Jon Garay

Lunes, 24 de noviembre 2025, 00:10

El primer beso entre seres humanos del que se tiene constancia se remonta a hace 4.500 años. Aparece en una tablilla de arcilla babilónica en la que una pareja tiene relaciones sexuales, según mostró un estudio publicado en mayo de 2023. «Se han conservado cientos de tablillas de arcilla que contienen claros ejemplos de que los besos eran parte de la intimidad en aquellos tiempos», explicaban. Sin embargo, besarse no es un comportamiento exclusivamente humano. Todo lo contrario. Es algo muy común entre los primates, desde los chimpancés y los bonobos hasta los orangutanes. Ahora, una investigación llevada a cabo por especialistas de la Universidad de Oxford ha llegado a la conclusión de que esta práctica se retrotrae mucho antes en el tiempo, a hace entre 16,9 y 21,5 millones de años.

«Esta es la primera vez que se adopta una perspectiva evolutiva amplia para examinar el beso. Nuestros hallazgos se suman a un creciente conjunto de trabajos que destacan la notable diversidad de comportamientos sexuales que exhiben nuestros primos primates», asegura Matilda Brindle, autora principal y bióloga evolutiva del Departamento de Biología de la prestigiosa institución británica.

Para reconstruir la historia evolutiva del beso lo primero que tuvieron que hacer los investigadores es definir qué es exactamente. No es tan sencillo como pudiera parecer, ya que hay muchos comportamientos en la naturaleza de contacto boca a boca que se asemejan al ósculo. Dado que estudiaban esta práctica entre diferentes especies, la definición también debía ser aplicable a una amplia gama de animales. Convinieron entonces en definirlo como un contacto boca a boca no agresivo que no implica transferencia de alimento.

Establecido el punto de partida, recopilaron datos de la literatura científica sobre qué especies de primates modernos han sido observadas besándose, centrándose en el grupo de monos y simios que evolucionaron en África, Europa y Asia, entre ellos, los citados chimpancés, bonobos y orangutanes. El siguiente paso fue realizar un análisis estadístico -técnicamente se llama modelado bayesiano- para simular diferentes escenarios evolutivos a lo largo de las ramas del árbol genealógico de los primates para calcular la probabilidad de que distintos ancestros también se besaran. Tras hacer diez millones de simulaciones, llegaron a la conclusión de que el primer beso habría tenido lugar en una orquilla temporal de entre 16,9 y 21 millones de años.

El estudio permitió llegar a otras conclusiones. Una, que es muy probable que también los neandertales se besaran. Otra, que lo hicieran tanto entre ellos como con nuestra especie, algo que no sorprende ya que en llevamos aproximadamente un 2% de genes de nuestros primos evolutivos.

El ósculo tiene mucho de misterioso desde el punto de vista evolutivo. Para la reproducción no tiene ninguna ventaja. Tampoco parece tener ningún papel evidente para la supervivencia. Sin embargo, sí se sabe bien su elevado riesgo de transmisión de enfermedades. Es el caso, por ejemplo, del virus del herpes tipo 1, que se propaga mayoritariamente por contacto bucal y causa infecciones en la boca y la faringe. Según algunos expertos, y en el caso de los humanos, el beso con fines sexuales (no el amistoso) serviría para evaluar a la pareja -de forma inconsciente- con las señales químicas que se transmiten en la saliva y el aliento- y para comenzar la excitación que allana el camino para la relación sexual. «Aunque besarse pueda parecer un comportamiento común o universal, solo está documentado en el 46 % de las culturas humanas», precisa Catherine Talbot , coautora y profesora adjunta de la Facultad de Psicología del Instituto Tecnológico de Florida.

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