Cuando uno quiere vuelve es porque nunca se ha ido del todo. Como tantos otros portuenses antes que él, hace nueve años que el Monkey Week SON Estrella Galicia dijo adiós a su hogar para partir hacia Sevilla. Y aunque le fue bien y parecía ser feliz allí, se inventó una fórmula —el Monkey Weekend— para no irse del todo y quedarse por aquí —el Puerto, su casa— aunque fuera por un fin de semana al año. El idilio con la capital hispalense se rompió y, como suele pasar en estos casos, uno siempre intenta volver al lugar donde ha sido feliz. Sobre todo, si ese lugar es casa.
Esta semana el Monkey Week SON Estrella Galicia ha disfrutado de un prometedor y satisfactorio regreso al Puerto. Si hablamos tan solo de cantidad, la gran afluencia de público que se ha reunido en sus calles entre el 20 y el 22 de noviembre ha podido disfrutar de casi un centenar de conciertos, además de showcases, reuniones para profesionales del sector y algún que otra sorpresa en los bares de la ciudad, los días previos al festival. Pero como la felicidad no se mide (solo) en cuántos, sino en dónde, quiénes y cómo, el Monkey Week ha disfrutado y hecho disfrutar con un cartel lleno de artistas emergentes, bandas ya asentadas, así como alguna presentación sorpresa, en lugares como el Castillo de San Marcos, el Monasterio de la Victoria o la Plaza de Alfonso X El Sabio, entre otros enclaves emblemáticos de este festival.
Quién mejor para ilustrar simbólicamente esta vuelta a casa que el grupo Sanguijuelas del Guadiana —«suerte la tuya de vivir donde naces»—, que dio la mejor entrada posible a esta edición del festival. Sin embargo, un poco antes, en la tarde del jueves, quienes realmente inaguraron esta vuelta al Castillo de San Marcos fue Anouck The Band. Más tarde, este enclave lo ocuparía con puntualidad rigorosa la banda extremeña, uno de los nombres que han marcado este 2025 debido a la gran acogida de crítica y público de su primer álbum ‘Revolá‘ y que sin duda se convirtió en uno de los reclamos más fuertes del festival en cuanto se anunció su presencia en el mismo.

Sanguijuelas del Guadiana en el Monkey Week.
E. M. M.
A medida que caía la noche y bajaban las temperaturas en el Puerto, el público iba llenando poco a poco la bodega del Castillo de San Marcos para disfrutar de uno de esos conciertos que llevan el sello ‘Monkey’: la banda de la que todos hablan (y de la que aún queda mucho por hablar). Entre sus calles, la ciudad volvía a vibrar en una frecuencia única, músicos y público compartían terrazas en los instantes previos al concierto, lucían pulseras y acreditaciones con ese latido emocionado de volver a casa.
Jueves: de Sanguijuelas a julia de arco
En la sala Milwaukee, otro de los escenarios clásicos de este festival, la artista chiclanera Musgö toma el relevo de Anouk de Band, antes de que el festival se convierta en un ‘elige tu propia aventura’. Allí, la paisana gaditana deleita al público con su arpa y una mezcla pegadiza de folclore y electrónica. Pasa un minuto de las diez y Sanguijuelas del Guadiana se mete en harina. A más de uno lo pilla descolocado en el patio del ‘Castillito’ y tiene que apretar el paso para no perderse los primeros instantes del concierto. Las primeras filas son para las banderas extremeñas. «Soy de Extremadura y llegué aquí en 2014», comenta una mujer acompañada de sus niños en la primera fila. «Nunca pensé que iba a poder ver a Sanguijuelas en el Puerto, en cuanto vi que venían corrí a comprar la entrada», relata.
La bodega está a reventar. Suenan con fuerza canciones como ‘100 Amapolas’, ‘Jaribe’ o ‘Revolá’, incluso una versión de ‘Me quedaré’, de Estopa, que les viene como anillo al dedo (ya que el grupo catalán es una de sus principales influencias). La banda cierra con ‘Llevadme a mi Extremadura‘ una hora de concierto que es mucho más que un show, es una de las muchas experiencias compartidas, esas pequeñas perlas que se crean en el Monkey y que tienen que ver con la forma en la que se vive la música en este festival.

