«Toda la gente que quiero está perdiendo la cabeza». Así arranca una de las canciones más emotivas de Todas las cosas buenas, el nuevo álbum de Rufus T. Firefly, un grupo español de música independiente que dejó hace tiempo de ser «emergente». La banda originaria del municipio madrileño de Aranjuez, conformada por el tándem creativo Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro, ha sabido aguantar gracias a su pasión por la música pese a los males de la industria musical hoy en día. Nutridos por la alegría de seguir tocando juntos, la cual impregna cada unos de sus discos, se han enfrentado al paso del tiempo y a los avatares de la vida adulta con gran solvencia.
Prueba de ello es Todas las cosas buenas, un álbum que reúne, sintetiza y prosigue su personalísimo rock de autor que combina sintetizadores psicodélicos con solos de guitarra de difícil ejecución, piezas inspiradas en el soul ochentero y letras conmovedoras. Como siempre, en este nuevo episodio les acompaña a la producción su inseparable Manuel Cabezalí (productor e integrante de proyectos de lo más diversos en la escena independiente), y su formación consolidada desde El largo mañana, (con Carlos Campos a la guitarra, Miguel de Lucas al bajo, Juan Feo a la percusión y Manola a los teclados).
A lo largo de sus ya casi 20 años de carrera, Rufus T. Firefly han disfrutado de momentos únicos que han servido de empujón para seguir componiendo, grabando y tocando. Víctor y Julia son más conscientes que nunca de que el éxito más grande no pasa por llenar un estadio o varias Rivieras, que también reside en dar conciertos en locales reducidos y ambientados para la ocasión en el más puro silencio. Que lo importante es juntarse para tocar, tan solo eso; y en una época tan amenazada por la tecnología, los algoritmos y la cultura del FOMO, el cantante hace un repaso a casi 20 años de carrera en una entrevista a plena luz del día en el centro de Madrid.
P. Todas las cosas buenas es un título muy optimista para un álbum. ¿Cuáles son las cosas que más valoras en la vida al margen de la música o de vivir siendo Rufus T. Firefly?
R. Sí, es optimista dentro de un contexto de mierda, pero sí. No creo que sea una lista. Esas “cosas buenas” son momentos en los que te das cuenta de que todo puede merecer un poco la pena y son básicos: dar un paseo con tu perro por el campo, quedar con amigos para tomar una cerveza después de haber tenido una semana mala…. Esa clase de cosas son para mí las que más valor tienen, y el motivo por el que seguimos adelante, en caso contrario nos hundiríamos tal y como está el mundo. Para mí, tiene que ver con hacer algo bonito a pesar de estar enmarcado en un contexto oscuro.
P. Han pasado ocho años desde el lanzamiento de Magnolia, el disco que asentó vuestro sonido y también os abrió al gran público. ¿Qué habéis conservado y desechado desde entonces?
R. Magnolia, además de ser nuestro disco más escuchado, para nosotros supuso una segunda oportunidad porque lo íbamos a dejar para siempre. Fue el disco que hicimos de despedida, no había ni banda, los dos miembros originales se habían ido. Yo me lo tomé como un reto personal, lo trabajé muchísimo. Era una especie de álbum de despedida para mostrar las cosas que sabía hacer de producción musical, porque sabía que Rufus se acababa y quería tener una especie de carta de presentación para lo próximo que haría después. En la gira de Nueve, solo teníamos público de ocho o diez personas en ciudades importantes. Y, de repente, con Magnolia, las salas se empezaron a llenar, salíamos en la radio… y nos pasaron cosas que nunca nos habían pasado. Nos agarramos a esa mano que nos sacaba del agua. Y a día de hoy guardamos un cariño infinito a Magnolia, cambió el discurso y el rumbo de Rufus.
«La música ha cambiado mucho. Ahora mismo está muy enfocada en la inmediatez, en conseguir algo muy rápido y muy grande»
En aquel entonces, éramos un grupo muy oscuro con letras muy deprimentes, y Magnolia fue un disco que canta al amor, a la naturaleza, a la belleza, a la gente a la que quieres. Y a lo mejor fue ese cambio de discurso lo que le gustó a la gente. Yo nunca había hecho una canción como “Nebulosa Jade”. Me parecía muy moñas, y de hecho cuando la grabamos con Manu, él me dijo que si estaba seguro de sacarla. Y ya ves, ahora es la canción más escuchada de Rufus con diferencia. A partir de que gustó esa canción me di cuenta de que tenía un lado más sensible y más moñas, y que eso también formaba parte de mi, y no debo tener vergüenza.
P. Y luego, tras la pandemia, bajáis las revoluciones con El largo mañana, apostando por los desarrollos de sintetizador y ambientes sonoros. ¿Es Todas las cosas buenas una síntesis de estos dos mundos de Rufus?
