Keir Starmer se dirigió el pasado 30 de septiembre a los miembros del Partido Laborista en el congreso de Liverpool para convocarlos a una lucha “por el alma del país”, frente al enemigo que representa la ultraderecha de Reform, que lidera Nigel Farage. Anunció entonces decisiones “con las que no siempre se sentirían cómodos los afiliados”, en referencia a la cuestión que hoy desgarra a la izquierda británica: el control de la inmigración irregular. Solamente aquel día, llegaron 531 personas más a las costas inglesas después de atravesar el canal de la Mancha.
La nueva batería de medidas anunciadas la semana pasada por la ministra del Interior, Shabana Mahmood, ha supuesto una severa dosis de incomodidad para muchos diputados laboristas. Entre otras cosas, propone elevar de cinco a 20 años el plazo necesario para alcanzar la residencia permanente en el Reino Unido; una revisión cada 30 meses de la situación de todo solicitante de asilo, con la posibilidad de enviarlo a su país de origen si el Gobierno entiende que ya ha desaparecido la situación de riesgo; y la decisión de deportar junto a sus padres a los menores que hayan nacido en territorio británico.
Hasta 20 diputados se han rebelado, con críticas de extrema dureza, términos como “crueldad” o “repugnancia”, y acusaciones al Gobierno de imitar la retórica fascista de la extrema derecha.
“Me parece decepcionante y deprimente que el Gobierno adopte una línea tan dura, especialmente cuando los niños podrían contarse entre sus víctimas. Y no creo que sea algo necesario. No vamos a derrotar a Reform intentando ser tan duros como ellos. Siempre nos van a superar. Lo que debemos hacer es mantenernos fieles a ciertos principios básicos como la Convención de Ginebra o la Convención Europea de Derechos Humanos”, se lamenta en conversación con EL PAÍS Alf Dubs (Lord Dubs), el político laborista que hoy pertenece a la Cámara de los Lores. Fue uno de tantos niños judíos que llegó al Reino Unido, desde la entonces Checoslovaquia, en esa operación bautizada como Kindertransport que logró salvarlos de la amenaza nazi. Dubs ha dedicado gran parte de su vida a la defensa y ayuda de los refugiados.
“España ha demostrado que hay un modo de avanzar en este asunto sin necesidad de acabar cayendo en todas estas políticas histéricas. Los partidos de ultraderecha de toda Europa están explotando el asunto de los refugiados para ganar votos. Lo vemos en Hungría, Eslovaquia, Italia, Alemania o Francia. Y ahora ha llegado al Reino Unido. Claro que tenemos que ser duros a la hora de combatir a las mafias que trafican con inmigrantes, pero debemos ajustarnos a principios legales básicos. La idea de que se pueda deportar a gente que lleva en este país casi 20 años pertenece a otra época. ¿Cómo logras así que las comunidades se integren? ¿Qué hacemos con los niños que han nacido aquí? ¿Los deportamos junto a sus padres? Todos estos dilemas son inaceptables”, se queja Dubs.
La ministra Mahmood es paquistaní y musulmana. Sus padres también fueron inmigrantes sin papeles cuando llegaron al Reino Unido y se asentaron en Birmingham. El Gobierno de Starmer cree que su historia y su oratoria firme y potente pueden servir de escudo para frenar las críticas internas ante la mano dura desplegada con la inmigración irregular. Ella misma, que ha recibido más de un insulto racista a lo largo de su vida, ha presentado las nuevas medidas como una “misión moral” suya propia, y del laborismo, para frenar la actual división en el país.
“¿Se trata de un asunto que está dividiendo el país? Si uno contempla todas las encuestas, la respuesta debe ser necesariamente que sí. La inmigración es el tema que más preocupación suscita, y las opiniones al respecto están bastante polarizadas. Y es algo que no va a desaparecer del debate público de la noche a la mañana, así que, en ese sentido, resultaba inevitable que el Gobierno laborista intentara articular una respuesta”, explica Minhea Cuibus, analista e investigador del Observatorio de Migración de la Universidad de Oxford, una de las fuentes más fiables y rigurosas a la hora de analizar y aportar estadísticas del fenómeno en el Reino Unido.
“Cuando observamos las restricciones impuestas sobre los solicitantes de asilo o sobre sus familiares, algunas de ellas son ciertamente severas. Podrían ser calificadas como de extrema derecha. Pero otros aspectos tienen una naturaleza más progresista, como el desarrollo de normas más seguras para facilitar la vía de acceso legal al país. El Gobierno laborista está intentando demostrar que existe una vía intermedia a la hora de abordar este asunto, una vía con la que se puede combatir la inmigración incontrolada y a la vez dar la bienvenida a los que entran al país por los cauces formales. ¿Funcionará este planteamiento? No estoy seguro”, admite.