Los argentinos Winona Riders en la bodega del Castillo de San Marcos.
E. M. M.
Entre las 22.00 h. y las 23.00 h. comienzan también los conciertos de J Battle (sala Padreo), de los portugueses Madness (en el Teatro Muñoz Seca) y de Karmento en la Milwaukee, el relevo perfecto para ir entrando en calor, antes de ver a Çantamarta o a los Winona Riders, dos de los nombres fuertes del jueves. Çantamarta, con esa mezcla de estilos e influencias que van de la música tradicional a la electrónica y los Winona Riders, con esa propuesta de rock argentino clásico y una puesta en escena arrolladora. El primer pogo del festival, de hecho, corre a cuenta de los argentinos, en una actuación marcada por los riffs pesados del grupo y el hipnótico trance con el que Gabriel Torres (percusión) intenta contagiar al público.
Por su parte, Calequi y las Panteras ponen ritmos latinos a la noche desde el Milwaukee mientras Mitsune ofrece una de esas rarezas propias de este festival, con una mezcla de folk japonés que cabalga entre lo psicodélico y el jazz y que tiene una fuerza escénica muy poderosa, tanto por los atuendos como por la actitud de la banda sobre las tablas. La sevillana julia de arco le pone la guinda a la noche del jueves desde el Castillo de San Marcos, con esa mezcla de punk y electrónica que bebe directamente de los nuevos géneros surgidos de la ‘música laptop’, donde el artista es a la vez intérprete, productor, arreglista y DJ. Presentando su EP ‘RAAAH!’ y «poniendo fin a su ciclo» (según el propio festival en sus redes), la sevillana ofreció una de las actuaciones más interesante de la noche, en una jornada que termina con Ven’nus, Idiope, los portugueses The Flying Monkeys, Blaya y la sesión de Tiraya & Patataonstereo en Padreo, bien entrada la madrugada.
Viernes: ‘Objetivo Cervatana’
El dilema en el Monkey es siempre el mismo: o quedarte hasta tarde para aprovechar el día o irte pronto si tienes intención de volver temprano en la próxima jornada. Luego están los que piensan que dormir es de cobardes. El viernes el Puerto amaneció con la certeza de que nadie quería perderse la presentación oficial de Cervatana —la nueva banda de Miguelito García y José Ugía (DMBK) junto al músico multiinstrumentista Francisco Sánchez— que tendría lugar a las 3.30 en el patio del Monasterio de la Victoria, pero con la duda de si la intensidad de la jornada (y el sueño acumulado) iban a poder con las ganas.
Cada día, el Monkey suma un nuevo escenario. En el caso del viernes, y del Monasterio, el Monkey contaría con tres nuevos enclaves para una sesión maratoniana de bandas. Comienza el día con el primer tramo de la tarde para Pleito en Casa Cossío, la cantautora argentina Delfina Campos en el Teatro, los franceses Moundrag en el Castillo y Las Niñas del Charli en el Milwaukee. El desfile de bandas no cesa, una tras otra, entre estos escenarios, protagonistas de la tarde del viernes: el uruguayo Gonzalo Brancciari —una de las apuestas más personales del Monkey—, Lagoss, Bernarda, Dulzaro. Entre los nombres más sorprendentes, Los Chivatos, que abrían la jornada en Padreo y que han sido una de esas bandas que han corrido de boca en boca con velocidad y que, durante el festival, han contado con más adeptos que público en el concierto.

El artista barcelonés Paco Pecado.
E. M. Malpartida
Paralelamente, en Casa Cossío, el barcelonés Paco Pecado apuntalaba uno de los shows más icónicos del festival. A medio camino entre lo sentimental y lo paródico, la performance y la canción de autor, Paco Pecado encandiló a los asistentes —donde se podían contar varias filas de seguidores— con temas como la ‘Jaranera’, ‘Tango del clavel’, o ‘El club de la plaza’. «Soy muy fan de las ferias y las bodegas y aquí en el Puerto sois unos maestros de ambas, es un placer estar aquí», admitía el barcelonés con intensidad desde el escenario, antes de presentar una de las canciones de la tarde: ‘Raffaella’, cuya actuación requirió la ayuda de una de las mujeres del público quien, ya en escena, bailó disfrazada junto al artista, emulando a Raffaella Carrá. Así, Pecado fue encauzando el final del concierto con ‘cachito de pastel’, cuya tonada tranquila y pausada no parecía anticipar el cierre del show, con Paco saliendo del escenario en volandas, sostenido por el público.
Mientras los holandeses Devon Rexi se hacían con el escenario del Teatro Muñoz Seca, Castazabal hacía lo propio con las bodegas del Castillo de San Marcos. En temas como ‘Penitencia’ o ‘La Tara’, la artista demostraba su mano a la hora de hilvanar influencias, entre flamenco y música club, contando además con la participación de Bruno Jiménez a la guitarra en la parte más intimista de su repertorio. Una voz con mucha personalidad y una fuerza folclórica (y escénica) que ponía uno de los acentos nacionales más interesantes a una tarde llena de referencias foráneas (como Marineros o Capitao Fausto).

