El Mundial 2026, que se disputará en Estados Unidos, México y Canadá con 48 selecciones, presenta un escenario inédito en la historia del fútbol. Con más plazas, más partidos y más cruces posibles entre grandes potencias, la competencia vuelve a plantear la gran pregunta sobre quién dominará la escena global: Europa con su maquinaria táctica y profundidad de planteles, o Sudamérica con su tradición, talento y hambre de gloria.
Ambas confederaciones llegan con ventajas propias y desafíos muy distintos. Europa dispondrá nuevamente del mayor cupo de participantes, lo que aumenta sus probabilidades matemáticas de llevarse el título. Sudamérica, en cambio, llega en un momento de renovación y confianza: con Argentina como campeona vigente y Brasil en plena reconstrucción, la región siente que está frente a una oportunidad única en un Mundial que premia el rendimiento colectivo y la consistencia.
Sudamérica: potencia histórica en busca de repetir el trono
Sudamérica llega al Mundial 2026 con candidatos sólidos y un elemento que vuelve a jugar a su favor: el peso de la tradición. Argentina, vigente campeona, atraviesa un proceso de estabilidad que la ubica entre las selecciones con mayor probabilidad de clasificar tempranamente y llegar bien posicionada a la fase final. A su lado aparece Brasil, siempre candidato, con una nueva camada de futbolistas que compiten en las grandes ligas y que promete devolverle explosividad a su ataque.
Pero Sudamérica también suma nombres que ya dejaron de ser sorpresa. Uruguay, con equilibrio entre juventud y experiencia, Colombia con un crecimiento notable, y Ecuador, cuya estructura defensiva y figuras emergentes han atraído elogios internacionales, completan un bloque competitivo. Todas estas selecciones llegan con el impulso adicional de buscar en tierras norteamericanas un título que la región ganó en 2022.
Europa: profundidad, recursos y un abanico interminable de candidatos
Europa vuelve a presentarse como la región con mayor diversidad de selecciones capaces de pelear el título. Francia, Inglaterra, España y Alemania encabezan un grupo que, según los rankings y proyecciones más recientes, posee un potencial formidable para dominar el torneo. A esto se suman selecciones en ascenso —como Países Bajos, Portugal o Noruega— que han demostrado capacidad para competir en fases finales.
Además de la jerarquía individual, Europa cuenta con una ventaja estructural: mayor número de plazas. Con 12 clasificados directos y 4 más disponibles por repechaje, la probabilidad estadística de que una selección europea llegue a la final o incluso levante la Copa sigue siendo altísima. El desafío, claro, será la propia “contaminación interna”: tantas potencias europeas podrían cruzarse entre sí antes de tiempo, reduciendo las chances de llegar con figuras frescas a las últimas instancias.
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El factor formato: un Mundial 2026 que abre puertas pero también tiende trampas
El nuevo formato puede convertirse tanto en una oportunidad como en un obstáculo para ambos continentes. Para Sudamérica, los grupos de mayor tamaño podrían facilitar un arranque menos exigente, permitiendo administrar mejor el físico y llegar con más rodaje a los partidos decisivos. Sin embargo, la exigencia mental y el riesgo de sorpresas aumentan con un torneo más largo.
Para Europa, la extensión del Mundial representa un doble filo. Si bien sus selecciones suelen tener mayor profundidad táctica y física, la densidad de candidatos europeos aumenta el nivel de desgaste. Los cruces tempranos entre potencias pueden dejar en el camino a favoritos antes de tiempo, algo que no ocurría con tanta frecuencia en torneos más compactos.
Europa o Sudamérica, ¿quién llega mejor posicionado?
Europa, desde lo numérico y estructural, mantiene ventaja: más equipos, más diversidad de estilos y una generación de futbolistas que combina técnica, disciplina táctica y explosión física. Además, la madurez competitiva que han logrado varias selecciones europeas en las últimas Eurocopas y Nations League las coloca entre las principales candidatas al título.
Pero Sudamérica conserva un intangible que suele hacerse sentir en los Mundiales: la capacidad de competir bajo presión y el talento individual que puede romper cualquier partido cerrado. Argentina, Brasil y Uruguay no solo llegan con historia; llegan con jugadores determinantes que marcan diferencias en las mejores ligas. Y en un torneo tan largo, esa chispa puede ser decisiva.