En estos días en los que todo se amplifica, en los que cada palabra parece pesar como una losa y cada opinión se convierte en una suerte de examen público, la figura de Perico Delgado vuelve a estar en el ojo del huracán.

Su valoración sobre las protestas pro palestinas durante la Vuelta a España abrió un debate que, como casi siempre en estos tiempos, se movió más por impulsos que por matices.

CCMM Valenciana

Y los matices, precisamente, son lo que más falta hacen.

Yo no estaba de acuerdo con Perico en este aspecto, como sí con Carlos de Andrés, todo lo contrario, o el mismo Ernest Riveras, pero es verdad que aquellas protestas en la Vuelta generaron un clima de tensión inédita para los aficionados y para los propios ciclistas, que llegaron a temer por su integridad en un par de etapas.

La Vuelta se vio interrumpida, alterada, estresada… y desde dentro del mundillo se vivió con la sensación de que el ciclismo, un deporte frágil por naturaleza, pagaba los platos rotos de un conflicto inmenso que le era completamente ajeno.

En ese sentido, Perico tenía parte de razón: quienes viven este deporte desde dentro sienten una responsabilidad por su continuidad, por su seguridad y por su imagen.

Pero también es cierto que las protestas marcaron un antes y un después en la postura de muchos países respecto a Israel.

El ciclismo —la Vuelta incluida— no fue más que un escenario accidental de una tragedia humana mayor, inmensamente mayor, que desbordó cualquier conversación deportiva.

Y quizá ahí es donde Perico se quedó corto: en entender que, por mucho que adoremos este deporte, la magnitud de lo que estaba ocurriendo superaba con creces el perímetro emocional de una carrera.

Ahora bien, de ahí a pedir su cabeza hay un salto.

No se puede despedir a un comentarista por una opinión discutible, expresada sin ánimo de ofender y desde la preocupación por un evento que lleva décadas narrando.

Si algún día TVE decide que Perico debe dar un paso al lado, tendrá que ser por otro motivos: por su evolución como comentarista, por su adaptación a los nuevos tiempos o por la renovación natural de un equipo que, a veces, sí, se percibe un poco desfasado.

Pero no por esto.

Perico no merece ser despedido por sus palabras sobre Israel y Palestina.

Merece, como todos, que sus opiniones se debatan, se contextualicen y, si hace falta, se discutan.

Pero no que se conviertan en una sentencia.

Pues el ciclismo, como la vida, necesita menos ruido y más sentido.

Imagen: Unipublic/Cxcling/Angel Camarena