R. En este nuevo álbum hay un sonido que viene mucho de Nueve, hay mucho de discos de Radiohead que nos fliparon e inspiraron en ese segundo disco y aquí recuperamos esa influencia. También hay psicodelia, synthpop, un poco de groove setentero… Hay otras que son más cañeras, más folk… Hay un poco de todo lo que creemos que sabemos hacer, y hay trocitos de todos los discos.
P. Hay un verso en “Trueno Azul” que me parece muy bello: “No estoy hablando de amor, estoy hablando de sobrevivir”. ¿Se necesita estar enamorado para sobrevivir en el mundo de hoy en día?
R. No, no es que haya que estar enamorado de alguien, sino de lo que sea, de cualquier cosa. Hace falta que te levantes por la mañana y aparezca una pequeña luz en tu cabeza de algo que te motive hacer, aunque sea arreglar un mueble el fin de semana. Pero necesitamos algo, una motivación. La monotonía nos destroza y mirar el móvil todo el día nos deja el encefalograma plano. Necesitamos hacer cosas con nuestras manos.
Por eso, la inteligencia artificial no va a terminar de funcionar del todo, porque el ser humano necesita hacer cosas. No se trata de hacer la mejor canción, seguro que en un año una IA te la hace. Se trata de coger una guitarra y tocar. Eso es lo que nos va a mantener vivos. Lo artesanal, lo manual. La IA nunca te va a dar un abrazo. Esas son “todas las cosas buenas”.
P. Llama la atención que la que creo que es la canción más deprimente del disco se llame “Premios de la Música Independiente”. Hay versos muy crudos en ella, aunque al final hacéis un llamamiento a la lucha. Cuando la escuché, pensé en el libro de El entusiasmo de Remedios Zafra. ¿Hasta qué punto las profesiones creativas, como la música, son una trampa?
R. Cuando una persona crea música o cualquier otro tipo de arte lo hace porque tiene una sensibilidad muy desarrollada, porque hay algo en su interior que le obliga a sacar todo eso. Las personas más sensibles son las que mejor canciones pueden hacer, pero a la vez más expuestas están a todo, a las críticas, a los maltratos de la industria… Son las personas que más sufren y que más pueden acabar destrozadas, porque hay gente que le da igual lo que le digan, pero otra gente no. Yo creo que muchos artistas acaban poniéndose escudos. La gente más sensible es capaz de llegar más lejos a nivel emocional pero también corre el riesgo de volverse loca.
P. En “Ceci n’est pas une pipe” canta Julia, al igual que en el directo cuando interpretáis «Canta por mí», una versión de El Último de la Fila. ¿Cuál ha sido la razón por la que finalmente se ha atrevido a tomar el micrófono?
R. Yo siempre la animo para que cante. Julia es una artista total, de esas personas sensibles de las que hablábamos. Pero le cuesta exponerse, le da vergüenza cantar, teme no hacerlo bien…. Ella con la batería va sobrada. Le ha costado muchos años tocar como toca, y piensa que para cantar tiene que hacer lo mismo. Pero es que ya sabe. Ya puede hacerlo. Hay que empujarla, y ojalá en el próximo disco cante más. Yo estaría superfeliz si no canto en ninguna canción, ahí a gusto con mis sintes. Me gusta que seamos una especie de Fleetwood Mac, que cualquiera pueda cantar. Ahora también Manola se pone al micrófono. Me gusta que seamos una banda abierta.
Rufus T. Firefly en una imagen de su concierto en el Sonorama Ribera este año. (Gloria NM)
P. Habéis lanzado la cara B “He soñado que tocaba en Triángulo de Amor Bizarro”, que el público pudo escuchar en los conciertos con auriculares. También habéis lanzado versión de “Estrella Solitaria”. Triángulo y Rufus sois ya grupos maduros y consagrados de la música independiente en España. ¿Cómo es vuestra relación personal?
R. De puro amor. Siempre que coincidimos me da muchísima alegría. Primero, porque disfrutan mucho de lo que hacen. Que eso para mí es fundamental en la música, a veces hablas con gente que va a tocar y está jodida. Pero a ellos les pasa como a nosotros, sienten que el hecho de dar un concierto es un regalo de la vida. Han sido muy fieles a ellos mismos, siempre al margen de cualquier tipo de moda. Para mí son un faro en medio de la oscuridad.
P. ¿Qué te dijeron de la canción?
R. A ellos no les gusta que les halaguen. Se sienten intimidados con esta expresión de amor. Pero están contentos, nos han invitado a tocar con ellos en el próximo bolo que van a hacer… Nos queremos mucho. Al final, no se dejan llevar por la moda o las tendencias, y eso es de agradecer y valorar.
