En plena temporada se antoja utópico sentarte a escuchar de forma sosegada a un ciclista profesional, mucho menos hacerlo en persona, así que son los … meses de noviembre y diciembre los más propicios para preguntar del tirón y conocer más a fondo a la persona, más allá del deportista. En el caso de Iván Romeo, duerme poco más de cien días al año en Valladolid -«pasamos fuera 250 días al año, seguro, no deshacemos nunca la maleta»-, con lo cual las ocasiones se reducen a la mínima expresión. Hay que afinar fechas, y después de cancelar la primera por un compromiso publicitario con su equipo, el corredor más emergente de cuantos componen el pelotón español ha tomado parte, en amena charla con Javier Ares moderada por José Miguel Ortega, en una edición más de los Desayunos de la Asociación de la Prensa Deportiva (APDV).

Romeo (Valladolid, 2003) prácticamente inicia ahora pretemporada, con dos meses y medio por delante antes de debutar en Vuelta a Mallorca (29 de enero a 2 de febrero) y atacar un calendario que ya no le tendrá etiquetado entre los novatos del pelotón. Con una etapa en Comunidad Valenciana y otra en la Dauphiné a la espalda, el campeón del mundo contrarreloj sub-23 y actual campeón de España ya se ha ganado un nombre dos-tres peldaños por debajo de los grandes del momento.

«Estamos ante el nacimiento de una figura, con las connotaciones obligadas que implica y que luego pasan factura por tener que ser protagonista», avanza Ares antes de preguntarse si ser figura implica ser campeón del Tour de Francia. «Antes ser cuarto o quinto era una heroicidad, y ahora lo hace Enric Mas y parece que es un ‘matao’. Iván ahora es una de las grandes figura del ciclismo internacional, y sobre todo uno de los corredores que hace mucha falta en España porque es muy versátil», asegura a modo introductorio en su conversación con Romeo.

Un ciclista que dio sus primeros pasos debajo de una canasta, en el colegio Ponce, y que el salto al triatlón le abrió los ojos de lo que podría legar a ser algún día. «Mi familia siempre han sido apasionados del deporte, y con el triatlón nos empezaron a ir bien las cosas. Acabamos aquí no sé bien por qué, pero siempre digo que si eres ser ciclista en Valladolid, seguro que eres bueno por el frío que hace ahora en el invierno», apunta entre risas, señalando a su hermano como uno de los puntales de su trayectoria, y también de su carrera vital. «Tenerle en mi vida siempre ha sido muy importante, es mi hermano y mi mejor amigo. Siempre me ha mojado la oreja y ahora es al revés, pero no dudo que volverá a mojármela algún día».

José Miguel Ortega, Javier Ares y Romeo, durante la charla.

José Miguel Ortega, Javier Ares y Romeo, durante la charla.

Mariano G. de Egea

Su irrupción en el Tour de Francia, sin pasar previamente por el tamiz de una Vuelta a España o un Giro de Italia, sorprendió en el mundo del ciclismo por su capacidad de liderazgo más allá incluso de lo que se coció en carretera. Con solo 22 años, si algo caracteriza a Romeo es su madurez, también a la hora de desenvolverse con la popularidad. «No es algo que me afecte para nada. Me gusta, no tengo problema con las masas. Lo llevo bien. Tampoco lo pienso mucho. Sé que soy buen ciclista, pero los hay mejores y tienen menos repercusión. Ahora van las cosas bien, pero sé que cuando venga torcidas llegarán las críticas», admite con naturalidad antes de hablar de su llegada al pelotón profesional. «No lo elijo yo, me hubiera gustado hacer la crono de la Vuelta aquí en Valladolid, pero para el patrocinador estar en el Tour representa casi el 50% del calendario, así que tocaba ir allí», explica, recordando con resignación la caída que le privó de apuntarse un triunfo de etapa en la ronda francesa.

«Una pena porque ese día estaba perfecto y me salía todo bien. Igual fue un golpe de realidad», comenta sobre la caída que sufrió en la vigésima etapa del Tour a 20 kilómetros de Pontarlier. «De no haberme caído estoy convencido de que hubiera ganado la etapa porque lo tenía todo bajo control. Al final es un aprendizaje más, y te dice que somos un monigote en la bici, y si cometes un fallo te vas al suelo. Es duro, pero es el deporte que hemos elegido», afirma, reconociendo que el ciclismo del siglo XXI se distancia del que vivimos en el XX por las medias que se registran en carrera. «Ahora se va mucho más rápido por los materiales, las bicis,… se parece más a la Fórmula Uno, todo es mucho más milimetrado y eso hace que se vaya más rápido en llano».

En su calendario 2026 volverá a entrar la Grande Boucle, en esta ocasión con dos subidas a Alpe D’Huez -«que nadie se asuste porque esos días llegaré a meta a media hora, tendré poco trabajo esos días»-, y también algunas novedades que él mismo se encarga de anunciar, caso de la París-Niza y la Milán-San Remo en el mes de marzo. «Me gusta mucho marcar objetivos, no soy corredor de 80%, o estoy muy bien o estoy mal», asegura al respecto Iván, que no podrá estar en la Clásica de Castilla y León (26 de julio) por coincidencia en fechas. «Es especial, y haría por estar si no fuera en las mismas fechas. Soy un empleado, no puedo hacer nada», lamenta el corredor vallisoletano, que no se quiere encasillar en una determinada especialidad pese a su buen rendimiento contra el reloj. «No me gusta encasillarme en un rol porque he demostrado que puedo hacer buenas generales en vueltas de una semana y de máximo nivel. ¿Ganar una crono de un Mundial? Seguro que es uno de los objetivos, pero también tengo claro que si sigo progresando no me voy a poner límites porque la carretera te los pone rápido», afirma.

Romeo, que ha repasado su trayectoria hasta llegar al Movistar Team, reconoce especial su triunfo en el último Campeonato de España en Granada, «cuando ganas por sorpresa está bien pero cuando lo haces siendo del favorito sabe más dulce. Era un objetivo que tenía desde principio de año y es el triunfo que más he disfrutado», admite.

El ciclista vallisoletano ataca cada pregunta como lo hace sobre la bicicleta en cada curva, y en este punto tampoco ha pasado de perfil cuando se le ha mencionado a corredores que están tres peldaños por encima del resto, caso de Evenepoel, Van del Poel o el propio Pogacar. «Gracias a ellos el ciclismo tiene más foco. Es como cuando hay un Messi, un Cristiano, o un Michael Jordan, son figuras que trascienden el deporte, y es mejor para el ciclismo y malo para los que quieran ganar el Tour en los próximos cuatro o cinco años», ha señalado antes de bromear, «si se cansan y se retiran pronto, mejor».

Romeo define a Pogacar como «un tío normal, un poco pesado porque no nos deja respirar, pero hace bien, yo haría lo mismo si estuviera en su lugar. Es un privilegio poder correr con él, pero a la vez un martirio», sostiene, eligiendo Flandes como su ‘monumento’ favorito y admitiendo que nunca ha tenido un ciclista de referencia. «Si hubiera nacido antes, seguro que hubieran sido Abraham Olano o Miguel Indurain, pero no los tengo. No destacaría uno».

Y con la misma naturalidad con la que se desenvuelve, dentro y fuera de la carretera, Iván Romeo se ha subido a la bicicleta al término de su charla con Javier Ares para cumplir con sus tres horas de entrenamiento programado. «Se lo decía a mi padre hace poco, ‘tenemos suerte porque si estuviera estudiando en la Universidad, en los ratos libres me iría a andar en bici con amigos. Y es lo que hago todos los días ahora», espeta.