Lunes, 24 de noviembre 2025, 00:09
Hace casi cien años se construyó el edificio que daría un giro a la arquitectura del siglo XX, el pabellón alemán para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Atribuida en solitario a Ludwig Mies van der Rohe, el diseño de pilares cruciformes para sostener el edificio, dejando que los demás elementos sean flotantes, encontró un «nuevo principio espacial». Pero detrás de esta construcción emblema de la modernidad estuvo una mujer hasta ahora olvidada, Lilly Reich. Siguiendo los pasos del artista Josef Albers, la investigadora Laura Martínez de Guereñu encontró unos planos originales de las exposiciones en el MoMA de Nueva York. «Eran grandísimos, preciosos, con detalles constructivos firmados por Reich». Este descubrimiento dio paso a una tesis: ¿Reich fue coautora del pabellón?
Rebuscando en centros de Alemania, España y Estados Unidos y basada en cartas, trayectorias, estudios y material original de las colaboraciones entre ambos, Martínez de Guereñu concluyó que sí, que la aportación de ella estaba al mismo nivel que la de él, a pesar de la opinión mayoritaria de varias generaciones de académicos.
Uno de los indicios: «No hay nada en la obra de Mies anterior a su asociación con Reich que explique la sensibilidad por los materiales utilizados en el pabellón, ni en la manera en la que empezó a realizar una arquitectura de mayor fluidez más allá de la racionalidad geométrica», explica Martínez de Guereñu, profesora del IE School of Architecture & Design y autora de ‘Lilly Reich en Barcelona: La materialización de una autoría descuidada’. «Todo eso se lo debía a Reich. De hecho, trabajar con ella fue una de las condiciones de Mies para aceptar el proyecto».
Diez años después, cuando Europa se revolvía en las circunstancias que darían paso a la II Guerra Mundial, el arquitecto emigró a Estados Unidos, en 1938, donde levantó rascacielos en Chicago que consolidaron su fama. Mientras que Reich se quedó en Alemania y custodió los archivos de ambos hasta su muerte prematura en 1947.
Descuidos y omisiones
«Era una época en la que a una mujer nunca se le hubiese confiado un proyecto de 16.000 metros cuadrados, que era la dimensión del proyecto alemán de Barcelona. Los encargos se los dieron a él, y ella, quizás satisfecha por poder tener acceso a ese trabajo y haber roto un techo de cristal, no veló por el reconocimiento de su autoría, a pesar de que la dejaron de lado en la inauguración. Mies sabía que se convertiría en uno de los arquitectos más importantes del siglo y ella siguió trabajando».

Uno de los planos de Lilly Reich, encontrados en los archivos del MoMa.
L. Martínez de Guereñu

En el verano de 1939, ella le visitó en América. Eran pareja desde 1925, no sólo laboral, y aquel fue su último encuentro. «Cuando ella estaba en el barco de vuelta estalló la guerra», mantiene Martínez de Guereñu, que presenta su trabajo en el Museo de Bellas Artes de Bilbao esta semana. «Por los planes megalómanos de Hitler se derribó el edificio donde estaba el estudio de Mies y ella salvó su legado, que luego quedó destruido en un bombardeo». Hasta 1943 se mantuvo la correspondencia entre los dos arquitectos.
La investigación de Martínez de Guereñu, ganadora de la primera Beca Lilly Reich de la Fundación Mies van der Rohe, se divide en tres apartados: ‘Indiferencia’, ‘Borrado’ y ‘Pérdida’, que recogen con minuciosidad la vida de Reich, desde su perspectiva y voz, relacionada con su obra arquitectónica, no sólo el pabellón cuya autoría ahora surge del olvido. Después de ocho meses de exhibición, el pabellón sólo pervivió en catorce fotografías hasta 1986, cuando el Ayuntamiento de Barcelona lo reconstruyó. Ahora es un lugar de peregrinaje cultural.
Reporta un error