P. Muchas de las canciones de Todas las cosas buenas contienen instrumentaciones que resuenan a Radiohead. ¿Habéis ido a verles en estos últimos conciertos de Madrid? ¿Qué os han parecido?
R. Una mierda. Me ha gustado porque son Radiohead, les admiro al máximo, es mi grupo favorito y estar en el mismo lugar que ellos es como un regalo. Pero, a nivel de sonido, fatal. Yo entiendo que alguien que nunca les haya visto pueda flipar, pero yo que les he visto ya varias veces, y antes tenían algo muy característico, que es que oías hasta el momento en el que la púa chocaba con las cuerdas de la guitarra. Todo estaba cuidado al detalle. Y lo del otro día fue un horror, era una bola de sonido absurda, no sabías ni qué canción estaban tocando. Bueno, al final con lo que me quedo es con lo que dijo alguien en Twitter: “Acabo de ver a Radiohead con mi yo de hace 20 años”.
P. La semana pasada salió el cartel del Madcool y aparecían The Cure y otros grupos que vivieron su apogeo hace más de 30 años. Pienso también en la gira de Oasis. ¿Qué opinas de la industria de la nostalgia, no hay relevo entre las superestrellas?
R. No, es que no lo hay. La música ha cambiado mucho. Ahora mismo está muy enfocada en la inmediatez, en conseguir algo muy rápido y muy grande. Se ha partido el proceso, la gente ya no compone libremente, antes sí. Es muy raro escuchar una canción de más de cuatro minutos. Nosotros las tenemos, pero entendemos que no nos van a poner en las grandes radios, y que a la gente le puedan aburrir nuestros temas.
«Cuando los músicos nos plantemos yo creo que las cosas cambiarán. ¿Por qué no sucede? Porque pensamos que la guerra es individual»
Ha habido algo extraño y a lo mejor tiene que ver con que no ha habido un relevo generacional… Me hace ilusión ver lo que ha pasado con Carolina Durante, pero no sé hasta qué punto se hablará dentro de 30 años de ellos como hablamos ahora de Radio Futura o Héroes del Silencio. No lo tengo muy claro. Tiene que ver con un componente artístico que ya no está tan presente en la música.
P. Habéis anunciado concierto en la Riviera para el mes de abril del año que viene. Este sería la tercera vez que tocáis allí en 20 años de carrera. Ahora, hay grupos que tan solo tienen un disco y que han anunciado hasta siete días consecutivos en este espacio. ¿Esto es una muestra de esa inmediatez que impera en la música?
R. Lo primero, me alegro mucho por ellos. Y, lo segundo, es que no entiendo nada. Hay un punto… me da un poco de perezilla de hacer el mayor número de conciertos posibles en la Riviera. Yo allí he visto a Tame Impala, a Muse, a Smashing Pumpkies con 17 años y pensaba… “si llego a tocar algún día aquí me muero”. Y ahora parece que no vale nada. Creo que cada concierto importa, es un día especial y hay que disfrutarlo, sí. Pero no sé lo que pasa.
P. Vosotros parece que disfrutáis más del formato íntimo, como los conciertos que hicisteis con auriculares. ¿Era algo que habías pensado desde hace tiempo?
R. Se me ocurrió hablando con Cabezalí un día. Y sí, lo llevábamos tiempo pensando e investigando desde siempre. Al final, es como un sueño igual de importante que tocar en la Riviera.
P. En lo referente a la industria musical, fuisteis una de las bandas más afectadas por la entrada en concurso de acreedores de la tiquetera WeGow. Tú, Víctor, dijiste en una entrevista que esta crisis era una oportunidad para que los músicos hicieran las cosas de otra manera, implicándose más en los procesos y acortando intermediarios. ¿Qué ha quedado de todo eso a día de hoy?
R. Siempre que pasa algo malo en la música pienso en si a ver por fin hemos llegado a un punto límite en el que todos nos plantemos y digamos hasta aquí. Pero parece que ese límite está muy abajo, que nos pueden pisotear todavía mucho más. Yo todo lo malo lo veo como una oportunidad, aunque luego al final nunca pase nada.
P. Recientemente, salió el libro Antineutral de Pepo Márquez en el que pide urgentemente la creación de un sindicato de músicos para luchar contra la precariedad o elaborar un convenio justo que garantice unas prestaciones sociales a los profesionales de la música cuando no están girando. ¿Por qué crees que es tan difícil?