Castazabal, a la izquierda, acompañada de Bruno Jiménez, a la derecha.
E. M. M.
El Puerto ya era una selva de «monetes» a última hora de la tarde. Se notó la llegada de una nueva ola de asistentes, los que por trabajo o por movilidad no habían podido sumarse hasta ahora al festival. Silitia, Vangoura, Ajou!, Sofía Gabanna… El festival cogía velocidad y llegaba al ecuador con la segunda tanda de Anouck The Band (esta vez en Padreo) y Euskoprincess inaugurando el escenario de Jägermusic —la pista de los coches de choque— en el Monasterio de la Victoria. Otro de esos nombres que junto a Musgö o Los Chivatos, conformarían esa alineación de bandas que, quizás por inesperados, atesoraron muchos de los asistentes como si de una medalla al mérito se tratara.
Susobrino, Los Sara Fontan y L0rna compartían tramo con uno de los nombres que gravita con fuerza propia por el festival: La Tania llenaba el claustro del Monasterio con una actuación llena de luz y color, con ese sello tan personal que mezcla tradición y vanguardia y que ya forma parte de una generación de artistas dispuestos a mover los pilares de los estilos (que no las raíces) para derrumbar los prejuicios de público y crítica. El instante más cálido de la noche llega con el dolor hecho carne en la versión de ‘El Emigrante (La Tania en París)’, un tema que la artista se lleva a su terreno y que conecta directamente con el público que, [en su mayoría] en silencio, sigue la actuación de La Tania entre la fascinación y la sorpresa.

La Tania en la capilla del Monasterio de la Victoria.
E. M. M.
Mientras la Milwaukee encauzaba la medianoche (y la madrugada) con Analog Roots y Pio Paradox & Betty Miserias, en el Monasterio había que seguir guía en mano para ir encadenando conciertos. Teresa Iñesta comenzaba una larga noche al frente de Aiko El Grupo en la pista, firmando uno de los directos más redondos del festival, solamente igualado por su otro grupo, Repion, casi un par de horas más tarde. Poco después, una gran afluencia de público se congregaba frente al escenario de La Paloma, con una nada desdeñable cantidad de fans en las primeras filas.
«Se les escucha poco las voces», dice alguien tras el concierto. «Es que están teniendo algún problema con los técnicos», comentan. Aunque, si bien es cierto, este tipo de incidencias son las menos. Pruebas de sonido veloces, en muchos casos minutos antes de tocar, cambios de set y de instrumentos milimétricamente coordinados para que una banda deje paso a otras y, aún así, el balance es más que positivo: es imposible alcanzar la perfección cuando el cartel es tan ambicioso.
Con la medianoche llega también la hora crítica (y gélida, por la temperatura) de la jornada: el público se divide entre los frenéticos KU!, que a estas horas ya se han adueñado del estado anímico de la pista, y entre quienes optan por la propuesta ecléctica de Tristán! & The Jazz Band Air (del colectivo Rusia IDK), un directo construído desde la artesanía melódica que se va moldeando entre sintetizadores e instrumentos de cuerda y que suponía una de las citas más esperadas del festival. La acústica de la capilla del Monasterio, sin embargo, dejaba algunas notas grises por colorear, nada importante ni que pudiera empañar la noche en modo alguno, pero que sí hacía que la experiencia fuera distinta según el lugar desde el que se oyera.
El frío ya era inevitable entrada la noche. Las temperaturas mínimas se apoderaban de los pies y de las manos y en una zona como la del Monasterio eso suponía tomar algunas decisiones: había quien abandonaba, quién se iba para volver —recuerden, ‘objetivo Cervatana’—, y quienes aguantaban lo que hiciera falta para no perderse nada (siempre se puede entrar en calor en un pogo en Ortiga, otro de los nombres más luminosos de la noche).
El concierto de Repion —que venía de presentar disco (‘201’) esa misma noche— fue, sin duda, otro de esos momentos valiosos que deberíamos preservar en la memoria del Monkey. El grupo catalán, formado por las hermanas Marina y Teresa Iñesta ( acompañadas de Iris Banegas al bajo), ofreció un poderosísimo directo en la noche del viernes. Empezaron el show introduciendo en la primera mitad tres canciones de su nuevo disco: ‘Otro día será’, ‘El sueño dura una semana’ y ‘X’, además de ‘Pronto’ y ‘Qué hay de ti’, todas ellas coreadas por gran parte del público. Una vez pisado el acelerador, la tralla solo podía ir en aumento: ‘Viernes’, ‘El día no me da’ y la aplastante fortaleza sonora de ‘Brillante’ encauzan la segunda mitad de un concierto que se iba a antojar muy breve. Con ‘Barrio Somavilla’, el grupo cierra un maravilloso directo, a pesar del frío y de las horas.

