Hubo un tiempo en que ser capitán de navío y surcar las aguas del Índico no se prestaba precisamente a romantizar la ya de por sí dura vida en el mar. La ruta que escupe el mar Rojo por el cuerno de África, gran caladero para los atuneros y estratégico para el transporte de mercancías o ayuda humanitaria, se erigió durante la primera década de los 2000 en una auténtica barra libre para los piratas somalíes

En el origen de la figura del pirata somalí se revelan las tristes consecuencias de la cruenta guerra civil en la que desde 1991 está sumido el país. El estallido del conflicto origina una de las mayores crisis sociales y humanitarias del planeta. La pobreza, ya de por sí persistente, se acentúa aún más. El somalí, entonces, ve en la piratería una oportunidad de salir adelante y se organiza en grupos criminales.

Después de una década de relativa calma y un lustro sin incidentes, en los últimos dos años la actividad ilícita ha experimentado un repunte por las hostilidades en Oriente Medio, concretamente por los ataques de los hutíes de Yemen y la guerra en Gaza. Esta década apacible es fruto del trabajo de la operación Atalanta, puesta en marcha por la UE en diciembre de 2008, cuyo mando asume desde 2019 el Cuartel General de la UE en Rota (Cádiz) y, desde hace dos años, el vicealmirante español Ignacio Villanueva Serrano

«La inestabilidad llama a la inestabilidad. Hemos pasado de estar cinco años registrando cero casos a registrar 52 desde noviembre de 2023. Pero nuestro efecto disuasorio ya es muy grande y no creo que a partir de ahora contabilicemos más de dos semestrales«, expresa a 20minutos el vicealmirante Villanueva, que, eso sí, considera que los factores que necesitan los piratas para actuar «continúan existiendo». 

El rescate del Afrodita, ejemplo de cooperación

Hace apenas dos semanas, el atunero español Intertuna Tres repelía con éxito gracias a su equipo de seguridad un intento de asalto y, afortunadamente, los criminales huyeron. La mañana del 6 de noviembre, en cambio, un grupo de piratas sí consiguió atacar el Hellas Aphrodite, un buque mercante con bandera maltesa provisto de 24 tripulantes, a unas 700 millas de las costas de Mogadiscio (Somalia). 

Menos de un día después, la fragata española Victoria se presentó cerca de la embarcación y, tras una demostración de fuerza por parte de los piratas, estos abandonaron el Hellas Aphrodite y los tripulantes fueron liberados por las fuerzas armadas. Esto representa la parte más visual del operativo, pero lo que ocurre entre bambalinas, en este caso, es para el vicealmirante Villanueva «la validación fehaciente de todo un año de trabajo» de la operación Atalanta. 

Todo comienza con una comunicación de las fuerzas marítimas de Putlandia. Nos dicen: ‘Oye, Atalanta, cuidado, que estamos viendo que se está formando un grupo pirata. Nos avisan casi 15 días antes del ataque. Entonces, nos dedicamos a vigilar sus movimientos y vamos enviando el barco y las unidades. Después, tenemos una extraordinaria coordinación con la Marina India, y su fragata también se desplazó a la zona. Además de esto, también coordinamos con las Combined Maritime Forces, con base en Bahréin, que enviaron un avión P3C con piloto japonés, y con las fuerzas conjuntas de Seychelles, con desplegaron otros dos aviones. Esto lo cuento en cinco minutos, pero no es sencillo en un océano que es como Europa de grande», explica Villanueva. 

En este caso también fue clave la rapidez con la que actuó el propio Hellas Aphrodite, ya que su tripulación consiguió encerrarse en la parte blindada de la embarcación, donde se encuentra la sala de máquinas y operaciones, lo que en la jerga se denomina estar «en situación de ciudadela«, que hace prácticamente imposible que los piratas tomen el control del barco y haya más probabilidades de que lo abandonen.

Cuatro días más tarde las fuerzas militares informaron de que también habían conseguido liberar a los 18 tripulantes del barco iraní que los criminales utilizaron a modo de dhow para aproximarse al Hellas Aphrodite. Un dhow es un buque nodriza de tamaño medio que faena en aguas somalíes con el permiso del país y que los piratas capturan en posiciones más cercanas a la costa para poner después rumbo a alta mar y asaltar grandes barcos. Claro está, cuando abandonan tierra los piratas somalíes no tienen más medios que una pequeña lancha.

