Gorka Corres Ibañez de Opakua (2005) se sacará el carnet de ciclista en 2026 y, espontáneo, pero con la timidez propia de sus 20 años, … tiene claro que quiere registrarse donde pace, no donde nació. «A los de fuera les digo que soy de Vitoria porque si no se me quedan igual que están, pero les aclaro que tengo un pueblito», explica. El origen del corredor, que da el salto a profesionales con el Caja Rural, está en San Vicente de Arana. El municipio de la zona más oriental de Álava le vio dar sus primeras pedaladas y en él quiere asentarse, para alegría de su abuela Carmen, una vez termine las prácticas del grado superior de mecanizado. Al otro lado de Opakua, desde Agurain le verán bajar sus otros abuelos, Loli y Martín, el verdadero apasionado al ciclismo de la familia.

«Yo no he ido nunca a los Pirineos y demás, hasta ahora no veía mucho y en mi círculo social cercano, muy poco. Y me viene muy bien porque a veces andas un poco asqueadode la bici y en ese momento desaparece», comenta con naturalidad. El alavés era un «culo inquieto» que enseguida encontró con quién saciar su entusiasmo. «Tengo un amigo que es un poco kamikaze», advierte de primeras sobre sus inicios en bicicleta. Siempre pegado a Julen, que ahora trabaja en Bulgaria y al que eso de esforzarse cuesta arriba y bajar cansado no iba con él.

«Hubo una época en la que, además de salir todas las tardes al monte, íbamos con la azada a construir saltos y bajadas, cogíamos tablones para saltar y hacer el gamba», rememora. Su ciclismo viene de la adrenalina. Una noche se les ocurrió subir a la Ermita de San Teodosia, ver un rato las estrellas y bajar por el camino roto, arrollado. «A mí se me apagó el frontal justo antes del momento crítico. Probé a bajar delante y peor. Tenía que ir memorizando lo que veía, pero me sacó unos metros, pillé un cambio de alturas y me caí. Nos empezamos a descojonar. No me hice nada y la bici estaba perfecta». Felicidad infantil.

2028
Año

Vínculo que ha firmado con el Caja Rural. Tres temporadas en las que tratará de asentarse en el pelotón profesional con la estabilidad de un contrato de larga duración.

Como todo niño de pueblo, su placer estaba en la calle. Corres probó en el tenis, ping pong, pádel, atletismo, esquí, triatlón, pero ningún deporte le hacía disfrutar tanto como estar encima de la bicicleta. A los 8 años se apuntó al Iturribero y en invierno competía en el barro. «El ciclocross siempre me ha tirado mucho. Me ayudaba a desconectar». Comenzaron a llegar los podios, las medallas, en ambas disciplinas. Lo pasaba bien. En cadetes llegaron las victorias en carretera. Cinco. Su tope hasta la fecha. Incluido en este 2025 en el que tanto Euskaltel como Caja Rural le ofrecieron ser profesional. Con 16 años empezó a apostar por ello.   

«Entré en bachillerato con mentalidad de que por sacar peor nota o necesitar tres años en vez de dos tampoco pasa nada». Sus padres, Roberto y Susana, le apoyaron. «Han entendido que si algún día tenía que suspender por estar fuera no pasaba nada porque sabían que luego lo recuperaría. He sido buen estudiante. Simplemente me conformaba con un 7 y entrenar en vez de ir al 9», puntualiza. Aún así, las cosas le salieron mejor en el pupitre que en el asfalto. Los resultados no llegaban. En su segundo año de juvenil no levantó los brazos. Inquietud. Le tocaba salir del Iturribero después de una década, pero pocos equipos parecía interesados.

«Estuve hablando con la Fundación Euskadi (filial del Euskaltel) y no estaban muy receptivos. Me decían que querían esperar». Tuvo que hacerlo con incertidumbre. Hasta que llegó otra llamada. «Viene un Caja Rural y te dice queremos que estés con nosotros y fue un subidón». Tiempo de cambios. Hasta entonces le entrenaba el padre del vitoriano Joseba López, el que ahora será su compañero en el equipo navarro. «Lo mejor para los dos era separarnos». Contrató a un técnico cualificado y un nutricionista. El muro de Lazkaomendi iba a ser su plataforma de despegue. «Ahí dije ostras, está saliendo todo bien». Su punto de inflexión.