Repion, durante su actuación en la pista del Monkey Week.
E M. M.
Tras Throes + The Shine, todavía había una gran masa de gente aguantando el frío de la noche en el Monasterio, esperando al ecléctico Joe Crepúsculo y a la música urgente y pegadiza de Cupido, dos cabezas de cartel que se disputaban generacionalmente el público a unas horas en las que ya pesaba sobre los cuerpos la duda de llegar a Cervatana. A las tres de la mañana, Dalila subía las revoluciones, obligando a la gente a entrar en calor con un ritmo frenético e ineludible. Increíble, pero cierto, un ejército de valientes seguía en pie a las 3.30h en el Monasterio apelotonado frente al escenario del claustro, esperando uno de los shows que más expectativas ha generado (y cumplido) el festival: la presentación oficial de Cervatana.
José Ugía a la mesa y sintes, Francisco Sánchez a la guitarra eléctrica y la sorprendente aparición de Miguelito García al bajo: el trío empezó a crear una atmósfera envolvente que hizo al público olvidarse del frío, de las horas y del lugar. Algo muy difícil de conseguir y que no está al alcance de muchos, generar ese magnetismo que fluctúa entre lo mágico y lo misterioso y que atrapa tu atención instantáneamente.

Miguelito García, durante la actuación de Cervatana en el Monkey Week.
Javier Rosa
45 minutos de show donde brillaron, ante todo, ese petardazo de ‘Cap. IV. La Bomba’, coreada y cantada por todos los presentes, pero también la coreografía de Elena Gog, cuya excepcional presencia escénica será esencial en los futuros directos del grupo. No es la primera vez, para los dos derbys de esta nueva formación al menos, que presentan una banda en un Monkey Week, y tampoco es la primera vez que el proyecto cae de pie y con tanta pegada entre el público. Dos de dos: habrá que seguirles la pista, pronto habrá noticias.
La noche acababa alto, muy alto, tanto que aún hubo quien salió del Monasterio pensando: «¿Y ahora qué hago yo con este viaje que me acabo de llevar en el cuerpo?», pero el sueño también es alto, muy alto, y el frío aún más: y aún quedaba una segunda jornada, larga y extensa (horizontal y verticalmente hablando) para despedir la vuelta del Monkey al Puerto.
El sábado es para la Plaza Alfonso X El Sabio
La guía del festival, el libreto que reparte el Monkey entre sus asistentes con información de todos los eventos, artistas, fiestas y conciertos, es casi un libro sagrado durante estos días. Muchos hacen cuentas, calculan cuánto deberían tardar en comer o cenar para no perderse a unos u otros. No se puede sobrevivir al Monkey sin él, pero para sobrevivir a él hay que ser fuertes y no ceder ante el FOMO («miedo a perderse algo»).
Los «monetes» más madrugadores ya poblaban la batalla de bandas de Radio 3 a eso de las 12 del mediodía. La Plaza Alfonso X El Sabio, enclave importante para el sábado de Monkey, volvía a relucir con un programa repleto de conciertos gratuitos. Una de esas bondades que siempre ha rodeado al Monkey y que con la vuelta al Puerto ha vuelto a encontrar su razón de ser: hacer partícipe a toda la población, a las instituciones, a los bares, a los propios portuenses.