R. Claro que se puede, solo que no somos conscientes de la fuerza que tenemos los músicos. Seguimos pensando que si no tocamos en determinados conciertos o espacios hemos dejado pasar la oportunidad de nuestra vida, seguimos pensando que hacemos la guerra cada uno por su cuenta, pero luego en realidad estamos todos metidos en el mismo saco. Y podría llegar el momento en el que nos plantemos todos para que los organizadores de tal festival den de alta al grupo emergente y que todo esté en regla. En el momento en el que empecemos a plantarnos y defendernos entre nosotros… yo creo que las cosas cambiarán. ¿Por qué no lo hacemos? Porque pensamos que la guerra es individual.
P. Habéis sacado una versión reducida en Spotify, una plataforma de streaming en el punto de mira por financiar campañas militares y pagar apenas nada a los músicos. También muchos artistas están haciendo lo mismo, sacando versiones reducidas de sus discos en la plataforma. ¿Es suficiente? ¿Qué se puede hacer contra ese gigante empresarial?
R. Sí, hay alternativas. Yo creo que no está muy lejos el día en que un artista grande como Rosalía retire su catálogo de Spotify. Y el día en que esto pase, va a cambiar todo.
P. ¿Cuál es la responsabilidad del público en todo esto?
R. La experiencia de la escucha ha cambiado entre el público mayoritario. Para mí el problema de todo esto es que es gratis. Te puedes escuchar toda la música del mundo gratis. Es maravilloso, pero a la vez un problema, porque cuando algo es gratis lo dejas de valorar. No sé en qué momento se aceptó ese trato y que pasáramos todos por ahí. También entiendo que es difícil convencer al oyente de que pague cuando lo ha tenido gratis. Es un debate más grande que afecta a otros ámbitos: a lo mejor tienes que dejar de comprar en el Mercadona e ir a la frutería o carnicería de tu barrio. O dejar de comprar productos que vengan de Alemania, de China o de donde sea.
P. Por otro lado, la gestión de las redes empuja al músico a comportarse como un ‘influencer’. Hace poco, Pol Rodellar, de Mujeres, publicaba una columna en la que asociaba el éxito a tuitear mucho, como ha sucedido con bandas como Alcalá Norte. En vuestro caso, funciona al revés: tú has reconocido en varias entrevistas que “vuestros tuits os han cerrado puertas”. ¿Te arrepientes de haber hablado a veces demasiado?
R. Tenemos la suerte de no tener que estar encima todo el rato. No subimos mucho contenido a Instagram. Nos lo tomamos desde un punto de vista informativo y honesto, para anunciar conciertos y poco más. A veces me abro más a nivel personal, sí. Yo no quiero llamar la atención en las redes ni actuar o performar una vida que no tengo. Entiendo que la polémica llama a las visitas, pero nosotros al final tenemos que responder con la música. No estamos haciendo Sálvame.
«Me hace ilusión ver el éxito de Carolina Durante, pero no sé hasta qué punto se hablará dentro de 30 años de ellos»
Tú puedes crear una gran infraestructura a tu alrededor con mucha gente que interactúe, pero si luego no hay nada musicalmente, pues habrá ‘hype’ para un año o unos meses que te consiga abrir puertas, pero tiene que haber una base musical sólida y la gente que vaya a tus conciertos tiene que flipar. Eso sigue siendo lo más importante. Una carrera basada en cosas no musicales no sé hasta qué punto me apetecería, habrá gente que sí, a mí no. Me gusta que la gente hable de nuestra música.
P. ¿Se puede vivir de la música realmente? ¿Cuál es la clave para que una banda como Rufus aguante a nivel económico?
R. La suerte. Eso sobre todo. Mayoritariamente la suerte. La vida nos ha llevado a un sitio en el que puedo seguir tocando. Hemos tenido suerte de estar más o menos centralizados, de vivir en Aranjuez, que aunque no sea Madrid, es más o menos accesible. He tenido mucha suerte de que mis amigos hayan querido seguir tocando conmigo… Por eso puedo seguir. Digamos que conseguimos hacerlo rentable al compaginarlo con muchas otras cosas, hacer producciones para otros artistas, tocando con más bandas… un montón de cosas que hacen que pueda vivir de esto, siempre al límite, siempre mirando cómo acabar el año, pero de alguna manera siempre lo consigues.
P. ¿Cuál es lo que más echas de menos del Rufus de antaño, del que no triunfaba?
R. La juventud que teníamos. Esa frescura de juntarte con cuatro amigos con toda la ilusión del mundo en un local y todo era una maravilla aunque fuera una mierda. El hecho de hacer ruido juntos por primera vez. Pero no soy nostálgico respecto a eso, porque entonces echaría de menos todo. Hay que aceptar que te vas haciendo mayor y está guay.
P. ¿Y un sueño por cumplir de ahora en adelante?
R. Hacer un concierto como el de Radiohead, pero con cascos.