«Algunos barcos grandes están preparados, tienen sus equipos de seguridad y saben qué maniobras realizar. Este grupo pirata, de hecho, lo intentó con un atunero nuestro, vasco [el Intertuna Tres, perteneciente al grupo Albacora]. Lo intentó hasta tres veces con otros tres barcos y también fueron capaces de de zafarse. Pero el cuarto ya no pudo, bien porque iba más lento o bien porque no estaba tan preparado, y los piratas dispararon con sus granadas propulsadas y lo pararon», cuenta Villanueva.

A pesar de que en estos dos casos los piratas abandonasen los barcos, el vicealmirante advierte de que, «aunque cada caso de piratería es diferente», normalmente «son agresivos«. Suelen formar equipos de «10 o 15» de los que «solo tres o cuatro» son piratas, es decir, tienen experiencia, pertenecen a clanes y «portan las armas».

Este periódico se ha puesto en contacto con el grupo Albacora, Echebastar (propietaria del Alakrana) y con marineros asentados en Seychelles, pero ninguno ha querido ofrecer declaraciones. «Nosotros lo único que recibimos de ellos es agradecimiento, aprecio por nuestro trabajo. Saben que estamos ahí y somos una garantía», expresa Villanueva ante la pregunta de si sienten inquietud cuando salen a faenar.

Un ciudadano que prefiere no identificarse y que por su profesión embarca en los buques cuando están en el puerto de las islas relata a 20minutos que los pescadores le comentan que «ahora tienen que estar más alerta» y que a las guardias ordinarias tienen que «sumar extras» ante el riesgo de asaltos, si bien es cierto que, efectivamente, valoran la labor militar en la zona.

Una misión camaleónica

La existencia de la operación Atalanta tiene su razón de ser en la lucha contra la piratería, pero, controlada esta actividad criminal a pesar de estos repuntes, la labor de la operación Atalanta ha ido adaptándose a las circunstancias para luchar «contra cualquier ilícito» en el océano Índico, principalmente el tráfico de drogas procedente del sur de Pakistán y el de armas, llegado de Irán.

«El día a día del operativo está basado en reuniones, coordinaciones y acciones. Durante todo el año viajamos a Kenia, Seychelles, Somalia, Yibuti, Omán, Bahréin… Primero trabajamos la parte alta de nuestras necesidades: qué coordinación hay que llevar a cabo con los países, qué esperan de nosotros, etc. Después, trabajamos en nuestros propios procedimientos. Estamos permanentemente revisando y previendo qué podemos hacer en según qué supuestos y hablando con las fuerzas que tenemos en zona, que son normalmente hasta dos barcos y un avión basados en Yibuti», explica Villanueva. 

Los datos de la actividad pirata en el Índico desde la instauración de la operación Atalanta revelan su enorme influencia: lo peor se vivió entre los años 2009 y 2011, cuando la misión estaba todavía ‘en pañales’. En aquellos años, relata el vicealmirante, «había momentos en los que se registraban 20 barcos pirateados al mismo tiempo y 600 personas secuestradas».

El asunto no nos es ajeno: el 20 de abril de 2008 un grupo de piratas secuestró el pesquero español Playa de Bakio y a sus 26 tripulantes, 13 de ellos de nuestro país. Fueron liberados siete días después, previo pago de un rescate de casi 800.000 euros que corrió a cargo de Pevasa, la empresa propietaria del barco.

Sin embargo, el caso más grave se registró un año después. La madrugada del 3 de octubre de 2009 los piratas somalíes asaltaban el atunero Alakrana, integrado por 36 personas, 16 españolas. El secuestro se prolongó hasta el 17 de noviembre tras un mes y medio de complicadas negociaciones. La cifra del rescate osciló entre los 3 y los 4 millones de euros y, aunque observó ciertos indicios, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, que investigó lo sucedido, no fue capaz de confirmar si los abonó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, algo que sus ministros negaron en todo momento. 

A partir de 2011, cuando se registraron aproximadamente 150 incidentes, el descenso es claro. Un año más tarde, apenas de contabilizaban 30; en 2013, no llegaban a 10; y en 2015, no tuvo lugar ninguno. Comenzó entonces un periodo de estabilidad en materia de piratería, a excepción del año 2017, cuando se registraron una decena. De nuevo, en 2018, y hasta 2023, el marcador se situó en cero.

España contribuye hoy a la misión con 350 militares y el Cuartel General de la UE en Rota (hasta 2019 la base de la operación estaba en Northwood, Reino Unido, pero se trasladó tras el brexit) tiene una dotación de aproximadamente 100 militares de 19 nacionalidades. La operación Atalanta fue la primera de carácter naval que puso en marcha de manera conjunta los hoy Veintisiete, aunque también colaboran con ella países que no pertenecen a la Unión, como Noruega, Montenegro, Serbia, Ucrania, Corea del Sur o Colombia.