Musgö en la batalla de bandas de Radio 3.
E. m. m.
Las Ashleys, Dean Joanne, Paco Pecado, Musgö: sobre el escenario de la plaza desfilaban artistas sin cesar, algunos tocaban un par de canciones, otros solo una, como el caso de Repion o de Aiko El Grupo: «Sinceramente, estamos destrozadas, muy cansadas, pero muy felices de formar parte del Monkey», confesaba Teresa en los micrófonos de Radio 3.
Tras la batalla de bandas, la tarde empezaba pronto en Casa Cossío con los sevillanos Helicóptero Boom presentando su primer álbum (y algunas canciones extra), ‘ALBOOM’. Esta jovencísima formación, compuesta por Mario Vega, Julia Valero (julia de arco), Berta Acosta, Marcos Amodeo y Adriano Hernán, tiene un directo lleno de garra punk y un toque dadaísta muy propio de su generación. Garage, noise, pop: la contundencia de temas como ‘Pez’, ‘ese mágico lugar’ o ‘marcos del IKEA’ congregaron a su alrededor a un público entregado y variopinto (entre los que se encontraba el propio ex alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz). Un directo donde hubo también espacio para el pogo, iniciado por el propio Mario Vega y que terminó, como buen pogo que se precie, con algún que otro culo por el suelo.

Helicóptero Boom en el Monkey Week.
E. M. M.
El grupo Por Las Noches tomaba el relevo en Cossío, mientras Salvana estrenaba el escenario de la Plaza. El día seguía su rumbo: Tristicis, Bariri, Erin Memento, G La Sosita, The Parody… la tarde se hacía amplia, enorme, variada, el Puerto era puro jolgorio y alegría, a pesar del relente y las manos frías. El momento central y otro de los más memorables recuerdos que nos deja este Monkey fue para Maximiliano Calvo en la Plaza. El compositor argentino dejó su impronta en este festival con una presencia escénica huracanada, un constante ir y venir, bailar, saltar, entre guitarras y teclados, que dejó mucho más que unas fotos icónicas: un directo para recordar.
«No me esperaba esto para nada, me está encantando», reconoce un tipo entre las primeras filas. Allí, un grupo de señoras se lleva la experiencia del día: un bailoteo semi-pogo junto a Maximiliano, que se lanza desde el escenario en modo turbo revolucionado. ‘Ok para el amor’, ‘Años 70’ y la coreada ‘FENGSHUI’ conquistan a «monetes» y paseantes. Un par de «monstruos» toman el escenario, casi al final de la actuación, para presentar su tema recién publicado: ‘Full HD’.
Maximiliano Calvo en el Monkey Week.
E. M. M.
«He decidido hacer una banda con esos monstruos que me acompañan y con los que tengo que convivir», dice Maximiliano, haciendo de ese estilo único y divertido una fórmula ganadora para hacerse con los corazones de portuenses y foráneos. La tarde sigue con Estrella Fugaz, el pop-rock afilado de RATA y la propuesta punk de Sin Bragas, además de Diamante Negro, Rizha y la seguna tanda de KU! (esta vez, en Padreo). Puntos aparte para Juventude en la Plaza, Memocracia en el teatro y Drupe en el Milwaukee. Actuaciones que, acercándose ya la noche, conseguían mantener al público alejados del frío entre brincos y bailoteos. Al poco, los sevillanos Juventude presentaron algunas de las canciones de su primer disco homónimo en una plaza abarrotada de gente.

