Ya tenéis en cines GAUA, la nueva y magnífica cinta de Paul Urkijo, de la que os mostramos un vídeo del proceso de la creación de las criaturas que aparecen en ella.

Montañas vascas, siglo XVII. En plena caza de brujas, Kattalin sale del caserío en mitad de la noche huyendo de su marido. Perdida en la negrura del bosque, siente una presencia que la persigue. En su camino se topa con tres afables mujeres que mientras lavan la ropa comparten cuentos de miedo y habladurías del pueblo. Para el asombro de Kattalin, ella misma acabará formando parte de dichas historias.

CRÍTICA DE GAUA

No es fácil dejar al público de la Semana de Terror de San Sebastián con la palabra en la boca, pero Paul Urkijo, a la sazón el presumible mejor representante del fantástico español actual, lo ha logrado con su masterpieza en ciernes, Gaua. El cierre de su trilogía de exploitation del folk vasco no se aleja demasiado del tono sobrio de Irati (2022) para invocar el espíritu de su primera obra, aquel Errementari con el que sorprendió en 2017, conjurando la fuerza persistente de la brujería sin fecha de caducidad.

Gaua no es sólo una celebración amplísima del lore sobrehumano que precedió a la tramposa era de la razón, sino que ofrece un importante hito en la consolidación de la leyenda. En este culto a la noche y sus normas especialísimas, Urkijo narra la historia de una joven a la carrera de una desgraciada vida doméstica, asistida en mitad del bosque por tres oportunas mujeres que se aparecen para inducirla a soñar despierta con tres relatos cuya oscuridad va in crescendo hasta que la convierten en protagonista inevitable de su desenlace.

Aunque en sus dos trabajos anteriores Urkijo advirtiera sobradas pruebas de su carácter y capacidad artística, es en Gaua donde ha clavado la pica de su madurez en esta etapa creativa. Todo emerge perfectamente nivelado, empezando por la picardía y el desenfado del guion, descaradamente adaptado al lenguaje visual contemporáneo. Esto democratiza Gaua, exorcizando por si acaso la exigente etiqueta de cine de nicho que hasta ahora parecía reducir el alcance de su trabajo.

La presumible garantía de adaptarse a uno mismo, una profecía no siempre cumplida, viene potenciada por un reparto homogéneo encabezado por una fantástica novel, Yune Nogueiras, que entiende y ejecuta a la perfección el sprint de la mujer perseguida hacia su liberación en comunidad. Su sorprendente teatralidad y dinamismo en escena se entiende de maravilla con la fantástica dirección de arte, que en condiciones normales -esto es, en una industria que no se llamara a sí misma industria- arrasaría en méritos y reconocimientos.

Por no llamarnos a engaño, hay que reconocer que Gaua parece por momentos homenajear a algunas de las películas que en los últimos años han insistido en la presencia posmoderna de la bruja, quizá el único mito que se renueva automáticamente en cada época bajo la misma premisa de rebeldía y autoconocimiento. En un cosmos naturalmente matriarcal (mater semper certa est), ahora viciado por la ingeniería social, sobresale por costumbre la iniciativa del aquelarre pacificador, algo que Urkijo también representa en esas formas grotescas e hiperbólicas de wendigos y presencias aulladoras que nos devuelven a lo primitivo.

En este sentido, hay quien ya se ha atrevido a comparar Gaua con The Witch (2015), la ópera prima de un Robert Eggers que encabezó la revolución de la generación de brujas de la última década. Y, por alusiones, no basta con Eggers; la inframencionada Gretel & Hansel (2020) de Oz Perkins o aquella miniatura de Sitges, She Will (2021) con Dario Argento en el backstage, también dejan cierto rastro en este poema de Urkijo a la noche. Pero como fuere, y asumiendo que ciertas similitudes refuerzan más que limitan, no queda más que levantarse y aplaudir este poderoso homenaje a las brujas, algunas de las cuales hoy se camuflan en vaqueros y deportivas y viajan en Blablacar.

Por Manuel Mañero.