En las últimas semanas ha vuelto al debate una idea que aparece cíclicamente en el ciclismo: hacer pagar a los aficionados por acceder a ciertos tramos de las grandes carreras, especialmente en las zonas decisivas de montaña.
El detonante ha sido una propuesta del exmanager Jérôme Pineau, que en el podcast Grand Plateau defendió que un sistema de ticketing en subidas míticas —como la doble ascensión al Alpe d’Huez prevista en el Tour de 2026— podría reforzar el frágil modelo económico de los equipos.
Esto es lo que leemos.
Pineau argumenta que cobrar los últimos cinco kilómetros generaría ingresos relevantes sin perjudicar el espectáculo.
La idea no es completamente nueva: eventos como el Tour de Flandes ya ofrecen experiencias VIP de pago, y en 2023 Richard Plugge, el capo de Visma, planteó cobrar 10 € como depósito para limitar comportamientos peligrosos en los puertos.
En paralelo, algunos sectores piden circuitos cerrados para evitar protestas, como las que afectaron a varias etapas de la Vuelta.
Sin embargo, cuando el diario Dernière Heure preguntó a ASO, la respuesta fue contundente: no entra en sus planes.
Pierre-Yves Thouault, número dos ciclista en ASO, rechazó completamente la idea alegando que “la esencia del ciclismo es ser gratuito”.
La postura se alinea con figuras históricas del pelotón como Marc Madiot (Groupama-FDJ), Vincent Lavenu (ex AG2R) o Valerio Piva, quienes consideran que la gratuidad es un pilar del éxito popular del ciclismo y que romperlo sería un error.
Pero esa visión choca con una realidad incómoda: la brecha económica entre equipos es cada vez mayor, y casos como la reciente desaparición del Arkéa-B&B Hotels muestran la vulnerabilidad del sistema.
Lavenu subraya que muchos equipos sobreviven con presupuestos justos y patrocinadores cada vez más reacios a invertir más.
A diferencia del fútbol, no existe reparto de derechos televisivos ni vías significativas de ingresos directos procedentes del público.
Para algunos, ahí reside el problema: el ciclismo es el único gran deporte global en el que todo depende casi exclusivamente de los patrocinadores de los equipos, mientras los organizadores concentran casi todos los ingresos generados por las carreras.
Incluso Piva reconoce que, sobre el papel, un sistema de pago podría ayudar… pero solo si los organizadores compartieran esos ingresos, algo que no ocurre en las clásicas flamencas y que difícilmente cambiaría en una gran vuelta.
En resumen, el debate vuelve porque el modelo económico del ciclismo está tensionado, pero choca frontalmente con su ADN: un deporte histórico, popular y gratuito.
Y por ahora, ASO no está dispuesta a tocar ese principio aunque haría bien en plantearlo en ciertos momentos, en especial aquellos en los que imbéciles se presentan en carreras a poner en peligro corredores.
Imagen: A.S.O./Billy Ceusters


