En interiorismo hablamos mucho de luz, texturas o distribución. Pero casi nunca del aire. Y sin embargo, ¿de qué sirve un salón perfectamente diseñado si el ambiente está cargado, seco o lleno de partículas invisibles? En la era del diseño “instagramable”, lo invisible parece no importar. Y ahí empieza el problema.
Pilar Cinca lo ve cada día desde PuntoySeguido Estudio, su firma de interiorismo con sede en Zaragoza. Ingeniera industrial de formación, cambió los planos técnicos por los planos emocionales del diseño tras más de una década en la ingeniería. Hoy defiende una visión en la que estética y bienestar no se separan. La calidad del aire se ve afectada por más factores de los que creemos», advierte. Y con la autoridad de quien combina precisión técnica con sensibilidad estética, deja claro que un hogar bonito no siempre es un hogar sano.

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Lo invisible también contamina
Cuando pensamos en aire sucio, imaginamos el humo del tráfico o el polvo acumulado en las calles. Pero Cinca nos recuerda que dentro de casa hay enemigos mucho más sutiles. «La falta de ventilación es la primera que se nos puede ocurrir, pero hay más, como el exceso de humedad, los materiales sintéticos o ciertos productos de limpieza que pueden liberar partículas que se acumulan en el ambiente».
Es decir, que ese olor «a limpio» de muchos sprays o ambientadores no es necesariamente buena señal. «El polvo que se deposita en textiles o tapicerías y por supuesto influyen los tejidos o pinturas con compuestos químicos. Son factores invisibles, pero influyen directamente en el confort«, explica.
No se trata de vivir en una burbuja, sino de entender que una casa sana no es la que más brilla, sino la que mejor respira. Y eso implica equilibrio. «Incluso en viviendas con sistemas de ventilación mecánica, mantener el equilibrio entre tecnología, materiales naturales y hábitos saludables sigue siendo fundamental», dice.
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Ventilar no basta
Por mucho que abras las ventanas, si los materiales que te rodean están emitiendo compuestos químicos, poco vas a lograr. Por eso el diseño —el bueno, el de verdad— tiene tanto que decir. «Las passive house han sido un gran avance debido a sus sistemas de ventilación controlada, garantizando un flujo constante de aire limpio sin perder eficiencia energética. Pero aún así, el diseño tiene un papel fundamental», afirma Cinca.
La clave está en el planteamiento arquitectónico y la elección consciente de los materiales. Ventilación cruzada, pinturas minerales, maderas sin tratamientos agresivos, tejidos naturales… todos ellos ayudan a que los espacios respiren. «Es fundamental que los espacios respiren, que haya equilibrio gracias a la luz, los materiales y el aire«, resume.
No se trata de diseñar casas «ecológicas» por estética, sino por salud. Porque un interior puede parecer bonito en Instagram, pero si está lleno de emisiones volátiles, no hay filtro que lo arregle.

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Plantas, textiles y aromas: el triángulo del bienestar
Hay una conexión casi emocional entre cómo huele una casa y cómo se siente. Y Cinca lo confirma: «Las plantas continúan siendo un filtro natural, además de su función aportan vida y conexión con la naturaleza». Muy necesario recordarlo: una planta bien colocada no solo decora, purifica.
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Lo mismo ocurre con los tejidos. «Los textiles naturales ayudan a mantener la pureza del aire, además, su tacto y textura aportan sensación de calma y confort, generando entornos más acogedores«, señala. El lino, el algodón o la lana no solo se ven bien, sino que ayudan a mantener un ambiente más limpio.
Y, por supuesto, los aromas. «Cuando son sutiles y naturales, terminan de cerrar el círculo sensorial, ya que el aire de una casa no sólo se purifica, también se siente», apunta. Aceites esenciales, velas vegetales, difusores sin alcohol: pequeños gestos que convierten el aire en parte de la experiencia. «El bienestar de nuestros hogares tiene mucho que ver con los materiales que elegimos para vestirla«, añade.
Hábitos que marcan la diferencia
Puedes tener la casa más bonita del barrio, pero si te olvidas de abrir las ventanas o llenas el salón de productos químicos, todo se viene abajo. Cinca insiste en que «con una serie de buenas prácticas se puede marcar la diferencia en la calidad del aire de nuestros hogares».
La lista es sencilla, pero poderosa: apostar por lo natural (también en los productos de limpieza), cuidar las plantas, no saturar los espacios y mantener el orden. «El cuidado de nuestras plantas y por supuesto, el orden y el respeto por los materiales que elegimos, ya que la calidad del aire está muy unida a cómo vivimos la casa», explica.
Suena casi filosófico, y lo es. Porque respirar bien también tiene que ver con cómo habitamos. «Crear y diseñar un hogar saludable, confortable, es un reflejo de una forma de vida más consciente», resume.

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La casa como organismo vivo
Hay casas que asfixian y otras que acogen. La diferencia no está en los metros cuadrados ni en el presupuesto, sino en la atención que se presta a lo invisible. En entender que un hogar no solo se ilumina: también se oxigena.
Pilar Cinca habla de arquitectura, pero también de estilo de vida. De cómo el aire limpio no se compra en frascos, sino que se construye, día a día, con decisiones pequeñas y conscientes.