[Esta pieza es una versión de uno de los envíos de la newsletter semanal de Televisión de EL PAÍS, que sale todos los jueves. Si quiere suscribirse, puede hacerlo a través de este enlace].
“El share me parece una cosa nefasta”. Así de contundente se mostraba Concepción Cascajosa, expresidenta interina de RTVE y experta en televisión, en una de las entregas del podcast del sindicato de guionistas ALMA, Esto ya se ha hecho. “Nos estamos haciendo una gran trampa al solitario en relación a los índices de audiencia”, añadía.
El miércoles 12 de noviembre, La 1 estrenó Hasta el fin del mundo, una especie de Pekín Express con famosos light (no hay expulsados y tiene más situaciones guionizadas). Pasadas las 0.45, los concursantes llegaron a la meta de la etapa. Pero el programa enlazó con otra entrega, de forma que terminó a las 02.15 de la madrugada, un horario totalmente inasumible para el público normal, que trabaja, estudia y tiene una vida que conciliar. El miércoles 19, el programa terminó a la 01.30, tampoco se quedó corto. Lo mismo sucede con MasterChef, otro de los espacios que más quejas genera sobre el horario en cada edición: la final de la décima entrega en el formato Celebrity terminó este lunes a las 02.30 de la madrugada.
Más información
Aquel mismo miércoles, 12 de noviembre, Antena 3 emitió El 1% después de El hormiguero. El concurso que presenta Arturo Valls empezó casi a las 23.30 y terminó pasada la una de la madrugada. Desde hace meses, tanto La revuelta como El hormiguero alargan su duración según conveniencia, con días que terminan más cerca de las 23.00 y otros que se estiran hasta casi las 23.30, de forma que el programa que les sigue se va hasta la madrugada. Tanto La 1 como Antena 3 han encontrado dos programas fuertes con los que montar lo que Atresmedia describe como un sistema de “doble oferta de prime time”, primero con El hormiguero y después con la serie o programa de turno. No utilizan el concepto de access prime time: si en el horario de La revuelta y El hormiguero es cuando más espectadores hay conectados a la televisión, es absurdo que no se considere que ese es el horario de máxima audiencia.
Miguel Torres y Mariló Montero, en la final de ‘MasterChef Celebrity’.RTVE
Una de las explicaciones para estos movimientos, que están llevando al prime time español hasta horarios que hace unos años se consideraban late night, está en la cuota de pantalla. El share o cuota es un dato que indica cómo se reparte la tarta de la televisión en cada momento. Señala el porcentaje de espectadores que en un momento dado está viendo cada propuesta de todas las que se ofrecen en la televisión tradicional. Es decir, si un programa ha tenido un 12% de cuota de pantalla significa que el 12% del total de personas que estaban viendo la televisión en ese momento eligieron ese programa.
Junto con el rating, el share es una de las unidades de medición de audiencias por excelencia en la televisión. La diferencia entre las dos está en la referencia que utilizan: el rating, o índice de audiencias (como aconseja la Fundéu), tiene en cuenta el universo total de consumo, es decir, todos los televisores de un territorio, estén o no encendidos. En cambio, el share, la cuota, se refiere al total de espectadores en un momento determinado, teniendo en cuenta solo los televisores que están encendidos. Es decir, la cuota determina quién gana en la competencia de la franja.
“El dato de espectadores es muy importante porque supone saber a cuánta gente llegas cada día. […] La cuota es un índice de competitividad y te indica qué posición ocupa tu programa en una determinada franja. Es lo que te ayuda a medir qué porcentaje de espectadores de los que están viendo la televisión se decanta a esa hora por tu contenido, con lo cual también es un dato de vital trascendencia a la hora de competir”, explica Santiago Gómez Amigo, director de Research, Insights and Analytics, responsable, por tanto, del análisis de audiencias en Atresmedia.
