No sabíamos que era el último programa de Futuro Imperfecto. Por un tiempo. Tampoco parece que el propio Andreu Buenafuente sabía que iba a necesitar parar, pues concluyó el show con «hasta la próxima semana». Terminaba una noche que fue una lección de televisión. A España, nos ha llegado cuarenta años tarde el síndrome del late show norteamericano y, ahora, parece que todos los programas de comedia deben repetir la fórmula yankee de Johny Carson: presentador protegido por un escritorio y, a su derecha, el invitado sentado en un sofacito para que toda su comunicación no verbal quede a la vista. Piernas incluidas.
La mesa la vemos con David Broncano, la mesa la vemos con Marc Giró, la mesa la vemos con Henar Álvarez. Así es la homogeneización de hasta la creatividad. Con la de universos propios que se pueden crear a la hora de idear un espacio de entrevistas. De hecho, mientras todos repiten una vieja escenografía que lleva décadas infalible, Buenafuente se ha liberado de la mesa con la que ha convivido décadas en sus míticos programas. Y ha recordado la esencia de la varieté televisiva: la imaginación del todo puede pasar bajo los focos.
En Futuro Imperfecto, se ha optado por un escenario desnudo. Arriesgado para gurús: Andreu Buenafuente y su micro a solas podría dar miedo a muchos. Una noche entera de monologuista podía pecar de cosa plana para el prime time con horario de late night. Sin embargo, el guion de Andreu conversa bastante más que tantas tertulias que plagan la tele. Es más, cada episodio logra convertir el teatro en una diversidad de mundos. Incluso transformando a Andreu en un chef volador, cocinando en una ingravidez atada a un arnés colgado del techo. Una estampa hilarante desde la sencillez.
Así Futuro Imperfecto recuerda que la tele es jugar. Y deshacerse de la mesa ha invitado a explorar la comedia de gran formato. Sin ataduras. El escenario es el que se va adaptando a los protagonistas que van aparenciendo en él y no al revés. Lo mismo puede levitar Carles Tamayo que aparecer Silvia Abril como carillón de la Puerta del Sol.
Porque darán los dos juntos, Andreu y Silvia, las doce uvas en TVE. Aunque hasta a la hora de anunciarlo Buenafuente evidenciaba el nervio por el peso de la responsabilidad que supone felicitar el año en la cadena pública. Normal, pues las expectativas están altas tras sus retransmisiones de los Goya, que conjugaban tele bien trabajada: desde el pensamiento hasta el ensayo. Un final de año, por tanto, requiere serenidad creativa previa.
Lo que no esperábamos es que solo unas horas después de un programa tan redondo como el del jueves, que lideró en su franja con comedia inteligente en épocas de ruido estridente, la productora El Terrat anunciara que Andreu Buenafuente suspendía toda su agenda por “motivos de exceso de carga laboral y por prescripción médica”.
“Tengo que parar un poco para recuperarme y volver con la energía que se merece todo lo que hago. Gracias por la comprensión, el apoyo y el cariño”, ha explicado él mismo en un comunicado. Como consecuencia, la emisión de Futuro Imperfecto se interrumpe de momento, junto a otros proyectos. Pero las campanadas siguen en pie.
Buenafuente no solo se ha liberado de la mesa en la tele, también se suelta las ataduras del vivir para trabajar. En la vida, a veces, la responsabilidad está en parar. Una rareza en épocas en las que muchos se dan golpes en el pecho demostrando que disfrutan de los menos días de descanso posibles. En la misma tele, antes los presentadores se iban dos meses de veraneo para que el público los echara de menos, ahora agarran bien la silla. No vaya a ser.
Andreu está en otro lugar. Y lo comparte con la naturalidad que merece ser consciente de cuando no queda otra que frenar y coger aire para poder seguir mejor. No todos pueden hacerlo. No a todos la contradictoria realidad se lo permite. Pero, hasta en una baja médica, la comedia puede ser un reflejo de esperanza. Incluso de saber que no estás fallando por una pausa en una sociedad en la que hemos normalizado confundir felicidad con productividad. También en vacaciones. Andreu, no te preocupes. Te esperamos.