«La democracia no es un estado que se conquista de forma permanente, es un privilegio que debemos defender cada día de nostalgias infundadas, de intereses económicos, de ataques que van cambiando su forma: hoy son campañas de desinformación y también abusos de poder». Estas … palabras pronunciadas por el propio Pedro Sánchez en la presentación de una serie de Movistar Plus+, valga la redundancia, nada más conocerse la condena al Fiscal General del Estado llevaban una enorme carga de profundidad hacia el mundo de la empresa.

El presidente del Gobierno ha desempolvado su tesis de las oscuras maniobras de los «señores del puro y la chistera» que amenazan su muy democrática mayoría Frankenstein para poner en marcha el asalto definitivo a los consejos del Ibex 35. La oficina económica de Manuel de la Rocha analiza con lupa el vencimiento de mandatos de consejeros y las vulnerabilidades en la gobernanza de grandes empresas para empotrar a sus peones antes del diluvio final de legislatura que intuye se avecina.

La estrategia es clara: un nuevo Gobierno puede cambiar rápidamente el Consejo de Ministros, pero los órganos de gobierno requieren unas mayorías más sofisticadas de lograr que, en el peor de los casos, permitirían al sanchismo el bombeo de recursos económicos desde el terreno conquistado durante varios meses por mucho que cambiara el color del Ejecutivo.

Ahí reside la importancia de sus palabras sobre los «intereses económicos» que Sánchez presentaba como oscuros elementos de presión ilegítima a los que, por ende, cabría contraatacar por cualquier medio disponible.

El plan supondría un serio palo entre las ruedas de un futuro nuevo Gobierno, que se encontraría con empresas estratégicas blindadas orbitando en torno al sanchismo. Y ahí caben todas: telecomunicaciones, banca, energéticas e infraestructuras… el relato del «abuso de poder» desde instancias judiciales y económicas está en marcha y sus socios de Gobierno lo afianzan con epítetos como «golpe de estado ‘soft’». RTVE sirve de altavoz mañana, tarde y noche e incluso ha recuperado a Pablo Iglesias de su retiro tabernario para asegurar en directo con sus cuates Jesús Cintora y Luis Arroyo que todo vale para enfrentarse a los enemigos del Gobierno.

No faltan los susurradores que, espoleados por la que se le viene encima al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y al mundo Maduro, ‘cansinean’ con eso de que «en unos meses nos hemos hecho con el control de Telefónica y hemos dinamitado la opa del BBVA; querer es poder». En eso están, queriendo. A toda velocidad porque esto se acaba entre mordidas del 2%, comisiones de hidrocarburos y desprestigio internacional.

Los mismos ponen el ejemplo de Mariano Bacigalupo, el marido de la comisaria Teresa Ribera, a la que todavía están esperando por Valencia. El ínclito, desde su sillón en la CNMV, parece ser que resultó determinante para bloquear la reacción del banco de Carlos Torres haciendo imposible en la práctica una segunda opa sobre el Sabadell. Jugando con los tiempos, la información filtrada y la letra pequeña de las decisiones que tomó el regulador, al que quizás, dicen las malas lenguas entre bambalinas, le cuesta algo más de la cuenta dar la cara en muchos temas delicados que pudieran haber afectado al buen funcionamiento de los mercados de valores en España, ya que entre sus funciones tiene la obligación de supervisar e inspeccionar su actividad, asegurar la transparencia, proteger a los inversores y promover la correcta formación de precios.

Mientras, en La Moncloa corren estos días listas de nombres y apellidos para incluir en los consejos de administración de las principales empresas de este país y candidaturas bien apadrinadas para presidir algunas de ellas, con especial mención a prohombres del gusto del presidente de la Generalitat catalana, Salvador Illa, y sus intereses económicos, que parece que el futuro del PSOE se divide entre Santo Domingo y el Palau.

Más valdría que el PP y sus posibles socios de coalición estuvieran más atentos a lo que se cuece en el Ibex y a pedir ayuda de Europa ante una injerencia masiva que a caer en las trampas argumentales de las gafas de Sánchez o los bolsos de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz. Una pista: cojan con pinzas a todos aquellos aprendices de ejecutivo que se esfuercen en recordar sin que nadie les pregunte que ellos son muy profesionales y que no le deben nada a ningún político. Dicho queda.