La población en Gaza teme la llegada del frío. «Si no nos matan las bombas, lo hará el invierno», asevera Nunrhan Mahmud Al Farrah. Tiene 30 años, es maestra de profesión y madre de una niña de ocho años. Hace unos días las lluvias torrenciales inundaron la choza donde vive en el campo de refugiados de Al Mawasi, situado junto al Mediterráneo, en el suroeste de la Franja, cerca de la ciudad de Jan Yunis. «Hemos dormido a la intemperie. Todo estaba mojado y la infraestructura está tan destruida que con el agua todo se ha convertido en barro y fango», explica en una conversación telefónica con RTVE.es. La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) calcula que unas 13.000 familias se han visto afectadas por las fuertes precipitaciones y la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) advierte de las graves consecuencias para la población de enfrentarse a un tercer invierno sin refugio y sin los bienes más básicos. «Se necesitan urgentemente más suministros para los refugios. UNRWA los tiene, dejemos que los traigan», ha exigido la organización.

Las frágiles tiendas se «inundan muy rápidamente», expresa la joven, la lluvia ha empapado todas sus pertenecías y les ha dejado aún más expuestos al frío. «No estamos preparados para un tercer invierno en estas condiciones», asegura. Los ojos verdes de Nurhan no soportan ver tanta destrucción. El estruendo de las bombas le sigue asustando, suenan con menos frecuencia, pero su amenaza no ha desaparecido del todo. «La guerra no ha terminado, siguen matando a mujeres y niños», añade. La llega del frío y las lluvias congela todas sus esperanzas.

En Gaza, la población lleva tres inviernos consecutivos conviviendo con las calamidades provocadas por la ofensiva israelí, la respuesta del primer ministro, Benjamín Netanyahu, a los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, en los que fueron asesinados unos 1.200 israelíes y secuestrados otros 250. El pasado 10 de octubre, entró en vigor un alto el fuego, que parecía imponer un punto de inflexión en la masacre, pero a lo largo de estas semanas ha demostrado ser frágil y no ha cesado las hostilidades en el territorio palestino. Se trata de un acuerdo de paz impulsado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y que ha sido aplaudido por una veintena de líderes internacionales en la cumbre que se celebró en Sharm el Sheij, en Egipto. Una cita a la que no acudieron ni una representación de Israel, ni de Hamás.

Desde entonces, la milicia palestina ha entregado a todos los rehenes vivos, e Israel ha liberado a casi 2.000 presos palestinos. Si bien todos los secuestrados con vida fueron entregados en la primera etapa del alto el fuego, el proceso de devolución de los cuerpos ha sido más lento, y aún quedan los restos de tres rehenes en la Franja. Un argumento, que, según Israel, ha sido motivo para hacer tambalear la tregua. «Israel no ha dejado de bombardear dentro y fuera de la línea amarilla», asevera Mahmud Al Farrah. Las Fuerzas Armadas hebreas siguen atacando lo que denominan objetivos de Hamás. En lo que va de tregua, 280 personas han sido asesinadas y se suman así a los casi 70.000 muertos en dos años de masacre, que numerosas organizaciones de derechos humanos consideran genocidio.

«La guerra aún no ha terminado»

Según la Defensa Civil en Gaza, el pasado 29 de octubre fue el día más mortífero, en el que unas 100 personas fueron asesinadas por ataques israelíes. «Había muchas mujeres y niños», asegura la maestra. El 19 de noviembre volvieron a registrarse 27 fallecidos, según el Ministerio de Sanidad gazatí. «¿Qué plan? La guerra aún no ha terminado», reitera la joven de 30 años, sobre el plan de paz impulsado por el presidente estadounidense, Donald Trump, y firmado en octubre por Israel y Hamás. «Tampoco está llegando la ayuda humanitaria. Hablo por mi familia y las familias que hay mi alrededor, no nos ha llegado ninguna ayuda», lamenta.

En el mercado hay más frutas y verduras, pero los precios son «inalcanzables». «Solo podemos comer con los ojos porque mucha gente no puede pagar estos precios, un solo huevo vale al menos dos dólares», explica Nurhan. Las personas con bajos ingresos, que son la gran mayoría, no pueden comprar estos alimentos. «No hay leche para hacer frente a las gélidas noches», añade. Explica que cuando cae el sol, intentan dormir juntos para abrigarse y arroparse entre ellos. Escasea la leña, el gas y no hay mantas suficientes para soportar este frío. «Al estar cerca del mar, es un frío húmedo, pegajoso y que empapa toda la ropa», argumenta. «Vivir en estas condiciones es muy peligroso para nuestra salud. Las aguas residuales están contaminadas y al estar hambrientos somos mucho más vulnerables. Tampoco llegan las medicinas y los hospitales están en pésimas condiciones», describe, preocupada por la situación. «Este invierno puede morir mucha gente», zanja.

Nurhan también confiesa que echa de menos a sus alumnos y sus clases. Las bajas temperaturas impiden a los más pequeños caminar hasta las escuelas improvisadas. «Estamos dando clases en chozas, ya que las escuelas han sido destruidas. Los niños se sientan en el suelo y escriben sobre sus rodillas», dice. Los inviernos anteriores los sobrellevaron porque quedaban aún construcciones en pie; sin embargo, ahora el 92% de los edificios en el enclave palestino han sido destruidos o dañados, según datos de Naciones Unidas. Datos corroborados por las imágenes de satélites. Tres cuartas partes de la población necesita cobijo, las tiendas de campaña no ofrecen protección contra «el calor del verano ni el frío del invierno». «No hay independencia, ni privacidad y estamos todos deprimidos», concluye la joven.

