(4 estrellas)
Tal y como reza la frase del filósofo George Santayana que hay grabada en una placa en la entrada de Auschwitz, “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Por eso son tan importantes películas como ‘Núremberg’. Porque refrescan momentos clave de nuestro pasado que más nos valdría no olvidar. Aprovechando el 80 aniversario de los juicios que definieron los crímenes de guerra y establecieron las bases del derecho internacional, James Vanderbilt adapta a la gran pantalla ‘El nazi y el psiquiatra’, novela de Jack El-Hai que narra la historia de Douglas Kelley, el médico al que se llamó antes del proceso para dictaminar si los nazis eran humanos (y podían ser juzgados como tal) o si eran monstruos con algún rasgo psicológico que les diferenciaba del resto de personas. ¿Pudo el doctor diseccionar el mal de manera científica? ¿Rompió la confidencialidad con sus pacientes para que se les pudiera tender una trampa en el juicio? ¿Entabló amistad con alguno de los sucesores de Hitler? Un relato apasionante que ha dado vida a una película a su altura.
Lo cierto es que nuestro mayor miedo ha pasado a ser la mejor noticia de la película. Temíamos que ‘Núremberg’ fuera un relato sesgado que no abarcara todas las aristas del proceso y dibujara a Estados Unidos como adalidad de la justicia universal, pero nada más lejos de la realidad. Desde el primer minuto hay personajes tachando a los juicios de ser un circo político. Enseguida se pone en duda la legitimidad territorial y la parcialidad del tribunal. Se evidencia que a los aliados no se les juzgó por los mismos crímenes y que estos no estaban tipificados en ningún lado cuando se cometieron (ni siquiera existía aún la Declaración Universal de los Derechos Humanos). La cinta refleja que los juicios no se hicieron solo por nobleza ni por evitar que se repita algo semejante, sino también por intereses económicos y personales. “Queremos juzgarlos en lugar de meterlos un tiro, pero no queremos que eso les permita evitar que acabemos metiéndoles un tiro”.
‘Núremberg’ se atreve a abordar el tema del papa, de cómo legitimó a Hitler y trató de evitar condenarlo. Echa en cara a Reino Unido que acusaran a otros de conspiración contra la paz cuando ellos estaban planeando la invasión de Noruega. Recrimina a los estadounidenses las bombas atómicas y les deja de arrogantes y metepatas. Incluso se atreve a romper el tono amable que tiene la mayor parte de su metraje para introducir varios minutos durísimos de imágenes extraídas de los campos de concentración. Vanderbilt tiene palos para todos y establece a la perfección los argumentos a favor y en contra de aquel proceso, aunque evidentemente lo hace de manera muy sucinta y explicativa para que quepan a lo largo de las dos horas y media que dura la película.
El único charco por pisar que hemos echado en falta es el de la URSS, prácticamente ausente en la película. Resulta inexplicable cuando fueron de los que más remaron para que los juicios tuvieran lugar y quienes llegaron a pedir ser considerados la gran víctima del nazismo (por delante de los judíos). Nos hubiera gustado ver representada tamaña petición y cómo evitaron que se mencionara el pacto germano-soviético durante el juicio, o cómo intentaron imputar a los nazis su masacre en Katin. Al margen de estas elipsis, ‘Núremberg’ logra transmitir la complejidad de un proceso lleno de zonas grises, pero clave para la historia de la justicia internacional.

