«Quizá desde Josep Pla no teníamos un narrador que, con la mirada periodística tan afilada, pisara la tierra, la contemplara y la describiera con tanta precisión», afirma el escritor Xavier Bosch sobre la obra literaria del periodista Lluís Foix (Rocafort de Vallbona, Urgell, 1943). El escritor entró en La Vanguardia a finales de los 60 y ha estado vinculado a la casa durante más de cinco décadas, como traductor, periodista, corresponsal, opinador, director y otros cargos directivos. Cuando cumplió los 70 años, empezó una segunda vida, porque empezó a escribir libros «memorialísticos, no de memorias» –afirmaba– con La marinada siempre llega (2013): «He vivido tiempos interesantes y he conocido a personajes que han sido protagonistas de situaciones políticas, pero también literarias», justificaba en el ARA. En 2016 ganó el premio Josep Pla por Esa puerta giratoria, unas memorias periodísticas.
El autor de Diagonal Manhattan ya había leído años atrás Lo que la tierra me ha dado (2017) y le había atrapado. «Me emocionó. El acierto de la frase corta, la capacidad para dibujar un paisaje con dos adjetivos y un puñado de reflexiones sobre la naturaleza integrada en nuestra vida me llegaron a conmover», asegura Bosch. Foix hacía un recorrido personal e íntimo a través del paso de las estaciones del año sobre su paisaje natal.
Bosch ha vuelto a deslumbrarse ahora con el último libro de Foix, La fuerza de las raíces, «un título con todo el sentido literal y metafórico», observa. El autor vuelve a jugar en casa, a labrador, y habla del peso que tiene el origen intelectual, espiritual y cultural de cada uno. «No es casual que alguien que ha sido corresponsal en Londres y en Washington, y que ha enviado crónicas desde 84 países, consiga que las piedras hablen y sitúe su querido Valle del Corb en el mapa literario. Cuando lo local se convierte en global, el disfrute íntimo del lector se multiplica exponencialmente», sentencia Bosch.