El valor artístico del grafiti se impuso hace tiempo a los prejuicios. Hasta el punto de que muchos ayuntamientos decidiesen promover el embellecimiento de espacios urbanos concediendo permisos e incluso por encargo. Lejos de ser una excepción, Burgos lleva dos décadas favoreciendo esta práctica y multitud de escritores han plasmado su impronta en paredes sin vida. Todo perfecto hasta que varios de estos murales, autorizados en su día por la Concejalía de Juventud, han desaparecido de manera sorpresiva.

«Blanquearon uno y pensamos que igual se había deteriorado por la lluvia», relata Javier (nombre ficticio), artista urbano con amplia experiencia en el mundo del grafiti. Al poco, tanto él como muchos otros compañeros se percataron de que no se trataba de un caso puntual. Desde hace un par de meses, que sepan, se han borrado murales en Pisones, en la calle Duero, otro en El Crucero

«Nos sorprende que estén pintando en zonas donde se ha dado permiso recientemente», advierte al recordar que, el pasado mes de junio, se organizó una gran quedada en Pisones para realizar un mural en homenaje a las fiestas de Burgos. Aparte de grafiteros locales, también se apuntó «gente de otras ciudades». Con el beneplácito del Ayuntamiento y con la esperanza de que no lo borrasen sin motivo aparente como el año anterior.

El Ayuntamiento está trabajando en la elaboración de un «listado de muros disponibles»

Después de preguntar en Juventud, donde se quedaron «estupefactos», los artistas afectados han podido confirmar que la limpieza se llevó a cabo por personal de Urbaser. Desconocen las causas al tratarse de obras artísticas «en perfecto estado». Y siempre cumplen la condición que se les exige cuando obtienen la autorización: «no tener carga política ni imágenes que puedan herir la sensibilidad de alguien».

Pendiente de recabar más información al respecto, el concejal de Medio Ambiente y Juventud, Carlos Niño, asegura que «algunos se han vandalizado y no se pueden recuperar». Por otro lado, señala que el Ayuntamiento se encuentra inmerso en una nueva campaña de limpieza con el objetivo de «limpiar y hacer murales». En paralelo, se está trabajando en la elaboración de un «listado de muros disponibles» para incentivar el arte urbano y tratar de reducir el vandalismo en la medida de lo posible.

Un escritor puede destinar, tranquilamente, «200 euros en pintura para una pieza a todo color y 20 o 30 horas de trabajo»

«Los escritores de grafiti nos respetamos bastante en esta ciudad», aduce Juan. Una cosa son las pintadas y otra bien distinta corromper el arte ajeno. Dicho de otra forma: «no somos carne de vandalismo entre nosotros». Aparte, un mural de gran tamaño conlleva tiempo y dinero. A veces sufragado por negocios privados, comunidades de vecinos o el propio Ayuntamiento. En infinidad de ocasiones, a cuenta del propio autor. Y ojo, porque podemos estar hablando de «200 euros en pintura para una pieza a todo color y 20 o 30 horas de trabajo».

Juan considera que «se ha seguido una política correcta al poner en valor el espacio urbano para los artistas». Lo que no le parece de recibo es que se borren murales de golpe y brochazo sin venir a cuento. Además, el remedio acaba siendo peor que la enfermedad porque «cuando blanqueas la gente sale rápidamente a hacer piezas». Y no es lo mismo hacer las cosas bien, con calma, que «gastarse 30 euros en seis botes, hacer una pieza en 15 minutos y huir».

«En los patios de los colegios hay cada vez más grafitis porque la gente ya no tiene miedo a que los chavales cojan un espray»

Gracias al empeño de los escritores locales, la perspectiva social sobre el grafiti ha cambiado sobremanera durante los últimos años. «Ha arraigado en la ciudad, la gente no lo ve como algo negativo», remarca Juan a sabiendas de que, con el paso del tiempo, han proliferado numerosos talleres y actividades relacionadas con este elemento indispensable de la cultura Hip Hop.

Poco a poco, el movimiento «se ha ido expandiendo». Tanto que «en los patios de los colegios hay cada vez más grafitis porque la gente ya no tiene miedo a que los chavales cojan un espray». De hecho, ni la Policía se sorprende cuando ve a un artista, con sus aerosoles y la escalera en plena faena, porque salta a la vista que lo suyo no es vandalismo sino un regalo visual para la ciudad.