000 iba a traerle tantísimas alegrías.
“La temporada 2000 tuvo un comienzo bastante difícil para mí, empecé en el puesto #24 del mundo, pero luego caí hasta el puesto #48”, recuerda el de Moscú en un reportaje con ATP. “En ese momento necesitaba algunos cambios y mis representantes me recomendaron cambiar de entrenador. Para mí fue muy difícil, venía trabajando con Rafa Mensua durante mucho tiempo y para mí era como un padre o un hermano mayor. Decidí empezar a trabajar con Andrei Chesnokov y algo hizo click. Comencé a entender la filosofía de escuchar a otra persona y todo funcionó bastante bien”, asegura con cientos de fotografías en la mente.

Así fue como sus vitrinas, que apenas contaban con un título en Boston la temporada pasada, empezaron a llenarse de forma bestial. “Fue el año donde me convertí en el Nº1 del mundo, donde gané el US Open, donde levanté mi primer título en Barcelona […] Por mi origen y procedencia, convertirme en tenista profesional ya era bastante bueno, incluso estar entre los cien mejores ya era todo un éxito. Luego estar entre los diez mejores fue un logro increíble, pero ser el Nº1 del mundo fue un acontecimiento muy impactante”, confiesa Marat.
“En ese momento yo era uno de los más jóvenes del circuito. Mientras crecía iba observando a los chicos en televisión, recuerdo ser recogepelotas de Krajicek y muchos otros profesionales con los que pude jugar después. De repente, tu posición cambia y pasas a mirarlos desde abajo a mirarlos desde arriba. Te das cuenta que estás al mismo nivel que ellos, es entonces cuando todo el mundo quiere ganarte. Todo el mundo quería patearme el trasero, todos decían: ‘¿Quién es este joven que se ha convertido en Nº1 del mundo? Tenemos que acabar con él’, apunta el campeón.
El calendario fue demasiado apasionante como para resumirlo en un párrafo, pero lo podemos intentar. Safin pisaría nueve finales aquella temporada, cosechando un total de siete títulos: Barcelona, Mallorca, Toronto, US Open, Tashkent, San Petersburgo y París. Me detengo especialmente en este último, el Masters de París, donde aseguró el sueño de todo niño que empieza este viaje. Tras dejar por el camino a Àlex Corretja y Juan Carlos Ferrero, la final le emparejó con Mark Philippoussis, situándole a una victoria de convertirse en el Nº1 más joven de la historia. La tuvo que pelear (3-6, 7-6, 6-4, 3-6, 7-6), pero el objetivo estaba cumplido. Al lunes siguiente y, tras solamente tres años en el circuito, Marat ya era el mejor tenista del mundo.

“No estaba preparado para ser Nº1, en absoluto, para mí fue una sorpresa porque nunca pensé en ello”, sostiene el ruso, quien jugó un total de ¡¡cien partidos!! aquella temporada, disputando 30 torneos diferentes. El récord histórico lo tiene Yevgeny Kafelnikov, que disputó 101 aquel mismo año. “Fue muy duro, demasiada atención, demasiado de todo, no supe cómo manejar todo aquello porque nunca había experimentado nada igual… y tampoco tenía nadie al lado que me lo pudiera explicar. Honestamente, no podía soportarlo”, reconoce con cierta amargura el hombre que pronto soplará las 46 velas.
Marat Safin y la cara oculta del éxito
Después de conquistar el Masters de París, el moscovita afrontó el último evento del año con la obligación de defender su nueva condición. Tocaba debutar en su primera Masters Cup, donde necesitaba llegar más lejos que Gustavo Kuerten para cerrar el ejercicio en lo más alto. Lamentablemente para él, Andre Agassi lo eliminaría en semifinales, mientras que el brasileño conquistaría el trofeo y, por lo tanto, acababa la temporada en la cima por una diferencia de tan solo 75 puntos. Dolió, claro que dolió, aunque el hecho de convertirse en el Nº1 más joven de siempre –récord hoy en manos de Carlos Alcaraz– ya no se lo iba a quitar nadie.
“La gente, desde fuera, solamente ve la pasarela, lo bonito. Se fijan en la pista de tenis, en la televisión, todo eso es increíble. Sin embargo, durante el 90% del tiempo no es lo que uno ve por televisión, también están los entrenamientos, la relación con tu entrenador o el tiempo con tu novia. Luego empiezas a ganar muchísimo dinero, tienes un agente que gestiona tus finanzas, es difícil convertirte en millonario con 20 años, no sabes hacia dónde apuntar”, desvela el ruso con esa franqueza que siempre tuvo.

Y hace bien Marat en enseñar también esta cara del éxito, para que la gente entiende que hasta el mejor del mundo puede sentirse perseguido por las obligaciones y el agobio de un circuito que nunca se detiene. “Tu foco está siempre fuera, son 42 semanas al año, de las cuales 35 estás viajando. Estás todo el tiempo en movimiento, no tienes casa. La gente ve la parte bonita, pero el deporte tienes muchas más caras, por eso no todo el mundo es capaz de llegar a la cima. Simplemente, no pueden manejar todo lo que se esconde debajo del iceberg, es demasiado. Luego aprendes de ello, aunque un poco más tarde. A mí me llevó unos años entender todo el proceso de mi carrera, fue todo demasiado rápido, necesitaba entender quién era. Con 20 años no tienes vida, estás en la gira y solo sabes de tenis, no te enteras de nada”, sentencia.
Marat Safin volvería a tocar el Nº1 del mundo en enero de 2001 y en abril de ese mismo año. En total fueron semanas liderando la clasificación, mucho menos de lo que apuntaba en un principio. En la vitrina coleccionó 15 títulos individuales, dos de Grand Slam, muchos menos de los que prometía. Todo el mundo que le vio jugar pensará que sus números no hacen justicia con su talento, menos mal que en su cabeza hoy está todo en orden, sin necesidad de recriminarse nada. “Estoy orgulloso de todo lo que hice. ¿Podría haberlo hecho mejor? Seguro que sí, debería haber ganado más Grand Slams, pero también podría haber disfrutado más. Eso fue todo, al final todo este camino me abrió muchas puertas después, acabé aprendiendo más de los errores que de las victorias. Fue un viaje hermoso que, sin duda, mereció la pena”.