En su primer largometraje de ficción, Ciudad sin sueño, Guillermo Galoe (Madrid, 1985) construye un retrato profundamente humano de un barrio que, tras años sumido en una oscuridad literal y simbólica, se aferra a la posibilidad de recuperar la luz gracias a una comunidad que se niega a desaparecer. Situada al este de Madrid, la Cañada Real Galiana (el mayor asentamiento irregular de Europa, con unos 8.000 habitantes) vive sin suministro eléctrico desde el corte producido el 2 de octubre del 2020. Ese territorio, tantas veces estigmatizado, se convierte en un escenario cinematográfico habitado por sus propios vecinos, que dan cuerpo y voz a la historia del largometraje.
El filme sigue a Toni, un chico gitano de 15 años que vive con orgullo su pertenencia a una familia de chatarreros. Toni, interpretado por Antonio Fernández Gabarre, acompaña a su abuelo en su día a día, mientras los derribos que procuran hacer desaparecer el barrio se acercan a su hogar. El anciano se niega a marcharse pese a las noches interminables sin luz y a la incertidumbre que impone la resistencia. Es en esas noches oscuras, cuando Toni se enfrenta a la elección de aferrarse a un mundo que se desvanece o dejar atrás la vida que hasta entonces conoció.
Los propios vecinos del barrio madrileño dan cuerpo y voz a esta ficción arraigada en la realidad
Galoe trabajó la película a partir de un proceso de seis años junto a la comunidad de la Cañada Real. De ese diálogo prolongado surgió el propio Toni, a quien el director seleccionó primero para protagonizar Aunque es de noche, Goya al Mejor Cortometraje en el 2024.
Cuando Ciudad sin sueño llegó al rodaje, el niño ya había crecido, y el equipo decidió adaptar el guion a su nueva etapa. La película fue premiada en la Semana de la Crítica de Cannes y seleccionada en la sección Perlak del Festival de San Sebastián.
El filme no pretende ser un documental ni caer en una teatralización. El resultado es una interpretación que habita entre la realidad y la ficción. La cámara de Galoe recorre la Cañada como si se adentrara en un laberinto. Su mirada es horizontal, sin prejuicios ni condescendencia. En palabras del director: “Me parece conmovedor los sentimientos de la gente que he encontrado allí, gente que se enfrenta a la pérdida de un mundo que se desvanece, casi como un fantasma”.