Viernes, 21 de noviembre 2025, 08:27
Últimamente, cruzar el corralillo del Patín lleva más minutos de lo acostumbrado. Sobre todo, si José Luis López Saura se encuentra trabajando en el gran mural sobre el folklore segoviano que desde hace un año pinta en una de las paredes del pasadizo existente entre el corralillo y la calle de la Herrería. Es inevitable detenerse unos minutos detrás de él y observar el fruto de su talento, el esplendor que día a día adquiere una obra que ya está dando mucho que hablar –para bien, claro– porque a nadie deja indiferente. El túnel del Patín se ha convertido en una galería viva.
«Ahora estoy descansando de los retratos de los personajes situados a la derecha del mural, los que he ubicado en la Plaza Mayor, para centrarme en los discos, carátulas, portadas de libros que caen de arriba, hacia la mitad del cuadro. Pero todavía falta toda la parte izquierda. Queda mucho trabajo», cuenta Saura mientras observa la magnitud de esta obra de más de cincuenta metros cuadrados que rinde homenaje a la música, el folklore y la historia de la ciudad. «Llevo un año con él y me queda otro. Mi idea es inaugurarlo en el otoño de 2026. Me he impuesto esa fecha porque esto no puede ser eterno». Los días fríos han llegado y no le queda otra que apurar las pocas horas bonancibles que le depare lo que resta de otoño.
Saura mancha la pared en blanco con un trazo de carbón que borra y modifica sobre la marcha. Después, si le convence, echa mano del acrílico y pinta. La figura no tarda en emerger. «Es una obra abierta que evoluciona a diario, de manera que el resultado final tendrá poco que ver con el boceto que hice antes de empezar. Raro es el día que no incorporo un nuevo personaje, un nuevo disco, un nuevo instrumento. Han sido muchas las sugerencias que he recibido, algunas de personas muy entendidas, y no he dudado en incorporar».
El mural posee tres planos narrativos. A la derecha, una alcaldesa con montera y manteo presenta una Plaza Mayor en ebullición, llena de personajes que ya forman parte de la memoria de todos. En la escena están los Silverios, los integrantes de la Ronda Segoviana, Salva y Feliciano, Pablo Zamarrón… «Aparentemente, esta parte está terminada, pero me quedan personajes que sumar. Los retratos llevan su tiempo», asegura Saura. El centro del cuadro es una pared imaginaria de instrumentos musicales que caen en cascada: un violín, una pandereta, una flauta, un almirez, una botella de anís… además de libros, carteles y carátulas de discos míticos del Mester, de Hadit, de Ismael… En la parte izquierda, aún en blanco, no faltarán Agapito Marazuela ni los miembros del Nuevo Mester de Juglaría, que lucirán a tamaño natural, sobre un fondo de interior ambientado en el emblemático Figón de los Comuneros. «De derecha a izquierda, el cuadro ofrecerá un cambio de luz muy llamativo: del sol exterior a la penumbra cálida del figón. Contemplarlo será una experiencia bonita».

El pintor remata el retrato de Ismael.
A. de Torre

Los colores que rebosan la paleta del pintor son prueba del trabajo diario. José Luis sigue fiel al acrílico, que tantas alegrías le ha dado. «Es acrílico profesional, pintura de alta pigmentación, resistente a la luz y al paso del tiempo. Y no cuesta precisamente un euro», advierte. Los tubos van cayendo, uno tras otro, pero la ayuda ciudadana no decae. Una extensa red colaborativa sustenta el proyecto. «Sin los colaboradores hubiera sido imposible. Y son muchos. Detrás hay negocios, establecimientos de hostelería y entidades, pero también particulares que ingresan sus aportaciones en una cuenta que Caja Rural de Segovia abrió con este fin. La obra es un regalo que yo quiero hacer a la ciudad, con todo el cariño del mundo, y mi aportación es desinteresada, pero esa colaboración ciudadana está sirviendo para pagar los materiales necesarios, empezando por la preparación de la propia pared, que estaba ruinosa, con grietas, y hubo que cubrir con mortero de cemento y dotar de un rodapié de granito. Eso exigió albañiles, claro. Cuando todo termine, ingresaremos el dinero que sobre en la cuenta de la Asociación Española contra el Cáncer», explica el artista, que agradece los corrillos que se forman en torno a la obra mientras trabaja. «Estoy con los auriculares escuchando música clásica, me giro y… ¡un montón de gente! Para nada me molesta. He pintado mucho en la calle y estoy a lo mío. Pero me satisface ver a la gente ahí. El cariño que la ciudad me transmite es lo mejor de todo».

La tarea culminará con la instalación de una pantalla de policarbonato transparente que proteja la pintura. «No se raya tan fácilmente ni amarillea como el metacrilato. Es necesario instalarla porque el mural debe quedar protegido, sobre todo contra los actos vandálicos. Ya tuvimos una mala experiencia cuando arañaron, con profundidad y muchas dosis de maldad, la cara de la segoviana. Confío en que la obra se respete, y apelo al sentido común», señala Saura.
No tiene duda el pintor de que esta creación redundará en el ennoblecimiento de un punto «negro», en pleno casco antiguo, que en el futuro será de paso obligado para las visitas turísticas.
«Detrás de la pintura hay muchas historias que contar. Todo lo que aparece en el mural forma parte del patrimonio vivo de la ciudad».
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