Por todos es sabido que en los concursos y certámenes nunca llueve a gusto de todos. Ya se trate de literatura, pintura, música o de ver quién es la reina infantil de las fiestas del pueblo, la polémica suele estar servida. El caso más reciente … y mediático lo tenemos en el último Premio Planeta concedido al escritor y contertulio de El Hormiguero Juan del Vals, que ha suscitado un aluvión de críticas en el mundo de la cultura a nivel nacional.

Aquí en Córdoba, capital del planeta jondo durante la celebración del Concurso Nacional de Arte Flamenco este mes de noviembre, no íbamos a ser menos. En este caso, el revuelo lo ha generado la denuncia de un desconocido colectivo -Observatorio Técnico Independiente de la Cultura- a través de un comunicado publicado por la agencia EFE horas antes de la gala de entrega de premios del certamen. En él, se apuntaba a supuestos conflictos de intereses entre miembros del jurado y algunos de los finalistas.

No es la primera vez que se cuestionan los fallos del ‘concurso de concursos’ a lo largo de sus casi setenta años de historia. Ni los de otros como el de Las Minas de La Unión. De hecho, algunos aún chirrían en la memoria de muchos aficionados. Sin embargo, sí es una de las pocas veces en las que se ha llevado a cabo una denuncia pública ante los medios, lo que, al margen de la escasa o nula sustancia de la misma, supone un torpedo enviado a la línea de flotación de un concurso que desde hace años lucha por no irse a pique.

Con estos antecedentes, fue inevitable que la gala final estuviera marcada por el runrún de una polémica que acaparaba el cuchicheo de los aficionados presentes en el Gran Teatro momentos antes de la ceremonia. Una velada planteada en clave de humor por el exgomaespuma Juan Luis Cano en colaboración con el mago Javier Martín, donde se alternaron sketches, trucos de magia y monólogos.

Para aligerar el tedioso protocolo, la presentación de los ganadores se hizo a través de una breve entrevista grabada en vídeo, dejando a los ganadores en un segundo plano y privándoles de la oportunidad de dirigirse al público al recibir su galardón. Solo la cantaora y ganadora en la modalidad de Cante, Sara Denez, se atrevió a saltarse el protocolo reclamando el micrófono para expresar su gratitud y emoción al recibir «un premio que voy a defender».

Tarantas en la Plaza del Potro

En el plano artístico, la afición pudo disfrutar de la calidad artística de los vencedores. El bajista Juan Fernando Pérez fue el primer en romper el hielo con una taranta con el título de Plaza del Potro, un claro guiño a su estancia en Córdoba como alumno del Conservatorio Superior de Música. El onubense, que puso en valor su depurada técnica con púa y rasgueos, pasará a la historia como el primer ganador de la modalidad de Instrumentista Flamenco del certamen.

Tras él fue el turno del guitarrista madrileño Ángel Flores, también alumno del conservatorio de la capital, con una soleá titulada Memorias y un toque de esencia clásica y flamenquísima.

Las mujeres fueron las protagonistas en la recta final de la velada. Primero con el cante de la cordobesa Sara Denez, a quien los problemas iniciales con un micrófono ni siquiera pudieron empañar el poderío de su voz por caña y cantiñas, que nos dejó los mejores momentos de la noche. Y luego con el baile por guajiras de la granadina Cristina Soler, una actuación en la que demostró su manejo de la bata de cola y el abanico, pero que quedó deslucida por una sonorización que no permitió escuchar su zapateado.

La tradicional foto de familia sirvió de despedida a otra edición del concurso nacional, que sigue tratando de encontrar su espacio en un entorno cultural donde la promoción y el reconocimiento artístico ya no pasan por la obtención de premios en certámenes.