(5 estrellas)

“Imagina que cuando un ser humano muere, el alma echa de menos su cuerpo. Lamenta la pérdida de sus manos y lo que agarraban. Echa de menos esa timidez que te cierra la garganta al leer en voz alta el primer día de colegio. Imagina que el alma echa de menos el dedo dolorido del pie, el diente que se mueve, el hueso de la risa. Imagina que el alma echa de menos cada pestaña que se cae esperando convertirse en deseo. Cuando un ser humano muere, el alma busca en el universo algo que se sonroje. Busca el hambre, el vacío, la rabia. El alma echa de menos la vejez y cada día que el cuerpo estuvo enfermo. El ahora que forzó. El aquí que construyó. Nada en el espacio se lo imagina. Ningún cometa, ninguna nebulosa ni ningún rayo de luz comprenden la sensación de asombro, el rubor de la vergüenza, las puntas de los dedos arrancando la primera cana y tirándola al suelo. No me lo puedo imaginar, dicen las estrellas. Cuéntanos más cosas sobre los escalofríos. Cuéntanos más cosas sobre el dolor”.

Tras su éxito en el Festival de Sundance, de donde salió con un premio gordo bajo el brazo, ‘Come See Me in the Good Light’ llegó la semana pasada a Apple TV. Se trata de un conmovedor documental sobre la escritora Andrea Gibson, a cuyo poema ‘Tincture’ pertenece todo el párrafo anterior. Especializada en el spoken word, Gibson tuvo que dejar atrás su mayor pasión (las actuaciones) cuando le diagnosticaron un cáncer de ovarios en fase terminal. La película propone pasar tres semanas con ella, las mismas que hay entre sus pruebas médicas, y conocer ese momento de su vida en el que, como le gusta decir, descubrió cómo encontrar la felicidad cuando fue consciente de que ya no tenía todo el tiempo del mundo para buscarla.

Detrás de la cámara está Ryan White, tres veces nominado a los premios Emmy a mejor documental por ‘El caso contra la proposición 8′ (2015), ‘The Keepers’ (2017) y ‘Pamela Anderson: una historia de amor’ (2023). Lejos de lo que pueda parecer, el director no trata de hacer de Gibson un ejemplo de resiliencia en ningún momento. No da lecciones sobre el cáncer ni hace el avioncito con la cuchara para que nos traguemos varias frases de Mr. Wonderful y unas cuantas dosis de optimismo ciego. En realidad, la película se siente como una disculpa de la escritora con todos esos fans a los que la tuvo que cancelar su gira cuando le detectaron la enfermedad. Un vistazo a su intimidad y unas cuantas reflexiones sobre su carrera como compensación. El proyecto es tan elegante que hasta evita desangrarnos emocionalmente haciendo la clásica aclaración final sobre qué fue de la poetisa tras el rodaje. Pero aunque no intente imponer mensajes, bastan unos minutos con Gibson para comprender que se puede aprender mucho de su filosofía de vida.

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Activista política, portavoz de la comunidad queer y poeta pionera, Gibson comparte sus ideas acerca de la profesión, las relaciones y la vida. Divaga sobre qué sentido tiene escribir algo que otros no entiendan, por qué todavía se lleva con todas sus exparejas y cómo se puede hablar del suicidio desde la distancia. Lo hace acompañada de su novia, la poeta Megan Falley, a quien también da gusto escuchar cuando habla de aceptar las cosas y poner el mundo y las heridas en perspectivas. Conversaciones abrazadas por una fotografía luminosa y unidas por un hilo conductor: la última actuación que la escritora intentó montar entre reveses médicos y problemas de salud.

“Un día, en un teatro con cortinas de seda roja en Nueva Orleans, vi a Maya Angelou subirse al escenario. Diecisiete lentos pasos hasta el micrófono. Tomó aliento antes de hablar. Oí nacer a Dios en aquel aliento. Nunca había sentido nada igual. Al llegar a casa busqué en la enciclopedia el nombre de aquel sentimiento: “escalofríos”. Luego pensé: “Yo puedo hacer esto”. Le arranqué la cinta de protección a mi vida y dejé que todo la tocara».

“Caitlin Clark en la televisión en su tercera temporada con los Hawkeyes, un pase tan impecable como una formación de gorriones: 222 escalofríos. Mi hermana pequeña, sobria por primera vez en 14 años, diciéndome que se ha dado cuenta de que mamá tiene los ojos verdes: 505 escalofríos. De pronto, todo me los provocaba: una disculpa sincera, el poema de amor de un enemigo, la luna al salir sobre la Divisoria Continental. Ya nada se moría en el mundo. ¿Lo habéis sentido alguna vez? Una milésima de segundo en la que el tiempo se detiene y nada se muere en el mundo. 888 escalofríos. Yo en casa tras cuatro meses de quimio, viendo cómo se me caen todas las pestañas sobre las mejillas y dándome cuenta de que hubieran sido unos 400 deseos sin pedir. No pude escapar del récord. Y si alguien lo bate después de mí, oh, y seguro que lo harán, lo disfrutaré tanto que, sin intentarlo siquiera, lo volveré a batir“. (’Discurso de aceptación tras batir el récord mundial de escalofríos’).

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Valoración final

Da igual que no conozcas a Andrea Gibson, que no te guste la poesía y que el cáncer y la comunidad queer no te toquen de cerca. ‘Come See Me in the Good Light’ tiene reflexiones que acarician el alma y frases que atraviesan el corazón con una lanza. No impone lecciones, ofrece consejos. Sobre la poca importancia de la mayoría de cosas que nos preocupan. Sobre la gratitud que deberíamos sentir por tener un cuerpo. Sobre aceptar, sobre encajar. Sobre abrir nuestro corazón al amor. Es un precioso documental que permite conocer el talento de dos escritoras que se cogieron de la mano más fuerte que nunca en el momento en que la vida les pidió que se separasen. Es difícil evitar las lágrimas y resulta aún más complicado no sentirse distinto, sanado y en paz con el universo, cuando aparecen los títulos de crédito.

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