‘Flores para Antonio’ bien podría ser un ‘making of’ que se acabó convirtiendo en una película. La historia de una hija que nunca ha querido hacer preguntas sobre la muerte de su padre, cuando ella solo era una niña, «por respeto al dolor», como la propia Alba Flores dice a sus tías, Rosario y Lolita, en uno de los momentos más significativos del film.
Así nos lo cuenta la codirectora, Elena Molina, el mismo martes en el que se va a celebrar la première de una cinta que apunta maneras para llevarse el Goya a la mejor película documental.
«Pensábamos que iba a ser una película más en tercera persona, haciéndole un homenaje a Antonio Flores, pero a medida que rodábamos, nos dábamos cuenta de que esas conversaciones sobre él las estaban teniendo en vivo y en directo; que todos estaban esperando a que Alba hiciera algo. Todo eso dejó de ser ‘making of’ para convertirse en parte fundamental de la película».
Alba Flores frente al recuerdo de su padre. (Cortesía)
Ver el documental que Molina ha codirigido junto al premiadísimo Isaki Lacuesta supone toda una experiencia, se sea o no se sea amante de la iconografía de los Flores. Se nota, y mucho, que el leitmotiv (Alba planteándose si quiere cantar o no) surgió a medida que avanzaba un rodaje en el que la joven busca respuestas sobre ese padre que falleció en mayo de 1995, apenas dos semanas después que su abuela, la gran Lola Flores.
Algunas de las grabaciones caseras de la película. (Cortesía)
«La idea de hacer una película surge en paralelo a la idea de Ana (la madre y ex de Antonio) de hacer este concierto homenaje, cuando le pide a Alba que cante y ella no está muy convencida de hacerlo».
Alba Flores, entre amigos de su padre. (Cortesía)
Los vídeos de la joven cantando junto a su padre cuando apenas levantaba dos palmos del suelo son, de hecho, parte de un documental que muestra abundancia de grabaciones familiares inéditas; que deja frases que cambian el discurso sobre el artista, alguien que, como dice un amigo en la cinta, era admirado por casi todos pero «pensaba que no valía un duro».
«Piensan que papá se quitó la vida», llega a reflexionar su hija a lo largo del metraje. Un punto que, como muchos otros, (no haremos SPOILER) también se aclara al final de ‘Flores para Antonio’.
Evitando la lágrima fácil
No son las únicas revelaciones de la producción de Lacuesta y Molina. Por ejemplo, ¿cómo reacciona una niña pequeña a la muerte de un padre joven? «Estaba un poco enfadada con él cuando se murió», dice Alba en los primeros minutos. Un dato que no conocíamos.
Tampoco sabíamos que la actriz no fue al cementerio hasta que fue «muy mayor». O que, como su prima Elena Furiase, llamaba ‘Ole Ole’ a su abuela Lola y que, en sus días de colegio posteriores a aquel mayo del 95, sufrió «el estigma de las drogas». «En el colegio se me atacaba con eso», asegura.
Elena y Guillermo Furiase junto a su prima Alba. (Cortesía)
El rosario de datos, que en otras manos habrían dado como resultado un producto sensiblero y lacrimógeno, convierte a ‘Flores para Antonio’ en algo mucho más sencillo y, por tanto, más emotivo. Sin necesidad de apretar las tuercas.
De hecho, solo vemos llorando a la protagonista de ‘Te estoy amando locamente’ una vez. «Sabíamos que atravesar un duelo es duro siempre y que, siendo la familia que es, íbamos a trabajar con elementos muy emocionales. Durante el rodaje, durante las conversaciones, nosotros llorábamos casi todos los días dos veces«, nos cuenta Molina.
Alba Flores frente al micrófono, el leitmotiv de la película. (FOTO: Concha de la Rosa)
«Todo el rato estábamos muy atentas a que no se nos fuera a algo demasiado lacrimógeno o subrayado. Queríamos que fuera muy sobrio y que, en todo caso, hubiera una celebración de su obra y de su vida y no lágrimas; no forzar ni caer en la pornografía emocional».
La honestidad de ‘Flores para Antonio’ se explica, según la codirectora, en que «Alba es honesta y Antonio también lo era. Él era el primero que hablaba de sus problemas de una forma muy generosa. La verdad tal cual es lo que más nos emociona a veces».
