El 27 de noviembre de 2024 por la tarde, centenares de jóvenes montados en scooters regresaban a los devastados suburbios de Beirut enarbolando la bandera amarilla de la milicia libanesa Hezbolá y haciendo el gesto de la victoria. El alto el fuego que había entrado en vigor minutos antes ponía fin al conflicto con Israel que el grupo había iniciado el 8 de octubre de 2023, cuando atacó a las tropas israelíes, “en solidaridad” con la ofensiva lanzada por Hamás desde Gaza. Pero 12 meses después, el ejército israelí sigue atacando a Líbano a diario ante el rechazo de la milicia a entregar las armas, algo que el acuerdo exige. Y las autoridades libanesas, que desean desarmar a Hezbolá mediante un proceso negociado y liderado por Beirut, carecen de las herramientas para hacerlo por su cuenta y para frenar las hostilidades israelíes.

Ante la escalada israelí, el primer ministro libanés, Nawaf Salam, ha emitido una alerta. “Estamos en una guerra de desgaste unilateral por parte de Israel”, denunció el martes. Al otro lado de la línea divisoria, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, avisó el miércoles de que “no habrá calma en Beirut mientras la seguridad de Israel no esté garantizada”, algo que vincula a la desaparición del brazo armado de Hezbolá. “Líbano necesita tiempo”, argumenta Nadim Houry, director ejecutivo de la Iniciativa para la Reforma Árabe, sobre la insistencia militar israelí. “Hezbolá se está armando desde la década de los ochenta. No puedes deshacer 40 años de la noche a la mañana”.

El domingo, las fuerzas israelíes mataron al número dos de la organización chií durante un bombardeo en la periferia beirutí en el primer ataque de este tipo en todo el año de tregua. La semana pasada, Israel bombardeó un campo de refugiados palestino en suelo libanés donde mató a 13 civiles -11 de ellos, menores-, según el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, que pide que se investigue por una posible violación del derecho humanitario internacional.

Desde el inicio del alto el fuego, el ejército de Líbano ha contabilizado más de 5.000 violaciones israelíes en unos incidentes que incluyen el mantenimiento del territorio ocupado y el lanzamiento de bombardeos que han matado a 330 personas, según el Ministerio de Sanidad libanés. Al menos 127 de ellas, indica el Comisionado de la ONU, son civiles. Israel ampara todas esas acciones en los términos de la tregua, alegando que impide el rearme de Hezbolá.

El pueblo libanés celebra la entrada en vigor del alto el fuego con Israel, en el distrito de Dahieh, al sur de Beirut, el 27 de noviembre de 2024.
WAEL HAMZEH (EFE)

La tregua firmada en noviembre de 2024 -que llegó después de que la ofensiva israelí matara a más de 4.000 personas en Líbano- exigía a Israel retirarse por completo en un plazo de 60 días de territorio libanés -algo que no ha cumplido-, donde se había adentrado unos kilómetros. En Líbano, el acuerdo exhorta a las autoridades a tomar el control del territorio al sur del río Litani -a unos 30 kilómetros de la frontera con Israel-, y a hacer desaparecer en esa zona las capacidades militares de Hezbolá. El acuerdo obliga a la milicia chií a retirarse hacia el norte del Litani en una operación que debía culminar en el completo desarme del grupo, creado en 1982 como reacción a una ocupación israelí anterior.

El Gobierno de Líbano ha puesto de su parte. En una decisión sin precedentes, el Ejecutivo ordenó al ejército en agosto que diseñara un plan para lograr el monopolio de las armas antes del fin de 2025. El jefe del Estado Mayor, Rodolphe Haykal, presentó un proyecto en septiembre con cinco fases, la primera de las cuales erradicaría las capacidades de Hezbolá al sur del río Litani en tres meses. A mediados de octubre, el Comando Central de EE UU elogió el esfuerzo libanés en el desmantelamiento de la milicia en el sur, donde se ha documentado la retirada de 10.000 cohetes, 400 misiles y 205.000 explosivos.

Beirut, entre fuego cruzado

El buen hacer del ejército libanés no satisface a Israel. Beirut asegura que la continua acción israelí en Líbano le impide expandir su control sobre el terreno y contar con el tiempo y margen necesarios para impulsar un proceso nacional que aborde el desarme de la milicia. En ese caso, sus posibilidades son limitadas. “Ninguna de las opciones que Beirut tiene encima de la mesa es favorable”, lamenta Houry. “Israel quiere empujar al ejército a la confrontación con Hezbolá. El otro escenario es seguir siendo el blanco de los ataques israelíes, que impiden el regreso de los residentes al sur del país”.

“Esa es la gran pregunta”, plantea Najat Saliba, diputada en el Parlamento de Líbano por el Bloque del Cambio. “El Gobierno está en medio de Hezbolá e Israel, sin una posición de influencia para pedir a la comunidad internacional que presione al lado israelí, y la milicia logra así menoscabar al Ejecutivo libanés para salir reforzada”. La diputada añade que la organización armada “se opone a las decisiones del Gobierno”, en referencia al desarme, y denuncia que el grupo “reivindica proteger la soberanía libanesa mientras los hechos dicen otra cosa”.

Para Houry, el punto de partida para avanzar hacia el monopolio de las armas en manos del Estado no es el contenido de la tregua con Israel, sino la aprobación de ese objetivo en el Consejo de Ministros de Líbano. Antes que una reivindicación israelí, “esta es una demanda libanesa”, señala. “Había una mayoría para el monopolio estatal de las armas antes de octubre de 2023 [cuando Líbano entró en guerra], y ahora es aún superior”.

El experto defiende un proceso “que Líbano no puede hacer por su cuenta, pero en el que sería parte”. El plan comenzaría por un acuerdo con Hezbolá para que la milicia deje de utilizar sus armas ofensivas, aportando garantías de Irán y de países árabes para ello. Israel, por su parte, se retiraría completamente de Líbano. Después, se trazaría un proceso gradual con metas claras en el que se reforzarían las capacidades y la soberanía de Líbano, reconstruyendo un Estado ahora casi fallido.

Ese paso permitiría a Beirut tener “cartas en la mano para convencer a la comunidad chií”, donde Hezbolá tiene sus seguidores, “para que se una a un proyecto de reconstrucción del Estado”. Para todo ello, dice Houry, Líbano necesita un “tiempo” que solo existirá si Estados regionales como Arabia Saudí, Qatar o Egipto logran una fórmula que convenza a EE UU para presionar al Gobierno israelí. “El presidente y el primer ministro de Líbano ya han pedido a las autoridades israelíes el inicio de unas negociaciones”, señala Houry. “¿Qué más quiere Israel?”.