A punto de alcanzar la respetuosa edad de ochenta años, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera (BRSO, presentada ahora en Madrid por Ibermúsica, sigue siendo un instrumento poderoso, rotundo: una demostración de poder digna de un país considerado el motor económico … de la Unión Europea. El caso alemán no ofrece dudas sobre lo que significa creer en un sistema en el que la totalidad de las partes respira, piensa, se mueve y procede de una manera coordinada. De ojos afuera, Alemania mantiene vivo el poder colectivo y la destreza individual como elementos complementarios, como si se tratase de una orquesta. Como si fuera la BRSO, habitualmente colocada en las listas de las diez mejores orquestas del mundo, en las que también aparecen la Filarmónica de Berlín y la Gewandhaus de Leipzig; es decir, el treinta por ciento del poder orquestal mundial. Los espectadores que asistieron el miércoles en el Auditorio Nacional madrileño al concierto de la BRSO dirigida por su titular, sir Simon Rattle, seguro que corroboran este hecho. Por hacer un resumen rápido ‘Taras Bulba’, de Leos Janácek, y la ‘Séptima Sinfonía’ de Anton Bruckner proporcionaron corpulencia y dosis de épica personalidad que no dejaron a nadie insensible.

Pero la cuestión implica otros matices en relación con la actualidad. Desde hace dos años los recortes presupuestarios están afectando de manera global a las partes más sensibles del sistema europeo: las cuestiones musicales entre otras. En 2023, los recortes anunciados por el Consejo de las Artes de Inglaterra y la BBC obligaron a la supresión del 20 por ciento de los músicos de las cinco orquestas sinfónicas que tiene la emisora. Poco después y en paralelo, en noviembre de 2024, el gobierno de Berlín aprobó un recorte de 130 millones de euros en su presupuesto cultural lo que suponía una reducción del 12 por ciento. La situación la vivió de cerca sir Simon Rattle, quien tras permanecer dieciséis años al frente de la Filarmónica de Berlín, y una vez agotado su plazo vital, se convirtió en titular de la Sinfónica de Londres (LSO).

Las circunstancias ambientales acabaron convirtiendo la vuelta a casa en un periodo más corto de lo esperado, lo que le obligó a mudarse a la orquesta bávara para ocupar el puesto del fallecido Mariss Jansons. Según sus propias palabras, porque todavía mantiene una fe fundamental en la música: ha llegado el momento de luchar por la pervivencia de estructuras cuya aparente fortaleza exterior, y la de la BRSO es incuestionable, pese a sostenerse, al igual que cualquier agrupación musical, sobre bases de extraordinaria fragilidad.

Rattle, quien por seguir con las estadísticas se sitúa en segunda posición del ranking mundial por detrás del analítico e inflexible Kiril Petrenko, actual titular de la Filarmónica berlinesa, ha concedido este año diversas entrevistas en las que deja claro su compromiso personal y en el enfoque colaborativo sobre el que asienta su trabajo. Cumplió 70 años en enero de 2025 y sigue dispuesto a afrontar los problemas de cara tratando de justificar una profesión que considera extraña: interesante y emocionante pero también solitaria y deprimente. Curiosa acumulación de adjetivos.

Quizá en este momento, Rattle matizaría alguno de ellos porque las dificultades, es decir, todas aquellas circunstancias que se encargan de hacer incómoda la estricta ejecución del trabajo diario, se están superando a base de cordialidad entre él y los músicos bávaros. Los gestos son aquí importantes particularmente los que se vieron en la despedida tras el concierto, con Rattle caminando entre los músicos de la orquesta, saludando directamente a los primeros atriles y poniendo en pie de manera alternativa a cada una de las secciones antes del saludo total.

