Llegó el mes de junio, el buen tiempo, el calor en los valles y fue como si alguien regalase premios allí arriba, en las montañas: gente por doquier recorriendo senderos a pie, en bici, a la carrera, todos buscando aire puro y fresco en las alturas. Pero este verano ha sido diferente, peor: entre el 21 de junio y el 23 de julio, 83 personas han fallecido en los Alpes italianos y cinco siguen desaparecidas. Una exageración, un 20 % más de lo habitual según el CNSAS (Cuerpo Nacional de Rescate Alpino y Espeleológico), que se muestra superado ante la avalancha de intervenciones a realizar. Sencillamente, no dan abasto.
En contra de lo que pueda parecer, los accidentes mortales no se dan en actividades técnicas de alpinismo, sino entre senderistas, que encabezan las estadísticas recogidas en el país transalpino en 2024: 44,3% de los 466 fallecidos eran senderistas, 14% esquiadores alpinos y nórdicos, 6,8% ciclistas de montaña, 5,9% alpinistas y escaladores y 3,4% buscadores de setas. Entre las causas más repetidas de fallecimiento, las caídas y los resbalones ocupan un 43,2% de los incidentes, el agotamiento un 26,5%, las enfermedades súbitas un 12,7%, mientras que el mal tiempo (4,1%), los corrimientos de tierra (1,3%), las avalanchas (0,7%) y los shocks anafilácticos (0,4%) explican el resto de fatalidades.
Rescate en una arista de los Alpes italianos a cargo del CNSAS.
En España, más de un 40% de los fallecidos son practicantes de senderismo, una actividad que tiene una baja percepción de riesgo. Santi Padrós, alpinista y guía de alta montaña afincado desde hace años en las Dolomitas, considera que “el buen tiempo explica en parte tanto desastre”. “Todos se animan a salir a la montaña, pero muchos olvidan salir preparados y, además, van a saco: a por la cima o a cumplir su propósito de la manera que sea. Y se ven cosas alucinantes, como gente andando por glaciares sin encordarse…”, lamenta.
El Corriere Della Sera publicaba recientemente una entrevista al responsable del socorro alpino, uno que avistó tanta insensatez en las montañas que ya no sabe cómo contenerla: “Nunca he visto tanta muerte en un solo mes. Hemos superado todos los límites y estamos un 20% por encima de la media. Hace calor, buscan el fresco, se animan entre ellos en las redes sociales y ni siquiera piden información porque consideran que es humillante. A algunos les salvamos la vida y después se niegan a pagar…”.
Los hay que salen de noche, tras el turno de trabajo, vestidos para ir de tapas y se pierden en las alturas. Y llaman al socorro al borde de un ataque de nervios. Los hay que acuden a una pared sin cuerda ni arneses, porque han leído mal la guía y pensaban que para escalar la montaña bastaba con caminar por un sendero un tanto aéreo. Los hay que se meten en una vía ferrata portando un bebé en sus mochilas… hasta que deben pedir ayuda.
El perfil de los fallecidos es revelador: el 80,4% son italianos, seguidos por alemanes (6,8%), franceses (1,6%) y austriacos (1%). Se trata de hombres en su mayoría (67,9%) de una edad de entre 50 y 60 años, seguida de mayores de 60 y jóvenes de entre 20 y 30 años. El 91,4% no están federados. El análisis del CNSAS revela la constante presión sobre el sistema de rescate de montaña, que no está saturado, pero se acerca peligrosamente a su límite. Todos los actores implicados en los rescates piden a gritos prevención, concienciación y formación en el medio natural para reducir los riesgos y limitar el número de accidentes. Es decir, sentido común para no confundir la montaña con una feria estival.