«La escultura ya estaba dentro de la piedra. Yo únicamente he eliminado el mármol que sobraba», son las palabras que se atribuyen a Miguel … Ángel Buonarrotti ante el asombro por la perfección formal que suscitó La Piedad. Es lo que ha hecho el escultor riosecano Ángel Martín con un gran bloque de nogal español del que ha extraído una réplica del Niño de la espina, la escultura en bronce de época helenística, también denominado Spinario o Il Fedele, datada alrededor del siglo I a. C., que guardan los Museos Capitolinos de Roma, con posteriores copias en mármol y bronce, ubicadas en museos como el Louvre, la Galería Uffizi, el Museo del Prado y el Museo Pushkin.
La escultura representa a un joven desnudo, sentado sobre una roca, mientras se inclina hacia adelante para extraer una espina de la planta de su pie izquierdo. La figura es de bulto redondo, permitiendo su contemplación desde múltiples ángulos. Con unas medidas muy parecidas al original, de 52 centímetros de alto, 35 de ancho y 40 de fondo, la talla del escultor riosecano ha sido realizada de agosto de 2024 a julio de 2025, «utilizando la técnica de Vitruvio y la proporción áurea (también conocida como el número de Dios, con un valor de 1,618) para sacar del original las medidas y proporciones y «no cometer errores». Respecto a la forma de tallar, el escultor reconoce que «ha sido todo un reto realizar esta escultura en un material tan duro y estar luchando con la formación de la veta». Además, «aunque la técnica es la misma, no puedes olvidar que hay distintos puntos de vista y no puedes perder las proporciones del conjunto». El acabado de la obra es la veta del nogal con una capa protectora.
La primera vez
La talla de esta escultura se ha llevado a cabo a la vez que otros trabajos de Ángel Martín, lo que a la postre ha sido beneficioso ya que, «al parar y volver a retomar la escultura, la ves con diferentes ojos, porque de haberla hecho de una vez habría cometido errores». Esta es la primera vez que el artista de la Villa del Almirante hace una réplica de una escultura clásica griega, «muy complicada porque hay que poner gran atención a la anatomía», en palabras del riosecano, quien asegura que «los griegos eran grandes maestros».
El bloque de nogal, para evitar dilataciones, se seccionó para sacar las piezas que iban a formar parte de la escultura: dos para el cuerpo, uno para la cabeza, dos para los brazos, dos para las piernas y uno para el muslo derecho en el que iban a ir el pie izquierdo y las dos manos, «siendo este último el más delicado y complicado de tallar al ser el tema central, porque es el lugar al que está mirando el niño cuando se saca la espina». La escultura del riosecano se diferencia del original por la piedra en la que el niño está sentado y en los ojos, ya que en la griega están vacíos y en la del riosecano están tallados. A Martín le gusta de esta escultura por «su semblante sereno y tranquilo». La leyenda, muy popular durante los siglos XVII, XVIII e incluso XIX, relata la historia de que esta obra de arte fue encargada por el Senado romano para homenajear a un pastor llamado Martius, quien llevó un mensaje con tal diligencia, que sólo se detuvo a sacarse una espina clavada en el pie cuando había terminado su misión.
Esta no es la primera vez que Ángel Martín realiza una réplica de una escultura, pues lo hizo con la Virgen de Riego, patrona de Villavellid, en un trabajo que llegó por petición de la cofradía titular al ser robada en 2007, y la Virgen de Carajas, patrona de Paredes de Nava. En su obra destacan la escultura en bronce homenaje al cofrade que preside el atrio del Museo de Semana Santa, las esculturas en madera del paso del Cristo de la Paz y la Misericordia de la Cofradías de Jesús Divino Obrero de León, un Cristo que preside la residencia de ancianos de Santo Toribio de Mayorga, las esculturas de homenaje al peregrino y a la vida rural, en Valverde de Campos, y la que lleva el título de Esperanza, en el parque Duque de Osuna de Rioseco, sin olvidar así distintos tronos y tableros que ha realizado para cofradías de las Semanas Santas de Valladolid, Medina de Rioseco y Segovia.
Tras la finalización de tan bella escultura, es posible que Ángel Martín, como hizo en su momento Miguel Ángel Buonarrotti ante su Moisés, al observar su obra más realista, le golpease a su Niño de la espina en una de sus rodillas para preguntarle ¿por qué no me hablas?