Rattle, en Baviera, ha consolidado una relación que viene de lejos y que comenzó siendo una sencilla aspiración. Siendo todavía un joven director ya se daba cuenta de que frente a orquestas extraordinariamente virtuosas existen unas pocas que son poéticas y que entre ellas está la BRSO, heredera de un estilo que se ha trabado a lo largo de los años por talentos musicales tan dispares y también tan poderosos como Eugen Jochum, Rafael Kubelik, sir Colin Davis, Loorin Maazel o Mariss Jansons. Ahora Rattle trabaja ensanchando el repertorio, desde lo actual a la interpretación historicista y en otros proyectos que están abriendo el campo de visión social y artístico de la agrupación siempre manteniendo vivo el innegociable margen de la calidad. Desde luego, la primera actuación madrileña no ha dejado lugar a dudas, a partir de un programa plagado de dificultades, exigente e intenso.

La historia del inflexible cosaco ucraniano Taras Bulba y su lucha contra la nobleza polaco-lituana, relatada inicialmente por Gógol hace poco más de siglo y medio, es un argumento que también puede explicarse desde la estricta arquitectura musical, a poco que se analice la entretejida partitura de Leos Janácek. Las alabanzas a favor del pueblo ruso capaz de soportar con fuerza el fuego y el sufrimiento, la tragedia de los hijos sacrificados y el grito del héroe desde la hoguera en favor del pueblo ucraniano y la iglesia ortodoxa, son cuestiones que, se utilizan como meros apuntes para establecer la sugerencia de la obra. La visión de Rattle y la de su orquesta lo evidencian al anteponer cuestiones de orden interpretativo: respirar de una misma manera, de procurar la claridad y la proporcionalidad de los planos, redundar en la apoteosis instrumental, y balancear el sonido en favor de una brillantez que acaba por hacer vibrar al estómago.

La calidad individual de los instrumentistas es innegable, la exhibición del metal sorprendente, aun asumiendo algún descuido de las trompas en la sinfonía de Bruckner. Sir Simon Rattle dirigió en 2012 en Berlín la reconstrucción de la ‘Novena Sinfonía’, completada a partir del manuscrito por Nicola Samale, Giuseppe Mazzuca, John Alan Phillips y Benjamín-Gunnar Cohrs. Entonces, el director advertía sobre el temor, el miedo y la pasión que Bruckner podría sentir en ese momento.

Algo de todo vuelve a estar presente en la construcción de la ‘Séptima’ que Rattle sobreeleva ahora a un estadio que no se ve con tanta evidencia en sus propias versiones de las obras sinfónicas de este autor. Libre de divagaciones metafísicas, la mera contemplación del objeto es en sí misma una opción sobrecogedora y amenazante. La ‘Séptima Sinfonía’ de Bruckner fue la obra más interpretada del compositor en 2024 con motivo del bicentenario del nacimiento de su autor, multiplicando por tres las interpretaciones mundiales. Sigue siendo su sinfonía más popular porque con ella, porque Bruckner aunó el sentido catedralicio y la contundencia emocional, dos pilares que obligan a recordar el segundo movimiento que Rattle y la BRSO iniciaron de manera simple pero impulsándolo hacia una coda final milagrosa, lenta, resignada y contenida.

Y aún el cuarto movimiento, construido de manera formidablemente persuasiva. La BRSO es un enjambre al que Rattle pone en orden, insufla entusiasmo y señala posibilidades. Se hace perceptible en el propio gesto del director: activo y expresivo, sintético y aleccionador. Sobre él, la relación entre ambos surge de manera extraordinaria y enriquecedora.

Hubo un segundo concierto de la BRSO y Rattle en Madrid con interpretación de la ‘Segunda Sinfonía’ de Schumann y el ballet ‘El pájaro de fuego’, de Stravinski. completando los de una gira europea que se viene desarrollando con paradas en Liverpool, Birmingham, Londres, París, Fráncfort, Colonia, Luxemburgo, Barcelona y Valencia. En fin, que vivimos tiempos muy difíciles, advierte sir Simon Rattle, pero frente a ello están sus acciones musicales: un espacio de responsabilidad definitivamente innegociable.