Corres, que se defiende en varios terrenos, ganó la prueba de Lazkao en 2024 como otras veces se le ha resistido. «Habré perdido muchas carreras también por atacar desde muy lejos, a 60 de meta. Mi forma de correr siempre ha sido culo inquieto». En 2025 logró otras cuatro victorias y el campeonato de Euskadi. Ese maillot de campeón júnior que ahora, al codearse con los mayores, ha decidido regalar a la taberna de San Vicente. Archivado para siempre en su memoria como el recuerdo de Ibai Hoyos y Mikel Regil, fallecidos en un accidente de tráfico en Estacas de Trueba a principios de junio.

Infancia activa

Hecho en el ciclocross, se define como «un culo inquieto» que probó  hasta seis deportes

Agradecimiento a la familia

«Quiero compartir con ellos los resultados del que va a ser mi trabajo, pero también su ilusión»

«Los perdimos el domingo anterior de esa carrera. Eran muy cercanos para mí. Con Regil hice un montón de viajes y noches de hotel por el ciclocross y con Hoyos estuve cuatro años en el equipo. Fue un palazo del horror». El pelotón alavés y navarro se fusionó entre funerales, tanatorios y el shock. La bici pasó a segundo plano. «La tocaba para despejarme, no para entrenar». Jornadas de luto. En el silencio, su semana más complicada, encontró fuerzas y motivación para dedicarles el triunfo.

El de San Vicente de Arana acaba el 2025 como uno de los ‘pichichis’ del filial del Caja Rural. En un principio, el primer equipo no tenía hueco para él entre las muchas renovaciones y le llamó el Euskaltel. Se cambiaron las tornas a lo ocurrido dos años antes. «Tenía decidido irme porque me permitían pasar a profesionales. Les dije que me dieran dos días para mentalizarme». Avisó al equipo navarro. Empezó a pensar en su despedida. Pero se lo quitaron de la cabeza. Le ofrecieron un año más, tres, para garantizarse su continuidad. «Lo otro tuvo algo que ver», asegura. Ahora deberá dejar el ciclocross. El monte se le ha quedado pequeño. «Me queda algo de mono».

Tareas de invierno

Corres será el cuarto alavés en el Caja Rural junto a Joseba López, Javier Ibáñez y Julen Arriolabengoa. «Estar sentado en la misma mesa que ellos me hace raro. No es lo mismo que verles en las fotos». Le toca poner cara a los muchos nombres del pelotón. En 2017 fue al Circuito de Los Arcos para la salida de la contrarreloj junto a un amigo. Pedían fotos y firmas a todos aquellos que se dirigían a reconocer el trazado. «¿What’s your name?», le preguntaron el nombre a un ciclista del Quick Step. «David de la Cruz». «Me quedé loco. Sabía quién era pero no le reconocía. Como me pasa con otros».

Las tareas se le acumulan este invierno. Ya empieza a meter horas para adaptarse a las jornadas de 200 kilómetros. Este año tuvo dos clásicas en Francia y la Vuelta a Asturias como muestra de que deberá correr de otra forma. «En Asturias, Pau Martí (NSN Cycling Team) me enseñó a dejar hueco en los tirones del pelotón para no hacer sufrir tanto las piernas». El vitoriano, ilusionado con participar en el GP Induráin (Estella) y en la Itzulia, se pone más deberes. «Todo el mundo me pregunta qué tipo de corredor soy y no lo sé. Tengo que empezar a buscar igual una fortaleza porque en profesionales no se puede ser bueno en todo. Tengo que ir especializándome en algún terreno concreto y todavía no sé en qué. El equipo me ayudará».

Antes de empezar las concentraciones, confiesa que cree que sus padres y su hermana Alazne, tres años mayor, llevaran un poco mal al principio el no poder verle correr cada fin de semana. «Se han dejado una barbaridad de dinero y tiempo en mí. Ruedas, hoteles, viajes, salir antes del trabajo el viernes, marchar, llegar reventado el domingo e ir el lunes a trabajar». Corres les quiere recompensar. «Sé que algún día agarrarán la maleta y vendrán. Quiero compartir con ellos los resultados del que va a ser mi trabajo, pero que también ha sido su ilusión». El sueño compartido de los Corres Ibañez de Opakua.