La pasada semana, tras el golpe sufrido por la furtiva aparición de Leo Messi en el Camp Nou y el temor de no incordiarle ante las próximas elecciones, Joan Laporta improvisó el anuncio de erigirle una estatua en el Camp Nou, para edulcorar el patadón que le propinó el 5 de agosto de 2021. Una idea excelente, la de la estatua, claro, que compartimos, pero que, una vez lanzada, hay que madurarla y perfeccionarla. Materia no falta.

Messi fue el portaestandarte de una época inolvidable. Es el mejor de la historia tanto objetivamente (títulos y galardones individuales) como subjetivamente (aportación al espectáculo). Pero representa también La Masia, la idea que el presidente Núñez forjó en 1979, donde también se formaron sus escuderos: Xavi e Iniesta. Entre los tres crearon la inimitable D. O. ‘Tiki Taka’.

Como jugadores, Messi aportó 778 partidos y 35 títulos; Xavi, 767 y 27 e Iniesta, 674 y 32. Entre los tres suman 19 podios en el Balón de Oro y ellos coparon, en 2010, el único podio de un mismo club, un hecho inédito que certificó La Masia como la mejor institución del mundo en la formación de futbolistas.

Con las estatuas ya erigidas a la memoria de ídolos imperecederos como Kubala y Cruyff (éste de paisano, que no de jugador), la imagen de Xavi e Iniesta, con Messi en el centro portando el Balón de Oro, reflejaría la esencia de una época, de La Masia y del sentimiento de la masa social blaugrana. No dudo que Messi, persona generosa donde las haya, aceptaría el proyecto, tanto por la amistad que les une como por estricta justicia histórica. Y a mayor gloria del club que los parió.