Desde hace más de dos meses Cuba enfrenta una crisis sanitaria nunca antes vista. Una epidemia de dengue, chikungunya y oropouche, con miles de casos semanales, está barriendo el país. Esta emergencia se suma a la energética, demográfica, alimentaria y la que subyace debajo … de todas ellas, la económica.

«En mi barrio ya han muerto tres personas, entre ellos mi tía, todos después de contagiarse con uno de estos virus», declara a ABC Alfredo Céspedes, médico residente en La Habana. «Todos mis vecinos también se han enfermado, y yo estaba sano hasta dos días», lamenta, a la vez que indica que se siente «muy mal» y que «apenas me puedo levantar de la cama». Entre los síntomas que sufren los infectados se cuentan fiebre alta, dolores intenso, inflamaciones musculares, sarpullidos y diarrea.

Según reconoció el Gobierno cubano, que hasta ahora había publicado datos con cuentagotas, más del 30% de la población cubana se ha contagiado de dengue y/o chikungunya. El director director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud (Minsap), Francisco Durán García, ha calificado la situación como el «principal problema» de la isla.

Por su parte, la gravedad de la situación también fue expuesta recientemente por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Según datos de la entidad, Cuba se ha convertido en el país de las Américas con mayor incidencia de chikungunya en lo que va de año, con un promedio de 700 casos nuevos diarios en octubre. En 2025, Cuba también presenta la mayor tasa de incidencia de oropouche en las Américas, muy por encima de Panamá y de Brasil.

Esta misma semana, en tan solo una jornada, las autoridades sanitarias registraron más de 3.100 casos nuevos sospechosos de chikungunya en todo el país, una cifra que refleja el grave escenario epidemiológico en la Isla. Pese a que la agencia de noticias Efe indica que actualmente hay 47.125 enfermos ingresados, Durán García indicado por su parte que solo hay 2.216 pacientes ingresados, mientras 63 enfermos están en salas de terapia intensiva, con 44 casos graves y 19 pacientes en estado crítico, todos menores de 18 años, lo que confirma el fuerte impacto en la población infantil.

No obstante, Durán también admite que los datos oficiales no captan la magnitud real del problema. «Las cifras que se recogen en las estadísticas (…) no siempre se corresponden con la realidad», advierte, al señalar que muchas enfermos no acuden al médico y, por tanto, no aparecen en los registros.

Sistema de salud colapsados

Esta semana han trascendido fotografías del Hospital Provincial Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, en las que se muestran salas saturadas, pasillos repletos de personas, pacientes acostados directamente en el suelo, enfermeras arrodilladas para poder atenderlos y sueros colocados a nivel del suelo por la ausencia de soportes. Las imágenes aumentaron las alarmas sobre el deterioro y el colapso del sistema de salud en el país.

«En mi familia todos pasamos el virus, ni siquiera supimos cuál era porque cuando fuimos al hospital no tenían recursos para hacernos los análisis pertinentes para el diagnóstico, tampoco tenían medicamentos para bajar la fiebre y para los sueros —porque había pacientes deshidratados— había que hacer cola», relata Zoraida García.

Desde Matanzas, una de las provincias más afectadas, Esther dice que ella y su hija lo están pasando muy mal: «Decidimos no ir al médico. ¿Para qué? Si no tienen nada. En la farmacia tampoco encuentras los medicamentos; mi familia en Miami me tuvo que enviar lo necesario para los dolores y la fiebre; tengo amigos que han tenido que comprar las medicinas en el mercado informal y a precios elevadísimos», lamenta.

Aumento de muertes

Aunque las autoridades solo han admitido tres muertes por dengue en lo que va de 2025, especialistas del sector consultados por ABC afirman que deben ser muchos más. Un médico explicó que estas cifras suelen ser manipuladas por el régimen para no levantar las alarmas ni exponer las deficiencias.

«El paciente llega al hospital con fiebre, eso puede deberse a diferentes factores, pero no podemos saber si es por el virus o no porque no se están haciendo las pruebas. Como médicos, teniendo en cuenta otros síntomas, sabemos que se trata de uno de esos virus. Ahora, el paciente puede desarrollar complicaciones propias del virus y fallecer, pero en el acta de defunción se pone como causa de muerte, por ejemplo, paro cardíaco», expone uno de los médicos consultados.

En medio de esta situación, llegan igualmente denuncias de la red de servicios funerarios, quienes estarían enfrentando un colapso, incluso superior a los niveles de la pandemia de COVID-19. Entre los reportes se cuentan: demoras de hasta 14 horas para recoger y sepultar cadáveres, funerarias desbordadas y un déficit crónico de recursos.

«La Habana está colapsada», afirmó a ‘Martí Noticias’ una administradora de la Base Central de Necrología de La Habana, entidad encargada de distribuir los carros fúnebres a 24 funerarias de la capital. Según la fuente, hay más de 160 muertos diarios y los trabajadores funerarios no dan abasto con los escasos recursos que tienen disponibles. «No nos han dado la información de por qué hay tantos muertos», señaló otra fuente vinculada al sector. Asimismo, alertó que la crisis alcanzó también los cementerios.

La extendida proliferación de los virus responde, en gran medida, a la grave acumulación de basura en las calles de todo en el país; la recogida por parte de las autoridades suele tardar varias semanas. Moscas, mosquitos y roedores abundan fundamentalmente en los centros poblacionales. El régimen ha llegado a reconocer falta de recursos, como combustibles, para garantizar la higienización e incluso la fumigación.