En todas las ciudades existen edificios que acaban por convertirse en parte de su paisaje emocional. No necesitan récords de altura ni gestos grandilocuentes: basta con que hayan acompañado el pulso urbano el tiempo suficiente como para formar parte de la memoria colectiva. La arquitectura del primer tercio del siglo XX —marcada por la modernidad, el auge del hormigón y la fascinación europea por la verticalidad estadounidense— dejó en España varios ejemplos de esta transformación. A Coruña tuvo uno de los más tempranos y más audaces.

Ese edificio es el Banco Pastor, que este año cumple un siglo desde su inauguración en 1925 como el primer rascacielos de España. Una construcción que no solo cambió el skyline coruñés, sino también la manera en la que el país entendía el progreso arquitectónico.

El primer rascacielos de España cumple cien años de historia

Cuando Ricardo Rodríguez Pastor y Pedro Barrié de la Maza impulsaron la construcción de una nueva sede bancaria en pleno Cantón Pequeño, querían un edificio que simbolizara ambición y modernidad. Encargaron el diseño a Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés, dos arquitectos jóvenes que miraban con atención a la Escuela de Chicago.

La propuesta era revolucionaria para la época: una estructura de hormigón armado, una fachada de piedra artificial marcada por la verticalidad y una altura —38 metros y 11 plantas— que duplicaba lo permitido entonces en A Coruña. El Ayuntamiento aprobó la excepción convencido de que embellecería la ciudad. Y así fue.

 

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El edificio se inauguró en noviembre de 1925 y durante décadas fue, para la prensa y para la ciudadanía, simplemente «el rascacielos». Su silueta, visible desde gran parte de la ciudad, se convirtió en un símbolo de modernidad en un contexto urbano que comenzaba a transformarse.

Pese a su clara influencia estadounidense, el edificio incorporó elementos locales y decorativos que hoy son un rasgo distintivo de su personalidad. La composición reproduce la estructura clásica de una columna: basamento potente, fuste estilizado y una cornisa superior que remata el volumen.

En el chaflán destaca la entrada principal, que conduce a un vestíbulo coronado por una cúpula acristalada octogonal, diseñada por la casa Lerchundi. La vidriera muestra el año de fundación del banco (1776) y el de la inauguración del edificio (1925), rodeados de escudos gallegos y motivos marinos. En los años 60 se añadieron también signos del zodiaco, un detalle curioso que ha alimentado más de una anécdota.

La investigación que desmontó un mito centenario

Durante décadas se repitió que el Banco Pastor se apoyaba en pilotes de madera, como otras construcciones levantadas en suelos arenosos o húmedos. Esta explicación, transmitida casi como tradición oral, parecía lógica. Pero estaba incompleta.

Una investigación reciente del arquitecto técnico Elías de la Puente demostró que el edificio no se sostiene sobre esa base. En su lugar, se empleó un sistema de anillos huecos superpuestos, una solución avanzada para su tiempo e inspirada en los rascacielos de Chicago. 

La arquitecta Nuria Prieto, que ha difundido los resultados de esta investigación, lo explica así para CadenaSer: “La cimentación está formada por anillos huecos superpuestos, un método avanzado para la época”. “No hace falta buscar fantasmas donde lo que hay es ingeniería brillante”.

Tong Lau

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Su análisis también matiza el origen de las leyendas urbanas que atribuyen crujidos y sonidos a los supuestos pilotes: “Quizá algún ruido procedía de la ampliación de 1959, pero la realidad es mucho más simple y racional”. Con estas declaraciones, Prieto pone fin a un error repetido durante generaciones y devuelve al Banco Pastor su lugar como pionero técnico, no solo formal.

A pesar de ello, el edificio ha resistido reformas, fusiones bancarias y cambios de propiedad sin perder su carácter monumental. Hoy forma parte del catálogo patrimonial de A Coruña y de España.