A pesar de que ha cumplido cuatro décadas de andadura y de ser la quinta vez que se ofrece en las temporadas del Gran Teatre del Liceu, el éxito de esta muy eficaz y divertida producción, con dirección de escena de Mario Gas repuesta por Leo Castaldi, ha sabido conquistar nuevamente al público barcelonés (ver previa en este enlace). El popular melodramma giocoso de Gaetano Donizetti, con su trama de comedia de enredos, llena de equívocos y musicalmente rica en dúos, arias y coros de una calidad excepcional, sigue latiendo con poderío en un montaje que ya se podría calificar de clásico.

La escenografía y vestuario de Marcelo Grande transfieren la acción de L’elisir donizettiano a la época mussoliniana, convirtiendo al pelotón del sargento Belcore en un contingente de camicie nere y ofreciendo la trama de forma muy eficaz en una pequeña plaza de un barrio obrero con una muy adecuada caracterización de los personajes.

Lamentablemente, antes de iniciarse la función de estreno, se anuncio que el tenor mexicano Javier Camarena estaba indispuesto y que cantaría en su lugar el tenor programado para el tercer reparto de la quincena de funciones de esta reposición, el cantante criado en Nueva Zelanda de ascendencia tongana Filipe Manu. Toda una oportunidad para este joven intérprete, ganador del Concurso Tenor Viñas 2024, que organiza el Liceu y que ha pasado por el programa de formación del Covent Garden de Londres. Y el artista supo aprovecharla, porque cumplió con adecuación con el papel de Nemorino; en todo caso lo defendió con una voz blanquecina, de escasa proyección y agudos poco punzantes. A su lado debutaba el papel de Adina la soprano local Serena Sáenz, quien ofreció una lectura excelsa del personaje, vital y elegante a nivel actoral, de firme emisión canora y espectacular registro agudo por proyección y técnica; fue capaz de modular la voz a conciencia, dejando en ocasiones en evidencia al tenor.

Excelente vocal y dramáticamente el Belcore del barítono británico Huw Montague Rendall, quien debutaba también en el coliseo de La Rambla. Muy meritoria también la interpretación de Gianetta de la soprano de Tarrasa Anna Farrés en un reparto eminentemente joven que contó con el Dr. Dulcamara del gran barítono italiano Ambrogio Maestri como puntal de la representación: carismático, de voz intensa y profunda, nuevamente demostró se un intérprete ideal para este tipo de personajes, con un silabato excelso y una presencia escénica comunicativa y cargada de simpatía que hizo las delicias del público en una producción que le brinda un gran protagonismo, especialmente con la repetición de la escena final desde el patio de butacas, como propina nada improvisada.

El Coro del Gran Teatre ofreció una lectura muy eficaz y empastada formando parte activa de un montaje que juega muy eficazmente con sus movimientos y caracterizaciones, especialmente en las escenas finales de cada acto. El director musical venezolano Diego Matheuz, proveniente, como su valedor Gustavo Dudamel, de El Sistema, ofreció una lectura sin duda interesante de la partitura, aunque en ocasiones en exceso trepidante, tapó a algunos de los solistas con excesos de volumen orquestal y en diversas escenas no adecuó el foso a la acción sobre el escenario. Aun así obtuvo numerosos aplausos al final de la velada junto al resto de solistas, orquesta, coro y figurantes. * Fernando SANS RIVIÈRE, director de ÓPERA ACTUAL