Álvaro Rueda es un joven fuerte sin llegar a ser muy alto. Sus apenas 1,80 metros de altura sostienen una potencia desmesurada. “Con once años jugaba al baloncesto y no se me daba mal, ya que llegué a jugar con la selección asturiana”. Pero este turonés entendió pronto que aquel camino no era el mejor para su desarrollo deportivo. “Era un poco bajo para el baloncesto”. Decidió entonces pasarse al rugby. A sus 18 años, el futuro se presenta sin limitaciones.

Álvaro Rueda, en uno de los partidos del europeo. / Foto cedida a LNE
Campeón de Europa con la sub-18
La selección española de rugby sub-18 acaba de proclamarse campeona de Europa por primera vez en su historia. Los jóvenes “leones” alcanzaron el logro tras vencer a la todopoderosa Georgia en la final con un marcador de 11-16.
Fue un partido emocionante e igualado, en el que los españoles lograron contrarrestar la potencia física del rival, dominar la posesión y no ceder terreno en cada melé.
“Fue una victoria increíble contra un rival temible que hasta ahora siempre había sido inabordable”, apunta Rueda ya de regreso a su Turón natal.
El deportista mierense no tuvo minutos en la final, pero lo asume con deportividad: “Pude jugar en la fase final, aunque en el último partido hubo lesiones y nos quedamos sin cambios. Una pena, pero lo importante es que el equipo ganó”.

Álvaro Rueda, con el trofeo. / Foto cedida a LNE
Un salto histórico al rugby profesional francés
Álvaro Rueda jugó hasta la pasada campaña en el Oviedo Rugby Club. “Estoy muy agradecido a la entidad, han sido quienes han tirado de mí hacia arriba”.
Convertido ya en uno de los mejores jugadores de la región, y con tan solo 18 años, ha decidido dar el salto a la antesala del rugby profesional.
En los próximos días se reincorporará al Stade Montois, club francés con el que está disputando la liga junior gala. “La competición francesa es muy fuerte y está totalmente profesionalizada. Tiene un nivel que te permite vivir de este deporte, algo que en España no es posible”.
Hasta ahora, ningún jugador asturiano de su edad había logrado dar el salto a una competición de este calibre, una de las más exigentes del mundo.

Álvaro Rueda, con el uniforme de la selección. / Foto cedida a LNE
El oficio invisible del pilar izquierdo
El deportista mierense juega de pilar izquierdo. En el rugby actual, donde la batalla por cada metro se decide muchas veces en la oscuridad de las melés (scrums), esta posición —portadora habitual del dorsal 1— es una mezcla de técnico silencioso y fuerza indomable.
Su misión, muchas veces subestimada por el espectador ocasional, es crucial: dar estabilidad en la primera línea, proteger al hooker y resistir la presión directa del pilar derecho rival, posiblemente el duelo más exigente del deporte. “Llevas muchos golpes, pero tu misión es no ceder”, señala Rueda, que ronda los 120 kilos de peso.
A diferencia de otros forwards cuya labor se percibe más en el juego abierto, el pilar izquierdo brilla cuando la melé se agacha. Debe dominar el arte del loosehead, una posición que le permite introducir su cabeza por fuera del rival para ganar ángulo y generar un empuje más limpio.
“Lejos de ser solo fuerza, el pilar izquierdo moderno combina potencia, estabilidad y destreza corporal, un perfil que ha evolucionado con el profesionalismo del rugby y que Álvaro puede desempeñar perfectamente”, explican técnicos que han trabajado con él.

El equipo nacional, celebrando el triunfo. / Foto cedida a LNE
Referentes mundiales y un sueño propio
En la historia reciente del rugby han surgido pilares izquierdos icónicos, como el sudafricano Tendai “The Beast” Mtawarira, campeón del mundo y especialista en dominar scrums enteros con fuerza y equilibrio.
Álvaro Rueda espera también poder hacerse un nombre en el rugby mundial, aunque mantiene los pies en el suelo: “Mis objetivos a corto y medio plazo son incorporarme a la selección sub-20 y hacer un hueco en la primera plantilla del Stade Montois. Aún tengo tiempo, todavía soy muy joven”.
De momento, ya es campeón de Europa. Las limitaciones que antaño le generaba el baloncesto por su estatura se han transformado, gracias al rugby, en una ilusionante forma de crecimiento basada en el esfuerzo y la constancia.
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