Hay un malestar interno evidente en el seno del Partido Laborista. La vuelta de tuerca en materia migratoria se suma a los recortes sociales propuestos por el Gobierno de Starmer, que tuvo que rectificar para sofocar una rebelión en el grupo parlamentario. Nadie discute la necesidad de controlar la inmigración irregular. Lo que incomoda a muchos en la izquierda británica es la retórica populista con que se plantea, y una excesiva crueldad en algunas de las medidas propuestas.
“El Partido Laborista está actualmente aterrado por el liderazgo de Reform en todas las encuestas. Tal y como están hoy las cosas, la izquierda sería completamente barrida en unas elecciones generales. Y el Gobierno de Starmer está convencido de que asuntos como la migración preocupan a todos esos votantes del llamado ‘muro rojo’ [en las Tierras Medias y norte de Inglaterra], que son socialmente conservadores, pero que han respaldado tradicionalmente al laborismo. Y que hoy se sienten atraídos por Nigel Farage”, explica Rohan McWilliam, profesor de Historia de la Universidad Anglia Ruskin, especializado en la historia de la izquierda del Reino Unido y del Partido Laborista.
“Se trata de un momento bastante extraordinario, una encrucijada única en la historia de este Gobierno tan reciente. Es comparable a la rebelión interna en el grupo parlamentario que ya sufrió cuando intentó imponer recortes sociales en las ayudas a la discapacidad laboral. Las propuestas en materia migratoria han provocado un amplio rechazo, y no solo entre el ala más a la izquierda del Partido Laborista, sino también entre diputados moderados de la corriente mayoritaria”, señala McWilliam, que no descarta que la presión interna lleve una vez más a rectificar al Gobierno de Starmer.
En la primera mitad de la pasada década de los noventa, cuando estallaron la primera guerra del Golfo, la desintegración de Yugoslavia y la guerra civil en Somalia, el Reino Unido concedió 40.000 solicitudes de asilo en un plazo de cinco años. En 2023 solamente, lo obtuvieron 50.000 personas. Más de 100.000 se encuentran hoy en medio de ese proceso, a la espera de una respuesta. Muchas viven en los hoteles que hoy se han convertido en continuo objeto de ataques por parte de la extrema derecha.
De todas las fuentes consultadas por EL PAÍS, resulta llamativo que haya sido Michael Heseltine, el histórico político conservador que fue aliado y rival de Margaret Thatcher, quien a sus 92 años se ha atrevido más que nadie a poner el dedo en la llaga y llamar a las cosas por su nombre.
“¿Ve usted esto?”, dice, enseñando con la mano en alto su teléfono móvil. “Son asequibles en cualquier esquina del mundo, y cualquiera puede ver a través de ellos el nivel de vida de países como Francia, España, Italia o el Reino Unido. Si eres una persona joven que ve todo eso desde otro extremo del mundo, te vas a decir a ti mismo: ‘Quiero formar parte de eso, quiero que mi familia también lo comparta, y voy a asumir el riesgo que sea necesario para llegar hasta allí. Esa es la gente que está llegando a nuestros países, y que hoy juegan un papel esencial en nuestras economías y en nuestro bienestar”, explica Heseltine.
Resulta ser, de todas las voces británicas, la única que recuerda que hubo un tiempo en que el Reino Unido entendió que no podía responder en solitario a desafíos globales, una idea que el actual Partido Laborista en el Gobierno ha puesto en segundo plano.
“Usted es muy joven para recordar cómo los estadounidenses pusieron en marcha, al final de la II Guerra Mundial, el Plan Marshall, para reconstruir una Europa que estaba devastada. Creo que hoy deberíamos hacer lo mismo, juntar en uno solo todos los programas de ayuda europeos y diseñar políticas destinadas a apoyar las economías de aquellos países de donde vienen los inmigrantes. Para ofrecer esperanza y oportunidad, y convencerles para permanecer allí y no realizar un viaje tan arriesgado”, sugiere el viejo político británico. Heseltine es de los pocos que hoy no tiene ningún problema en llamar fascista a Farage, y comparar su mensaje xenófobo con el de personajes históricos que su generación sufrió, como Oswald Mosley, el fundador de la Unión Británica de Fascistas, o Enoch Powell, el político que envenenó el debate público en el Reino Unido con aquel famoso discurso bautizado como “Ríos de sangre”.