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Tras estos primeros párrafos, algunos habrán deducido ya uno de los principales problemillas de la cinta: la ambición desmedida de Vanderbilt. Más conocido como escritor que como director, se trata de un talentoso cineasta con la carrera que a todos nos gustaría tener si fuéramos guionistas. Un día te firma cintas de culto como ‘Zodiac’, otro te aborda temas tan interesantes como los de ‘Núremberg’ y al siguiente está divirtiéndose con ‘Megalodón’ y ‘The Amazing Spider-Man’. Es tan ecléctico y tiene tantos intereses que por eso hasta ahora solo hemos hablado de los juicios y no del médico que protagoniza el libro adaptado. Porque Vanderbilt quiere abarcarlo absolutamente todo. Lo que vivió el fiscal, lo que experimentó el psiquiatra, lo que sentía la población alemana, lo que se necesitó para que se aprobara el proceso, su desarrollo, lo que vino después… todo.
Aunque George Santayana no fue el que dijo lo de quien mucho abarca, poco aprieta, el refrán también aplica. La evaluación médica y muchos prisioneros están trazados a vuela pluma para dar espacio a temas que ya estaban más que cubiertos en la excelente ‘¿Vencedores o vencidos?’ (1961) de Stanley Kramer. Provoca que algunas partes de la historia queden desaprovechadas, aceleradas o directamente sin explicar (como las absoluciones, la defensa y cierto suicidio). En cualquier caso, el cóctel tiene tantos ingredientes y por momentos funciona tan bien que sus lagunas no dejan mal sabor de boca, sino con ganas de más.

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El segundo contra a tener en cuenta es que ‘Núremberg’ no deja de ser una película made in Hollywood. Preparaos para oír hablar en inglés a todo el alto mando de Hitler. Tiene más bromitas de la cuenta, presenta a algunos nazis como si fueran villanos de Marvel y ciertos personajes están caricaturizados. Lo típico: el protagonista, un genio según nos dicen, hace cosas de absoluto idiota y existe un papel femenino un tanto cuestionable por desarrollo y aportación. También cuenta con secuencias de montaje con musiquita en las que todos parecen amigos y hasta una analogía entre la Alemania nazi y la Estados Unidos contemporánea. Suena peor de lo que es y a nosotros no nos ha molestado lo más mínimo, pero no está de más avisar de que es eso, una dramatización. Su efectismo le permite cosechar momentos de lo más emotivo, pero habrá quien prefiera un tono más serio y aséptico, o un enfoque menos clasicón y más moderno o de autor. Para ellos, una recomendación al margen de la cinta de Kramer: ‘La zona de interés’ (2024).
El reparto está a la altura de la grandilocuencia de Vanderbilt y cuenta con más estrellas que alemanes. Rami Malek vuelve a demostrar que ha nacido para interpretar esos excéntricos papeles de genio tocado por la locura. Su mirada, mandíbula y vocalización sí que son dignas de estudio. Sin embargo, quien da la sorpresa es Russell Crowe. Se atreve hasta con el idioma germano y resulta aterrador sin dar un solo grito y sin levantarse de la silla en el 80% de sus escenas. Su encanto innato explica mejor que cualquier disertación doctoral que Hermann Göring pudiera tener tandos seguidores. Lástima que no tenga más intercambios durante el juicio. El resto del elenco es igual de fulgurante. De fiscal hace un estupendo Michael Shannon (nominado al Oscar por ‘Animales nocturnos’ y ‘Revolutionary Road’), su ayudante es otro aspirante a la estatuilla, Richard E. Grant (‘¿Podrás perdonarme algún día?’), y destacan también los militares John Slattery (‘Mad Men’) y Leo Woodall (‘The White Lotus’). El plantel tenía el duro objetivo de rivalizar con la notable miniserie canadiense de Alec Baldwin sobre los mismos Juicios, pero podemos asegurar que logra estar a la altura y es uno de los aspectos más destacados del metraje.

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Valoración final
‘Núremberg’ ha terminado siendo una grata sorpresa. Una representación bastante fidedigna de un momento clave en la historia. La película no esconde las complicaciones de un proceso necesario, pero repleto de contradicciones. Las presenta de forma amigable y amena, con un entretenido juego del ratón y el gato entre Rami Malek y un notable Russell Crowe. Sigue dejándose algunas cosas por el camino y dramatizando a la manera de Hollywood (por momentos un tanto exagerada), pero logra emocionar y transmitir con acierto sus mensajes. No solo eso, sino que también sabe trasladar el tema a la más rigurosa actualidad. Una película tan interesante como recomendable.

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