Mientras Estados Unidos exhibe músculo militar en aguas caribeñas para presionar al chavismo, los dirigentes del régimen dedican los diezmados recursos públicos para pintar las paredes de Caracas con los rostros de los dirigentes bolivarianos y mensajes de solidaridad. «Te apoyamos, Nicolás», se … lee en las paredes. «Leales siempre, gringos nunca», gritan llamativos murales en distintas zonas de la ciudad. Un ruido visual que pretende liderar a la opinión pública y llenar el vacío del espacio público, que permanece en silencio a raíz de la severa represión.
«Dudar es traición» es otro de los mensajes que se replican desde hace tiempo en todo el país. Es común leerlo en los puntos de control militares o en las gorras que utilizan los guardaespaldas de los dirigentes chavistas. Es posible pensar que esas campañas propagandísticas no solo están dirigidas hacia la población, sino también hacia los propios oficialistas. La cúpula bolivariana teme que Washington pueda infiltrarse dentro de los círculos de confianza, como ya ha intentado en reiteradas ocasiones, y, de alguna forma, forzar el cambio que con tanto empeño está buscando el presidente Donald Trump.
El lunes, cuando se hizo oficial en Estados Unidos la designación del cártel de los Soles como organización terrorista, el presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, Diosdado Cabello –a quien EE.UU. señala como uno de los miembros del cártel–, volvió a engrasar esa maquinaria propagandística al anunciar una «gran movilización nacional» con el pretexto de honrar a los símbolos patrios. Este martes fue el primero de cuatro días de movilización, que seguirán desde el jueves hasta el sábado.
Caracas sería escenario de una «gran marcha» que culminaría en el Fuerte Tiuna, el complejo militar más importante del país. Pero poco trascendió de una manifestación a la que apenas unos cientos de afines al régimen asistieron, según las imágenes que servía Reuters. La frenética ciudad, herida por la crisis, no puede darse el lujo de detenerse y siguió su normalidad. Sin embargo, el tráfico sí se vio afectado desde temprano en algunas zonas, como en el distribuidor de Plaza Venezuela, pues distintas calles fueron cortadas para la instalación de tarimas oficialistas desde las que algunos dirigentes intentaron arengar a los asistentes, que, como suele ocurrir en eventos de este tipo, eran en su mayoría empleados públicos obligados a presentarse.

Un simpatizante de Maduro sostiene una imagen del Sagrado Corazón de Jesús este martes en Caracas
EFE
La mayoría silenciosa
La mayoría de los venezolanos dentro del país –la que demostró su superioridad numérica en las elecciones presidenciales en las que Edmundo González salió vencedor– lo piensa, pero nadie se atreve a decirlo en voz alta o fuera de la intimidad por los problemas que su opinión puede acarrear; están expectantes con el desenlace que puedan tener para el país la presión que Trump ejerce sobre el régimen. Y pocos creen que una posible acción de Estados Unidos tenga un impacto negativo en la población, pues entienden que el objetivo no es Venezuela ni los venezolanos sino la cúpula chavista.
Según una encuesta realizada a principios de noviembre y divulgada este lunes por el Centro de Estudios Políticos (CEP) de la caraqueña Universidad Católica Andrés Bello, hay un consenso entre la población sobre la necesidad de un cambio político; el 77% cree que un cambio de gobierno es «necesario», un aumento con respecto a mayo, cuando se registró un 74%.
El director del CEP, Benigno Alarcón, señala al compartir el estudio que una transición hacia el cambio se ve favorecida por un amplio consenso sobre su necesidad, el reconocimiento del liderazgo opositor y la comprensión de que se requiere la participación de múltiples actores, especialmente los venezolanos. Sin embargo, destaca que existen riesgos que deben gestionarse, como el miedo que inhibe la acción colectiva, la intolerancia al pluralismo político y demandas de justicia absoluta que podrían dificultar los acuerdos necesarios para la estabilidad transicional.