«Cada época encontró el motivo para odiar a Mengs, desde sus propios contemporáneos, por su desprecio de las escuelas nacionales, hasta el Romanticismo o la inmediata posguerra. Uno de los historiadores de Arte más importantes de Europa en el último siglo, el italiano Roberto Longhi, llegó a compararle con Hitler». Lo cuenta Andrés Úbeda, Jefe de Colección de Pintura del Siglo XVIII y Goya del Museo del Prado y uno de los comisarios de la gran exposición que dedica el museo al artista, y ya es la tercera. Se trata de uno de los pintores más influyentes del siglo XVIII, que sentó las bases del Neoclasicismo. La muestra puede verse desde hoy hasta el próximo 1 de marzo.
La exposición ‘Antonio Raphael Mengs (1728-1779)’ supone una revisión profunda de la obra del artista, pintor de la corte de Carlos III, a él le debemos todos sus retratos, de su pensamiento y de su legado, en diálogo con otros grandes maestros, pero cuya figura hoy es prácticamente desconocida. «Mengs tenía un carácter muy fuerte y un altísimo concepto de si mismo, era un artista soberbio y no en el mejor sentido. Fue un artista que se ganó muchísimos enemigos a lo largo de su vida, tuvo admiradores pero también muchos enemigos y no solo en vida. Desde el momento de su muerte se ha ido repitiendo, pero cada vez eran más los detractores que los defensores, que denigraban su figura, su pintura y su presencia en la historia del arte».
En la exposición se van a poder ver muchos retratos, dibujos y elementos preparatorios para sus pinturas murales, en total, 159 obras, que proceden de 25 instituciones y 10 colecciones particulares. Organizada en diez secciones temáticas, la exposición recorre desde sus inicios en Dresde y Roma, hasta su consagración como pintor de cámara. «Se va a poder ver todo el contexto cultural e intelectual en el que Mengs se movía, tanto en Dresde como en Roma o en Madrid, y permite reconstruir la personalidad de un artista que es, sin duda, el personaje más relevante del siglo XVIII, sin contar a Goya, que está al margen de cualquier comparación».

‘Retrato de Carlos III’ de Antonio Raphael Mengs. Colecciones Reales
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‘Retrato de Carlos III’ de Antonio Raphael Mengs. Colecciones Reales
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Marcado por la figura de su padre, extremadamente rígido, Mengs estuvo condicionado desde sus inicios para ser un gran pintor. «Él ya era un personaje muy conocido en Roma cuando fue llamado para trabajar en Nápoles, para pintar los retratos de la familia real. Carlos III quedó impresionado por el artista y le llamó a la corte de Madrid. Mengs aceptó el ofrecimiento, sobre todo, por el altísimo salario que le ofreció. De hecho, trabajó para él hasta el final de su vida».
Mengs está considerado como uno de los grandes renovadores de la pintura europea del siglo XVIII, además de ser el impulsor del Neoclasicismo, «la escultura clásica siempre estuvo en el centro de su producción». Su forma de entender las artes tuvo una trascendencia hasta la llegada del Romanticismo, «que partía de planteamientos estéticos completamente distintos y aquello arruinó su crédito». El recorrido de la muestra comienza en sus primeros años de formación, bajo la estricta disciplina de su padre, y en los que la influencia de Rafael y Corregio marcaron su estilo. También aborda otros aspectos como su constante enfrentamiento con el maestro del Barroco, con obras tan destacadas como ‘La lamentación sobre Cristo muerto’, su compleja relación con el arqueólogo Joachim Winckelman, o su faceta teórica.
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El Museo Nacional del Prado presenta la exposición de Antonio Rafael Mengs. EFE/ J.J. Guillén
/ J.J. Guillén
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El Museo Nacional del Prado presenta la exposición de Antonio Rafael Mengs. EFE/ J.J. Guillén
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Pero, sobre todo, destaca el mecenazgo de Carlos III, con los retratos de la familia real y de la España ilustrada de la época, y su pintura en grandes superficies, como los frescos que realizó en el Palacio Real de Madrid. «Mengs nos proporcionó la imagen de Carlos III, el que todos tenemos en la cabeza, el rey más amado por los españoles, y su imagen es la que nos ha legado Mengs». Pero a pesar de su carácter, Mengs es por encima de todo un magnífico artista, «tenía una muy buena preparación gracias a su padre, y a los distintos maestros que tuvo a lo largo de su vida, fue superando escalones en un proceso de formación muy completo».
Mengs rozaba la obsesión por la perfección y por reproducir los efectos de la realidad, «llegó a decir que sus cuadros nunca estaban acabados, porque siempre podía continuar con el proceso de fabricación de la pintura. Pintaba sobre tabla porque decía que, a veces, el lienzo cedía con el impulso del pincel, y eso le obligaba a no transmitir sus ideas tal y como él las quería transmitir, era obseso hasta ese punto». Fue un pintor que reproducía hasta los más mínimos detalles de la anatomía humana y de los espacios en los que estaban ubicados los personajes, «quizá eso, hoy en día, no va con la estética de la creación más habitualmente asumida, pero si somos capaces de trasladarnos al siglo XVIII y lo juzgamos con los ojos que él pretendía, estamos ante uno de los artistas más trascendentes de toda la Edad Moderna».