Juventude en el escenario de la Plaza Alfonso X.
E. M. M.
Su magnético «pop surrealista para la peña de la pista», con su alocado e imponente directo entre máscaras y bailes, fue otro de los flechazos de la noche —y ya iban unos cuantos, pero el corazón del Monkey es melódicamente poliamoroso—. Temas como ‘Reina de mis males’, ‘Dicen de ti’ o ‘Morir en primavera’, sin olvidarnos de su rumba-villancico ‘La Motillo’, levantaron las palmas entre el público en más de una ocasión que, si bien no era carne de pogo —entre niños y personas mayores en las primeras filas—, dejó un sabor de boca pocas veces igualado en el festival.
Nada que envidiar los directos en la Plaza de las ochenteras Dear Joanne, ni del desenfreno de las guitarras agitadas de Ashleys, dos de las maravillosas sorpresas que nos ha dejado este Monkey. Dharmacide y Carmen Lancho abrían la gélida noche en el Monasterio, con Jardín y TOC en Casa Cossío y el Milwaukee, respectivamente. La gente hacía cola en los puestos de hamburguesas y perritos calientes, echando gasolina al cuerpo para aguantar lo que quedaba de noche, que no era poco: Frente Abierto con Lela Soto y Sebastián Cruz se hacían con el público de casa Cossío con su mezcla de rock y flamenco, mientras los franceses de La Valentina tomaban la pista y Vera Fauna se subía al escenario del claustro en el Monasterio.
Por un lado, el grupo de fusión Frente Abierto, que acaba de sacar disco recientemente (‘Guerra a todo eso’), marcaba otro de los puntos más altos del festival, en una actuación en la que contaron con Miguelito García como artista invitado. Una fiesta de altura con un grupo que ha venido a demostrar que todavía hay mucho que construir desde los márgenes de la fusión y que en materia de estilos todo está inventado, pero que desde el respeto a la raíz aún hay espacio para la originalidad.
Por su parte, la banda sevillana Vera Fauna, todavía de gira con su último disco (‘Dime dónde estamos’), demostró que este renacer no les ha traído solo nuevos miembros al grupo, sino también nuevas sonoridades con las que han expandido los caminos de su música. El suyo es uno de los discos más importantes de este año y deja en el repertorio del grupo, y en la escena, un puñado de canciones redondas, pegadizas y bailables —es decir, perfectas—, coreadas y aplaudidas entre el público del Monkey: ‘No me digas la verdad’, ‘Los grillos’, ‘Sale el sol’.

Space Surimi, en un momento de su actuación en el Monkey Week.
E. M. M.
A eso de las once de la noche en la Plaza Alfonso X El Sabio se produce otro de los momentos más esperados de esta edición del festival: la actuación de Space Surimi ante una plaza a rebosar de gente. La dupla jerezana —con ocho discos a sus espaldas— atraviesa uno de los momentos más dulces de carrera, entre crítica y público, haciendo de su estilo disfrutón y bailable un espectáculo que genera, ante todo, una instantánea comunión entre el público: da igual la edad, la música que te guste, si los conoces o no, Space Surimi te va a hacer reír, te va a hacer bailar y, sobre todo, te va a hacer pedirle al camarero que te ponga un «bogavante como la pinza del Dr. Zoidberg».
Tremendamente inflamables, los jerezanos extraditaron al frío portuense a las afueras de la plaza, adonde ya no llegaba la masa de gente, con temas como ‘Chicharrones VS 909’, ‘Agua de Coco’, ‘Maracas & Maruca’ o ‘Tomando en Conil’. Podría parecer algo desangelada la estampa: dos personas en un escenario enorme, lanzando beats y barras, pero la presencia escénica de Eddie Coopermen y el buen hacer de Carlboro en el set lo copaban todo: no dejaban espacio al despiste o la distracción, verso tras verso se hicieron con la plaza, que a sabiendas de los temas o no, coreaban junto a la dupla cada una de las canciones.
El Monkey cerraba su noche buscando huir del frío entre ritmos acelerados y eléctricos, primero con el club de baile del Milwaukee a cargo de SEDJAT y MODEM956, y después con la noche propuesta en el Monasterio que, de nuevo, atravesaba su faceta más internacional con Sunflowers (Portugal), Destroyer (Canadá), Teo Planell y Nusar3000, además del punk de Taqbir (Marruecos) y de Silvie‘s Head (Suecia), y del ritmo de Gondomar 800 (Portugal), con el broche final —ya de madrugada— a cargo de Sistema de Entretenimiento y Dame Área.
Finaliza así, no solo la 17ª edición del Monkey Week, sino el regreso del festival a su casa. Volver puede parecer mala idea (no son pocos los que se han llevado las manos a la cabeza, augurando las peores consecuencias de esta decisión), pero no lo es en ninguna de las ocasiones cuando esto supone volver al lugar donde eres feliz. El Monkey ha existido fuera de El Puerto, una etapa que sin duda ha disfrutado y aprovechado, pero no hay nada comparable a esas sinergias que se crean al vibrar en la misma frecuencia que tu comunidad. Lo han clavado los Sanguijuelas: no todos tienen la suerte de vivir donde nacen. El Monkey Week SON Estrella Galicia ha elegido ser feliz. Eso sí, en casa.
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