«Alfonso Ussía ha sido un escritor insobornable», dijo Julio Valdeón al abrir el gran homenaje que le rindieron este martes colegas, compañeros y, seguramente, unos cuantos rivales de toda la vida, es decir, toda la profesión periodística, por su trayectoria. Después de un vídeo … que resumía momentos estelares de su carrera (de humorista y periodista), que arrancó carcajadas y aplausos por igual, intervino su hijo Alfonso J. Ussía: «Me dedico a esto porque me quería parecer a mi padre». Evocó la convivencia familiar con el autor alérgico a lo cursi y a los versos cojos. Con ayuda de los amigos presentes, fueron recordándose anécdotas y episodios de su vida, la candidatura a la presidencia del Real Madrid, la escritura de libros y columnas y el humor radiofónico.
El más cálido homenaje es el desmagnetizado, aquel que vence a la polarización rampante en España estos días. Muy pocos lo pueden lograr. Atraer a tantos lectores sin los imanes de la política, solo por la gracia de la prosa, la agudeza de su aguijón satírico y por escribir con gravedad de ley en ocasiones, como siempre ha hecho frente al terrorismo de ETA.
Nadie lo merece más que Alfonso Ussía (Madrid, 1948), cuya trayectoria periodística ha sido objeto de un libro memorioso, titulado ‘Alfonso Ussía, la escritura indomable’ (Confluencias), en el que más de sesenta articulistas, de todas las tendencias, generaciones e ideologías, han sabido valorar el ingenio, la inteligencia, la mordaz escritura y la poesía satírica que han hecho de Ussía uno de los grandes nombres de la historia del periodismo español.
El libro se presentó este martes en el Wellington y convirtió el hotel madrileño donde Morante descansa de sus triunfos en una sede volante de los más libres y los más resistentes sin manual. Porque tal vez es la libertad el rasgo que mejor ha definido a Alfonso Ussía, en todos y cada uno de sus días, libertad para criticar, para escribir, pensar, comer, fumar y por supuesto para reír. Por eso tantos escritores, directores, columnistas, jefes varios y plumillas excelentes se dieron cita ayer para llenar el homenaje de anécdotas, elogios y rimas.
Cuentan que el libro nació en septiembre, de parto natural en un WhatsApp que alguien envió al editor, con la idea de reunir voces para homenajear a Ussía. La respuesta de Javier Fornieles, el editor, fue, claro: «Un honor». Y el aluvión que siguió fue tal que de los 25 artículos proyectados se ha pasado de sesenta. Para abrir boca, los lectores encontrarán el texto de Miguel Ángel Aguilar, que define al gran periodista como «hijo, primo y nieto de la más leal aristocracia, de la más reputada milicia y de la más ingeniosa dramaturgia», aunque a todo ello suma que es «sobre todo un pilarista». Una vez puesto en librerías, el editor de Confluencias considera que «no se ha publicado en los últimos años un libro tan plural y personal, un verdadero canto a la amistad y a la libertad». Destaca, en su opinión, el «inmenso mérito de Ussía, al congregar tal número de escritores y periodistas, de generaciones tan distintas, de sensibilidades tan dispares. Un merecidísimo homenaje al que Confluencias se une».
En el libro aparece Alfonso Ussía pintado con mil pinceles distintos, en decenas de estilos diferentes: de profesor de Santiago Amón al abuelo de su primer nieto, Juan; del amigo filósofo de Albiac al oyente de la Onda Cero del Cámbrico de Cortés y al colega indomable de tantos columnistas, como cuando Ignacio Camacho le recorta contra Camba y Wenceslao; incluso aparece dibujado con adjetivos de carboncillo ansoniano: «Alfonso Ussía es demoledor. Tiene la nariz centinela, el pelo alerta, escépticas las orejas, la palabra ofidia, la adjetivación canalla, fresca la coña, y marinera. Entre el escritor mitrado y el cajetilla, Ussía ha aprendido a adentrarse en la selva literaria y en los bosques políticos, manteniendo íntegra su capacidad recental para el mordisco. Soleada de Jardiel y de Mingote, su escritura se mueve entre la caricia y la tentación permanente de la fusta y de la espuela. Es a veces de hierro, a veces de seda. Yo reservaba un par de mañanas cada semana para acudir a los juzgados a responder sobre las querellas que le interponían y siempre ganaba».
De frente y de perfil, en el libro tenemos a Ussía en instantáneas como los grandes culpables en las fichas policiales, culpable de escribir y de ser libre, pero sobre todo irredimible por hacernos reír frente a los mandamases más serios. Como demostración final, ayer todos los colegas, los amigos, incluso los rivales, salían de nuevo a la calle Velázquez con media sonrisa, recordando, cada uno, su anécdota favorita.