viernes 21 de noviembre de 2025

Las locuras (2025), escrita y dirigida por Rodrigo García, se articula como un entramado de seis relatos que ocurren durante un día lluvioso en la Ciudad de México. Las historias se cruzan sin buscar un gran gesto de síntesis; más bien dialogan entre sí a través de decisiones suspendidas, vínculos tensos y momentos donde lo cotidiano deja ver aquello que se intenta contener. El film retoma un tema persistente en la obra del director: la presión emocional dirigida hacia las mujeres y la forma en que el entorno define qué comportamientos son aceptables y cuáles deben corregirse.

El elenco sostiene la estructura coral y funciona como una red de miradas sobre un mismo eje. Participan Cassandra Ciangherotti, Ilse Salas, Ángeles Cruz, Natalia Solián, Naian González Norvind, Fernanda Castillo, Adriana Barraza, Mónica del Carmen, Daniel Tovar, Raúl Castro, Raúl Briones, Mercedes Hernández, Luisa Huertas, Teresita Sánchez y Roberto Sosa. Cada intérprete suma matices desde la acción más que desde el discurso, y el film avanza apoyado en cuerpos que registran el cansancio, la resistencia o la incomodidad sin necesidad de explicitarlo.

Las historias se presentan como zonas de encierro. En una de ellas, una mujer permanece aislada bajo la supervisión de su padre, mientras recuerda a su pareja y enfrenta los roces con su hermana. Otra se centra en una pareja que ofrece eutanasia para mascotas a domicilio, donde la rutina laboral expone vínculos desplazados hacia lo que se percibe como refugio. Una tercera sigue a una actriz que entra en un ejercicio de improvisación junto a un compañero, situación que revela tensiones estructurales del ámbito laboral y del rol asignado a cada participante.

La cena de cumpleaños familiar funciona como uno de los núcleos más potentes del conjunto. Allí emergen choques generacionales, presiones religiosas y expectativas que ordenan la conducta, y el clima doméstico revela una serie de mecanismos de control transmitidos de manera silenciosa. García no subraya la idea de patriarcado; la muestra en funcionamiento a través de gestos, interrupciones y frases que buscan sostener la apariencia de armonía. Lo femenino aparece marcado por la obligación de la serenidad, mientras el descontrol se asocia a figuras que no cargan esa exigencia.

Desde lo visual, la película construye un tránsito progresivo: de la calma aparente a una inestabilidad que se insinúa en la iluminación, las sombras, las texturas del espacio y un montaje que pasa de planos prolongados a cortes más breves. La fragmentación domina la puesta en escena. Primero se observan gestos aislados, luego objetos, y finalmente cuerpos que se recortan en lugares que parecen contener más de lo que muestran. Esa técnica vuelve visible la tensión sin convertirla en espectáculo, y permite que cada historia se desplace hacia un límite sin cruzarlo.

El dispositivo narrativo logra abrir interrogantes sobre el mandato emocional dirigido a las mujeres y sobre la forma en que la sociedad clasifica como “locura” cualquier gesto que se desvíe de la norma. No todas las líneas alcanzan el mismo nivel de profundidad, pero el film establece una continuidad temática que reúne experiencias diversas bajo un clima común. Como obra dentro de la filmografía de García, Las locuras se sostiene en un equilibrio entre observación, fragmento y resonancia.