«Para que haya paz, tiene que haber justicia»

La UNRWA también denuncia que Netanyahu detiene cualquier intento para la entrada de ayuda humanitaria. Desde la organización de la ONU calculan que el 100% de la población sufre ya algún nivel de malnutrición. Ante este escenario, los gazatíes consideran que el «alto el fuego es una mentira», recrimina vehemente Abumajed Al Masri, hermano de Hossam Al Masri, el periodista de la agencia de noticias Reuters que fue asesinado el 25 de agosto. «Nos han engañado para sobrevivir en este callejón sin salida, y ante la presión internacional a la que estaba sometido Israel», responde a la pregunta sobre una valoración de la resolución del Consejo de Seguridad, aprobada el lunes, avalando el ‘plan de paz’ de Trump. La resolución salió adelante con el voto favorable de 13 de sus 15 miembros, sin vetos y solo la abstención de China y de Rusia. Moscú, que tiene derecho de veto, había mostrado su posible rechazo a la resolución, pero gracias a su abstención, la medida prosperó.

La propuesta incluye el despliegue de militares internacionales y la creación de un órgano de gobierno transicional con líderes extranjeros para Gaza. La medida busca, según sus impulsores, garantizar la entrada de ayuda humanitaria en el enclave palestino, la continuación del alto el fuego, que Hamás no vuelva a las armas y la reconstrucción del territorio. Trump ha celebrado como gran logro el visto bueno del Consejo de Seguridad a lo que considera una votación que «pasará a la historia como una de las mayores aprobaciones» de las Naciones Unidas.

Sin embargo, la población gazatí no confía en este acuerdo. «No han contado con nosotros. Para que haya paz, tiene que haber justicia», dice Al Masri. «Es un intento de que Israel consiga, mediante esta resolución, lo que no pudo lograr en la guerra. Y no se puede olvidar que se han llevado a cabo crímenes de guerra, de genocidio e inanición. Nos han estado matando de hambre. El plan de Trump busca encubrir y blanquear a Israel», denuncia el periodista, al otro lado del teléfono. «Quieren imponer la tutela al pueblo palestino disfrazándola de paz, pero la situación en Gaza sigue siendo la misma«, insiste. «Quieren decirle al mundo que la guerra en Gaza ha terminado, pero la masacre en Gaza no ha terminado», coincide el periodista con la maestra.

El plan de Trump

La última versión del texto de la resolución plantea la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización, que trabajaría en «retirar permanentemente del servicio las armas de los grupos armados no estatales». Además, reclama “el establecimiento de la Junta de Paz, como «una administración de transición con personalidad jurídica internacional». Esa junta que, estará dirigida por el propio Trump, «coordinará la entrega de asistencia humanitaria, facilitará el desarrollo de Gaza y apoyará a un comité tecnocrático de palestinos responsable de las operaciones cotidianas de Gaza, del servicio civil y de la administración», tal y como ha afirmado el embajador estadounidense, Mike Waltz. Finalmente, se transferirán esos poderes a un Gobierno autónomo palestino, cuando «haya completado satisfactoriamente su programa de reformas». Hamás ya ha anunciado su rechazo al plan, mientras Netanyahu lo ha celebrado.

Analistas y expertos en la materia coinciden que se trata de un plan construido sobre una «base endeble». Haizam Amirah Fernández, director ejecutivo del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos (CEARC) asegura, en una entrevista con RTVE.es, que es un proyecto que “busca cambiar una narrativa, aparentar que en Gaza ya hay paz y borrar lo ocurrido durante más de dos años, sin que se cambie la realidad sobre el terreno ni para los gazatíes, con todas las penurias que les ha impuesto Israel, ni tampoco ningún cambio para el proyecto israelí de limpieza étnica gradual en la Franja”.

Además, la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización evoca, según el analista, al periodo de la colonización que sufrió la Palestina histórica, por lo que es «una vuelta a un siglo atrás». «Para esta propuesta no se cuenta con los palestinos y no permite que haya una administración palestina del territorio», asegura.

La organización islamista Hamás ha rechazado el desarme sin un Estado palestino, mientras que la Autoridad Palestina da la bienvenida a un proyecto que le otorgaría el control de la Franja en un futuro indeterminado, desde su salida forzosa en 2007. «Estados Unidos siempre culpará a Hamás de que el plan no funcione. Independientemente de los hechos, de las acciones que tomen una parte o la otra, se culpará siempre Hamás de cualquier ruptura, violación o fracaso de este plan de Trump», advierte el director ejecutivo CEARC. Teme que este plan solo beneficiará a Israel para tener en posesión el mayor territorio posible. «Israel lo que busca es, con el apoyo estadounidense y con la complicidad de otros países, convertir Gaza en un lugar inhabitable para su población», asevera Amirah Fernández.

Lo más grave, considera, es que contribuye a desconectar Gaza de Cisjordania, que según el derecho internacional entra dentro del territorio ocupado palestino. «Esta desconexión que ya además de ser física porque no hay continuidad ni hay carreteras que conecten, también ha sido política desde 2007″, argumenta el experto. Por lo que si el plan de Trump profundiza en esa desconexión y crea realidades diferentes en cada territorio, esto impide que «se pueda plantear un Estado palestino con un mínimo de sentido».

Por ahora, lejos de las resoluciones y planes, sobre el terreno persiste una crisis humanitaria aguda, no hay desescombro y tampoco desactivación de explosivos que están sin explotar a lo largo y ancho del enclave. Y mientras, la población sigue preocupada por como va a afrontar este invierno y el hambre que les persigue. «Estamos desesperados y no entendemos nada. No nos queda ninguna esperanza de poder vivir una vida decente«, concluye Al Masri desde Gaza.