La cabaña donde acabó todo
El viaje de Alba Flores fue también el de todo un equipo técnico. No debe haber sido fácil, para los que la siguieron en su papel de entrevistadora y exorcizadora de demonios familiares, grabar en la cabaña donde Antonio fue hallado sin vida ese 30 de mayo de 1995. Ese es el espacio que revisitan Ana Villa y su hija, o Rosario y Lolita junto a su sobrina. «El dolor se quita hablando», dice la hija mayor de Lola Flores en cierto momento.
Alba junto a Isaki Lacuesta y Elena Molina. (Cortesía)
¿Cómo fue filmar en un lugar marcado por la tragedia pero también por la intimidad del artista; el pequeño habitáculo que él mismo quiso construir como espacio de intimidad, sin alejarse demasiado de su madre? «Es un tema muy delicado y ha sido como vivir un proceso que está muy dentro con ellas. El hecho de que Alba fuera productora ha permitido que los tiempos se adaptasen y que no fuera un plan de rodaje estándar, que son tan ortopédicos, ¿no? Aquí hemos podido adaptarnos mucho a los tiempos de la familia».
Lolita, Alba y Rosario en la cabaña de Antonio. (Cortesía)
En esa misma cabaña se habla de las dudas, de los reproches, de los «si esa noche hubiese dormido cerca de él no le habría pasado nada». Pero también es el entorno en el que surge, como un flashazo, la celebración de la vida que es toda la película.
Algo a lo que ayudan no solo las imágenes de una familia que cantaba y bailaba con la misma pasión con la que los veíamos en el cine, en la televisión y en los escenarios. También han sido muy útiles los grafismos y las animaciones de dibujos del propio Antonio que van narrándonos, paso a paso, toda la historia. Un claro homenaje a otra de las aficiones menos conocidas de Antonio porque, entre los ‘No dudaría’ o los ‘Abril’, el hijo de Lola Flores también hacía collages y dibujaba.
Alba, guitarra en mano. (Cortesía)
«Cuando estaba bien, hacía collages y cuando estaba mal, hacía collages también. Nos venía muy bien porque, ya que teníamos tantísimo material (pensábamos que al principio solo serían sus letras en pantalla, pero de repente teníamos dibujos y de todo: fotos, grabaciones que él mismo hizo, Polaroids…) lo hicimos con formato Collage. Eso nos permitía jugar con el presente y el pasado, que era algo que queríamos también. Queríamos incorporarlo todo a esa búsqueda de Alba; que ella llevase también esa cámara como la que él tenía. Formalmente nos daba mucho juego», cuenta Elena Molina.
Lolita y Rosario, en pleno rodaje. (Cortesía)
«Por ejemplo, la canción ‘Mi habitación’ estaba acompañada de ese dibujo de la habitación. En un momento decidimos que era muy bonito que el arte de Antonio se mostrase no solo a través de su música, sino también de sus dibujos«, añade.
La creatividad del Flores junior no tenía fronteras, a pesar de ese déficit de autoestima que resaltan, a lo largo del film, amigos como Joaquín Sabina, que le cedió uno de sus grandes éxitos, ‘Pongamos que hablo de Madrid’. De hecho, el primer disco de Rosario fue un terremoto comercial gracias a las composiciones de su hermano. El de hermano y hermana, como el de Antonio con su madre Lola, era un binomio muy especial que, como nos cuenta esta película, nunca provocó los celos de Lolita, la mayor.
Alba y Antonio, padre e hija en el póster de la película. (Cortesía)
Lo cuenta ella misma en ‘Flores para Antonio’. «Empecé a conocer a tu padre más como hombre», le dice a Alba. «Me dijo: ‘Te juro que te he hecho una canción pero no sé dónde la he puesto».
También es Lolita la que recuerda lo preocupados que estaban todos cuando Lola Flores falleció y cayeron en la cuenta de que él había repetido, docenas de veces, que se iría «con ella». La mayor de los Flores define, con una sola frase, la personalidad del artista. «Le dolía el mundo», reconoce ante su sobrina Alba.
Pero el dolor y la pena no son, repetimos, los que configuran esta película especial. Aquí, como en Hollywood, hay un ‘happy ending’ ya que, como todos sabemos, Alba acabó cantando ‘Arriba los corazones’ y ‘No dudaría’, junto a su tía Rosario, en el concierto dedicado a su padre que tuvo lugar en noviembre de 2023.
Un desahogo para esa niña que pensó, tras el adiós de Antonio, que la muerte podría llevarse a cualquiera persona, a cualquier edad. Años después, y habiendo cumplido los 33 años con los que la parca se llevó a su padre, Alba Flores es la responsable más directa de esta preciosa película que supone una firma de la paz con su pasado y con su trauma.