Cuando pensamos en El señor de los anillos y en sus novelas previas, como El Hobbit, es habitual hablar de cómo J. R. R. Tolkien las escribió como relatos para contar a sus hijos. Sin embargo, eso no quiere decir que sus historias sean condescendientes. Decimos esto porque el enfoque de Tolkien para su obra es clave para hablar de su gran desprecio por Walt Disney.

Ambos son contemporáneos y publicaron sus trabajos de forma bastante pareja, uno en Gran Bretaña y el otro en Hollywood. Sin embargo, si le preguntásemos a Tolkien qué le parece cualquier película contemporánea (con él) de las que estrenó Disney, el probable que no hubiera ocultado su incomodidad.

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Y no porque lo digamos nosotros: Tolkien no dudó en escribir lo mucho que despreciaba el trabajo de Disney y al propio hombre, una animadversión que compartía con su colega C. S. Lewis (Las crónicas de Narnia), que tampoco le profesaba cariño al célebre productor y animador, tal y como recuerdan en Open Culture.

En 1964, Tolkien se desahogó en una carta en la que tildaba a Disney de «fraude»: «Reconozco su talento, pero siempre me ha parecido irremediablemente corrupto. Si bien en la mayoría de las «películas» que salen de sus estudios hay pasajes admirables o encantadores, el efecto que producen todas ellas me resulta repugnante. Algunas me han dado náuseas…»

​El señor de los anillos nunca ha estado al alcance de Disney

Irónicamente, el editor de Tolkien quiso proponer a Disney que adaptase la obra del escritor británico, probablemente sin su conocimiento. Pero si había alguna duda de cualquier negativa, Tolkien lo dejó claro en escritos posteriores.

El autor del Legendarium recalcó que, incluso tras su muerte, «mientras fuera posible, ninguna de sus obras sería adaptada por los estudios Disney, por los que profesaba un profundo desprecio».

Menos suerte tuvo C. S. Lewis con Las crónicas de Narnia, pues la Casa del Ratón les echó el lazo a las novelas y las adaptó en la década de 2000, algo que, probablemente, no le habría hecho ninguna gracia.

Ciertamente, el enfoque complaciente de la obra de Disney contrasta claramente con la obra de Tolkien, incuso dirigiéndose a públicos similares, dando pie a una animadversión por parte del autor de El señor de los anillos, que consideraba el género de los cuentos de hadas algo sagrado.