¿Por qué las cadenas dan tanta importancia al dato de la cuota de pantalla? Por un lado, es la referencia que se presenta de cara a los anunciantes: si quieres publicitar tu producto en la televisión, preferirás el canal que más capacidad tiene de llegar a la gente. Por otra parte, es una forma de enmascarar la gran caída de espectadores que sufre la televisión tradicional. Los análisis anuales de la consultora Barlovento Comunicación recogen la evolución de la audiencia en el tramo de 22.15 a 22.30, los 15 minutos con más espectadores en la televisión tradicional. En 2013 y 2014, el promedio de audiencia en esos minutos (sumando todos los canales) era de 18,2 millones de espectadores. En 2024, ese dato fue de 12,4 millones. En una década, la televisión ha perdido un tercio de sus espectadores en el horario de máxima audiencia.
Pablo Motos, Mariano Rajoy y Trancas y Barrancas, en ‘El hormiguero’.Antena 3
Un tuit de @botmdia recuperaba los datos de audiencia de un jueves de marzo cualquiera de 2015. Si miramos un programa que se mantiene en la actualidad, El hormiguero, ese día tuvo un 15,3% de cuota, dato que ahora supera en la mayoría de las ocasiones. Pero lo hacía con más de tres millones de espectadores, cuando ahora ronda los dos millones de media: un tercio de espectadores menos, como mostraban los datos de Barlovento. Ese descenso se observa si nos fijamos en el número de espectadores de media, y no si hablamos de cuota de pantalla.
🥲 Siempre impresiona ver las #audiencias de hace años…
Estas son de un jueves cualquiera del año 2015. Espectacular el 20,1% y los 2.100.000 espectadores de Sálvame aún siendo un programa de tarde. Impensable todo esto hoy en día. pic.twitter.com/toCgoaR3v0
— BOTMEDIA (@botmdia) November 12, 2025
El día de su estreno, Hasta el fin del mundo en La 1 fue líder de la noche. Lo fue con 812.000 espectadores y un 14,3% de cuota. Alargar los programas hasta bien entrada la madrugada es una táctica que todas las cadenas utilizan (unas más y otras menos) y que permite hinchar el dato de share. Según avanza la noche, especialmente a partir de las 0.00, el número de espectadores desciende de forma drástica, pero la cuota crece porque los televidentes que permanecen estarán en alguno de los programas que viene de atrás y que comenzaron a ver a una hora más razonable.
¿Qué importancia le da RTVE, una cadena pública y sin publicidad, al dato de cuota de pantalla? ¿Influye en las decisiones de programación? Este diario envió esas preguntas a RTVE, además de otras relacionadas con la duración de La revuelta y Hasta el fin del mundo, y optaron por no hacer comentarios. Atresmedia sí ha contestado: “Más que influir, te orienta. Te da pistas”, dice Santiago Gómez Amigo sobre la cuota de pantalla. “No vamos a dejar de informar como creemos que se debe informar o de hacer una serie o un programa como queremos hacerlo solo porque vaya a tener medio punto más de share haciéndolo de otra forma. Eso es cortoplacista».
¿Debe La 1 entrar en esas luchas por la cuota de pantalla? Pueden alegar que si alguien no puede terminar o ver un programa por su horario o duración, siempre lo tendrá disponible bajo demanda en RTVE Play gratuitamente. Pero entonces se estará reconociendo que se está echando a los espectadores de la televisión tradicional.
En el podcast Esto ya se ha hecho, Cascajosa iba un poco más allá y dirigía también su crítica a los medios y el gusto por recoger los enfrentamientos entre programas y la lucha por la cuota como “una especie de combate de boxeo: que si uno gana al otro, que si pierde por una décima en el combate de hoy”. “Hay demasiado discurso volcado en ganar por el dato, la pelea, el conflicto. Eso, al final, hace que no entendamos el verdadero rol del audiovisual. A lo mejor hay un programa que es el tercero y está ganando más dinero porque el target comercial es mejor. […] Para una radiotelevisión pública, el dato no tiene que ser central, pero todo el mundo te juzga por el dato: en el Parlamento, en la prensa, en la radio…”. “Al final, no hablamos de televisión, hablamos de matemáticas casi”, concluía su reflexión.