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Este 20 de noviembre, cuando se cumplen 50 años de la muerte de Franco, es la ocasión perfecta para revisitar una de las comedias más mordaces del director valenciano Luis García Berlanga. Tan corrosiva como divertida, La escopeta Nacional desmonta el poder franquista, que se muestra como un espejo incómodo, pero delirante, durante una cacería de perdices donde ministros, aristócratas, curas y empresarios exhiben sus miserias. Estrenada en cines el 14 de septiembre de 1978, sigue siendo uno de los grandes títulos de filmografía española, una sátira feroz que desmonta sin piedad los rituales de poder y que ilumina aquel periodo con más claridad que muchos manuales de Historia.
Más de dos millones de espectadores pasaron por taquilla para ver esta película que retrata aquel país de chanchullos, caciques y especulación, que muchos espectadores siguen reconociendo décadas después. Berlanga, autor de clásicos como ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, Plácido o El verdugo, plasmó aquí uno de sus retratos más feroces del franquismo y de una aristocracia ya en decadencia.
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J. Madrid
La película, premiada por el Círculo de Escritores Cinematográficos, nos sitúa en el invierno de 1972, durante los últimos coletazos de la dictadura, cuando buena parte de las decisiones políticas y económicas no se tomaban en despachos oficiales, sino en fincas de caza. El guion, firmado junto a Rafael Azcona, inauguró la llamada Trilogía Nacional, completada después por Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982), que siguen la pista a los marqueses de Leguineche en plena Transición y con la llegada del PSOE al poder.
La cacería más famosa del cine español
El protagonista es Jaume Canivell, un industrial catalán de porteros automáticos interpretado por José Sazatornil “Saza”, que viaja a la finca ‘Los Tejadillos’ acompañado por su secretaria y amante, a la que hace pasar por esposa para no incomodar a los anfitriones. La cacería está organizada en la propiedad del marqués de Leguineche, un noble venido a menos, pero todavía rodeado de símbolos de poder y de una corte de invitados influyentes del franquismo.
El objetivo real de Canivell no es abatir perdices, sino lograr que el ministro de Industria le abra las puertas del negocio: aspira a que una ley obligue a instalar sus porteros automáticos en los nuevos edificios, un sueño de ascenso económico en un país donde las relaciones personales valen más que cualquier proyecto. Entre copas, disparos y conversaciones en catalán subtituladas (algo poco habitual en el cine español de la época) se hacen y deshacen alianzas mientras cada personaje “vende su libro”, movido solo por su propio interés.
El desfile de personajes es un auténtico catálogo de la España franquista: el marqués Don José, interpretado por Luis Escobar, maniático y tacaño hasta contar los huevos de sus gallinas, guarda como trofeos una colección de pelos púbicos de antiguas conquistas; su hijo Luis José (José Luis López Vázquez), onanista compulsivo, protagoniza el secuestro de Vera del Bosque, actriz encarnada por Bárbara Rey, amante del ministro y dispuesta a todo por un papel protagonista. Completan el cuadro el hosco Padre Calvo (Agustín González), sacerdote franquista capaz de pelearse por una perdiz, y la temperamental Chus “La Rota” (Amparo Soler Leal), esposa del heredero, que luce un parche en el ojo tras un accidente de caza. Todo ello culmina en un cierre demoledor que recuerda que mientras existan ministros y administrados, la felicidad nunca está garantizada.
De la anécdota de Fraga al Palacio de El Rincón
La idea de situar la acción en una cacería nace de una anécdota real ligada a Manuel Fraga Iribarne, entonces ministro de Información y Turismo. En una montería en la finca ‘La Encomienda’, con Franco presente, Fraga disparó por error y terminó dándole un perdigonazo en el trasero a Carmen Franco, la hija del dictador. Años después, el propio político contaría el episodio en sus memorias, y Berlanga y Azcona lo transformaron en punto de partida perfecto para ridiculizar esos cónclaves de élites en el monte.
141. “La escopeta nacional”, 1978 (Luis García Berlanga ??). Nota: 7/10. pic.twitter.com/usXXROZMO9
— Jose JM (@JoseJMena) November 12, 2022
Para dar credibilidad a ese universo, el equipo se instaló en el Palacio de El Rincón, propiedad del fallecido marqués de Griñón, en el término de Navalcarnero, a unos 27 kilómetros de Madrid, que se convirtió en la finca de los Leguineche. Allí se recreó esa aristocracia que vive de las apariencias, de las viejas glorias, de la caza y de los contactos que todavía conserva. La película contó con un reparto coral de lujo, donde, además de los actores ya mencionados, trabajaron Mónica Randall, Antonio Ferrandis, Luis Ciges o Chus Lampreave, intérpretes que marcaron el cine español de la época.
El rodaje dejó además anécdotas muy jugosas. Mónica Randall ha contado que todas las escopetas utilizadas procedían del propio arsenal del dictador: las alquilaba su nieto Francis Franco, que las llevaba cada mañana al rodaje. A eso se suma el esfuerzo técnico por rodar complejos planos secuencia de varios minutos, con los personajes entrando y saliendo sin parar del encuadre, algo que exigió muchos ensayos, pero que hoy se reconoce como una de las señas de identidad de la puesta en escena de Berlanga.
Una sátira vigente que puedes ver en ‘streaming’
La escopeta nacional se rodó en 1978, en un momento clave de la Transición, cuando el cine español empezaba a sacudirse la censura y podía hablar de política, religión o sexo sin rodeos ni metáforas. Berlanga aprovechó esa libertad recién conquistada para afilar su mirada: muestra a la alta burguesía, al clero y a los políticos del franquismo como una fauna mezquina, egoísta y ridícula, preocupada por sus negocios, sus privilegios y sus instintos más básicos. La crítica social es directa, pero el humor, por muy corrosivo que sea, evita la solemnidad y convierte cada escena en un gag memorable.
Volver a ver ‘La escopeta nacional’ es un viaje a la memoria del cine español y a la forma de entender por qué el adjetivo “berlanguiano” sigue describiendo tan bien la España de ayer y de hoy
El éxito fue inmediato: más de dos millones de espectadores acudieron a los cines y la cinta se convirtió en una pieza clave de la historia del cine español, y se ha consolidado como una comedia imprescindible para entender cómo funcionaba el poder en la España tardofranquista. Se puede ver en Prime Video y FlixOlé, por lo que las nuevas generaciones pueden descubrir este retrato despiadado y atemporal en el que se habla de tráfico de influencias, chanchullos urbanísticos o tensiones territoriales