Pocas personas disfrutan de la melancolía que acompaña el invierno en las latitudes más altas del planeta. En hasta una décima parte de la población, las prolongadas horas nocturnas pueden desencadenar un tipo de depresión conocido como trastorno afectivo estacional (TAE). Se desconocen sus causas fisiológicas exactas. Entre las posibles se encuentran unos niveles más bajos de melatonina (una hormona que regula los patrones de sueño), la disminución de los niveles de serotonina (un neurotransmisor) y la alteración del reloj circadiano interno del cuerpo (que controla todo tipo de procesos corporales).
Los antidepresivos pueden se de ayuda, pero a menudo tienen efectos secundarios. Muchas personas prefieren tratar la causa de fondo y compran aparatos diseñados para emitir luz brillante con la esperanza de eliminar la melancolía provocada por el TAE. Esos aparatos son muy variados: van desde dispositivos que parecen lámparas de escritorio normales hasta otros que se recuerdan una tablet o un teléfono inteligente sobre un soporte. Muchos médicos los recomiendan como tratamiento inicial para ese trastorno.
Resulta difícil comprobar su eficacia real. En un ensayo clínico con fármacos, por ejemplo, es relativamente sencillo administrar el medicamento real a algunos pacientes y una pastilla de azúcar como placebo a otros. Sin embargo, la realización del mismo tipo de prueba con la fototerapia significaría impedir que un gran grupo de personas se expusiera a cualquiera cosa que se pareciera a la luz diurna durante largos períodos de tiempo. Aunque sea posible encontrar voluntarios, es algo sólo realmente factible en grandes instituciones, como hospitales y residencias. Se han realizado algunos estudios en esa línea, pero en la mayoría de los casos ha habido que conformarse con un control menos riguroso.
Los dispositivos que emiten luz predominantemente azul, verde o blanca tienen una eficacia similar
Una vez hechas estas salvedades, hay que decir que las pruebas parecen positivas. El año pasado, una revisión de 21 estudios dirigida por Tu Zhe-Ming, del Centro de Salud Mental de Jingzhou (China), concluyó que la terapia de luz parece funcionar. En marzo, se publicó otra revisión realizada por Mihaela Bucuta, psicóloga de la Universidad Lucian Blaga de Sibiu (Rumanía), y sus colegas. En ella se concluía que el uso diario hace que entre el 60% y el 90% de los pacientes experimente una “remisión de los síntomas”.
En cuanto a los dispositivos más eficaces, todos los que emiten luz predominantemente azul, verde o blanca parecen tener un efecto similar. Y es posible que la intensidad sea menos importante de lo que quieren hacer creer las afirmaciones publicitarias de las lámparas. Muchas presumen de alcanzar brillos de alrededor de 10.000 lux, un brillo muy superior a la iluminación interior habitual y más cercano a la luz exterior de día agradable. De todos modos, una luz menos intensa también parece funcionar, aunque es posible que la lámpara tenga que estar encendida durante más tiempo.
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Tampoco parece que esos dispositivos den lugar a muchos inconvenientes. Si bien algunos usuarios informan de dolores de cabeza, irritación ocular y visión borrosa, dichas quejas son poco frecuentes.
Los beneficios son lo bastante significativos como para que se hayan realizado muchas investigaciones acerca de eficacia de la fototerapia en pacientes con otras formas de depresión que no son de tipo melancólico. Y, de nuevo, los resultados parecen prometedores. La revisión de Bucuta concluyó que la terapia lumínica puede, por sí sola, ser eficaz contra la depresión en el 44% de los casos. Cuando se combina con antidepresivos, la cifra aumenta hasta el 76%. Ese tipo de observaciones ha llevado a los investigadores a realizar experimentos en los que se comparan los resultados de la terapia con medicamentos o luz por separado con la combinación de ambas. Los resultados vuelven a apuntar a que la combinación de ambas parece producir mejores resultados que los medicamentos por sí solos.
Todo ello es motivo de alegría ahora que se acercan las noches otoñales. Para quienes padecen depresión invernal, la luz al final del túnel quizás brille desde una lámpara.
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Traducción: Juan Gabriel López Guix