Una caída muy fea. Una imagen bastante sonrojante. Una derrota muy dolorosa y sin paliativos. Con muy poco que salvar y sí mucho que señalar. El Movistar Estudiantes perdió sin capacidad de reacción y de resistencia este sábado frente al Súper Agropal Palencia (83-52). Un viaje muy feo. Un tropezón en el que los jugadores parece que dimitieron a mitad de camino, que dejaron de jugar de manera vergonzosa y que certifica varias cosas.
La primera que, salvo sorpresa mayúscula y descalabro del Leyma Coruña (principalmente), el ascenso directo es una quimera ya en noviembre, a falta de 23 jornadas y con tres derrotas en nueve partidos. Cosas más raras se han visto, claro, pero esta sería de órdago. Cada vez llega más pronto este momento para los colegiales.
La segunda que los ramireños no pueden con los grandes de la Primera FEB: enlazan ocho derrotas seguidas contra rivales de su peso. Enumeremos. Obradoiro, Betis, Fuenlabrada, Burgos, Betis (Final Four) la pasada temporada, y el mismo Obradoiro, Coruña y, ahora, Palencia en el inicio de esta. Un drama para un supuesto aspirante al ascenso. Supuesto porque después de cinco temporadas en Segunda esto ya empieza a parecer un laberinto sin salida.
Y la tercera, que los colegiales fueron completamente superados. No fue como las derrotas contra el Obra y Coruña por un mal último cuarto. Aquí, en Palencia, los madrileños fueron sometidos de principio a fin. Sin alma. Ni el banquillo ni los jugadores supieron reaccionar ante un rival con energía y que se dejó la vida defensivamente, ahogando con sus pequeños la línea exterior estudiantil, que no encontró fruto desde el exterior (6 de 26) y que no superó los 12 puntos de anotación en ninguno de los tres últimos cuartos del duelo para unos famélicos 52 puntos finales.
El Súper Agropal se divirtió en ataque con unos soberbios Kunkel (26) y Wintering (18). Ambos fueron la punta de lanza de unos castellanos que no dejaron nada al azar, que se movieron siempre con peligro y que supieron controlar las fortalezas estudiantiles. Entre ellas, el rebote (42 a 26 a su favor).
De la igualdad al desborde. Así se puede describir lo vivido en la primera parte en la Caldera de Castilla. Dentro de un ritmo frenético, el Estu golpeó de inicio con Silverio. El dominicano penetraba, anotaba y colocaba el +4 (6-10), mientras que el Palencia no daba con la tecla desde fuera (1 de 4) y las prisas le mataban. Garino trataba de frenar a Wintering y Giovannetti, a Jakovics. Ahí se acabó el Estudiantes.
Los palentinos se serenaron con Oroz y no solo mantuvieron velocidad en ataque, combinado, moviendo balón y jugador, sino que en defensa pusieron el candado en el segundo cuarto. Ahogaron la creación de unos visitantes que tenían que empezar a pensar desde muy lejos. Y los locales lo aprovecharon. A través de un inspirado Kunkel (12 puntos al descanso) y el eléctrico Wintering, dieron un zarpazo al alba del segundo cuarto hasta ponerse 16 arriba (37-21).
Los madrileños estaban secos. Sin ideas. Sin acierto. No anotó durante cuatro minutos y el perímetro se convertió en su peor enemigo. Malos tiros. Pérdidas. Poca circulación de balón para recibir 20 puntos en ese periodo… y solo anotar 11 con la aparición interior de Nwogbo. El +13 al descanso (42-29) era incluso una buena noticia después de todo lo visto en esta primera parte.
El guion contó la misma historia a la vuelta de vestuarios. Era una narración trágica para los estudiantiles, que entraron en barrena, peleados con todo, pero sobre todo con ellos mismos. Su ataque estaba atrapado en el barro y el balón no entraba. Y el Palencia disfrutaba. Múltiple actividad defensiva y un Kunkel de dulce. El estadounidense dio la estocada definitiva nada más subirse el telón del segundo acto con ocho puntos seguidos para que los suyos superaran los 20 de diferencia (52-31). Desde ese punto poco más que contar, con Brimah castigado en el banquillo y Hugo López siendo el único con cierto orgullo estudiantil.
Ahora, parón de selecciones para meditar y mucho. Sobre qué se quiere ser de mayor. Qué se quiere conseguir esta temporada y qué desean dar los jugadores a partir de aquí. La esperanza es algo que se marchó hace tiempo del Ramiro, pero debe quedar algo de vergüenza torera, si ya no por la historia y la institución, al menos por uno mismo. Se supone, claro.
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