«Cuando llegué a Lugo desde Tuluá (Colombia) estaba lloviendo. En Tuluá no hay estaciones. No hay diferencia entre verano e invierno. Hay una temporada de sol y una temporada de lluvia, que coincide con esta época», apunta William Loaiza.
Es hijo de un libanés, un agricultor de la ciudad colombiana de Líbano. La toponimia de su país es singular. Los padres de William se conocieron en Fuente de Oro. «Mis abuelos maternos se habían trasladado allí y mi padre fue a jornalear», apunta con naturalidad sobre una casualidad grande en país inmenso.
Sus progenitores se empeñaron en prosperar. «Fueron a trabajar a Caquetá y lograron comprar una estación de gasolina. La administraba mi madre. Vendía gasolina para carros y petróleo para estufas. Metía una manguera en el depósito y chupaba en el extremo para trasvasar el combustible a otro en vasos comunicantes». Muchos años más tarde, cuando tuvo un accidente de coche, William pensaría en ella.
Nació en ese departamento, en Caquetá, «en la puerta de la Amazonía». «El sitio en el que nací se llama El Poncello. No lo conozco. Siempre tenía idea de hacer un viaje… Al Poncello le dicen la capital del caucho por la cantidad de producción que hay allí. Soy periodista gracias a que nací en la capital del caucho para que todo me rebote», bromea.
La familia vendió la gasolinera para trasladarse al Valle del Cauca. «Los primeros cinco años de mi vida fueron ir de un lado a otro, pero no recuerdo esa etapa. Éramos cinco hermanos. Quedamos dos. El mayor murió de una enfermedad, a otro lo mataron los paramilitares hace veinte años y otro murió por una enfermedad hace año y medio».
Su familia compró un aparcamiento
La ciudad de destino es Tuluá, que es la cuna de la memoria de William. «Llegamos cuando yo tenía cinco años, en 1970. Recuerdo una infancia muy linda. Mi madre trabajaba mucho. En Tuluá se compra un parqueador para unos quince carros. Mi mamá, que se llamaba Eufrosina, tenía un centro de beneficiencia. La gente aparcaba su coche y le decía: ‘Doña Eufrosina, hoy no le puedo pagar«. Pese a su labor social desinteresada, el negocio prosperó.
Eufrasina era capaz de dislocarse. «Nuestra casa estaba en el parqueadero. Mi madre lo atendía y nos atendía a nosotros en la casa a la vez. Siempre digo que me crié en medio de quince autos, que eran los que entraban». Lo curioso es que nunca le intesaron los coches. Aprobó el examen de conducir poco antes de venir a Lugo.
«Tuve un accidente de tránsito. Volvía de cubrir por la noche una información con un cargo público. Nos reventó una rueda. El coche se fue por una pendiente en la finca El Aguacate. El río parecía un hilo allá abajo. No sé de qué manera la maraña fue agarrando el carro hasta que se detuvo en medio del barranco. Quedó engachando en unos árboles». ¿En quién pensaba cuando iba rodando dentro del coche?. «Pensaba en mi mamá. No quería que ella sufriese». Eufrosina lo había parido en la capital del caucho para que rebotase en la vida. «No me rompí ningún hueso, pero tenía tantos hematomas que estuve seis meses en el hospital».
Conocía Lugo antes de conocerlo
Empezó una vida, hace diez meses se encaminó por otra en la ciudad. «Lugo ya lo conocía antes de conocerlo. En Tuluá había un señor, José Devesa, que tenía una lonchería muy famosa por sus lulas». Una lonchería es un espacio de comida rápida. Servían lulas, es decir, calamares. «José Devesa tenía carteles de Galicia y de Lugo, y hablaba mucho de Lugo. Su hermano Dositeo fue alcalde de Lugo». Procede de una ciudad, Tuluá, «con una temperatura media de 20 grados». Al principio acusaba el frío gallego. «Al llegar me bañaba con agua tibia, ahora lo hago con agua fría para acostumbrarme».
Su mirada de periodista le lleva a fijarse en la prensa. «Lo que más me sorprende de Lugo es que la gente lee el periódico en papel. Lo ves en los bares. Tienen el periódico en el móvil, pero esperan a que quede libre en papel. En Tuluá tenemos un periódico que sale una vez a la semana en papel, pero no tiene tanta aceptación en ese formato».
El pasado 8 de septiembre cumplió sesenta años. «El mejor regalo fue comenzar a estudiar Producción en la Escola de Imaxe e Son ese mismo día». Además de ir a clase, se ha apuntado a un gimnasio y a dar vueltas a la muralla, donde se pregunta por el misterio de los candados.