Los virus de gripe aviar no constituyen, de momento, una gran amenaza para los seres humanos. Pero en el futuro podrían suponer mayor peligro y desencadenar una pandemia, y por esta razón las autoridades sanitarias de todo el mundo llevan décadas adoptando diversas medidas para contener su propagación.
Existen diversas razones para vigilar de cerca a estos virus:
- Están ampliamente distribuidos por todo el mundo.
- Son virus que mutan muy rápido y son capaces de adquirir recombinaciones genéticas, lo que les permite ampliar su variabilidad.
- Son capaces de infectar al ser humano y a otros mamíferos -como al cerdo-, en los que se producen recombinaciones genéticas de distintos subtipos de virus.
- El hecho de que afecten a animales domésticos, como las aves de corral, favorece la aparición de brotes masivos.
- Son virus que se transmiten por el aire.
- Algunos de ellos tienen una letalidad en humanos relativamente alta. Destacan el H5N1 y el H7N9, que no se transmiten bien de persona a persona, pero tienen unas tasas de mortalidad en torno al 40%.
Virus resistentes a la fiebre
Un estudio que se acaba de publicar en la revista Science añade otra característica preocupante: los virus de la gripe aviar pueden replicarse a temperaturas más altas que las que alcanza la fiebre, que es una de las estrategias que despliega nuestro organismo para detener a los microorganismos patógenos.
La investigación, dirigida por científicos de las universidades de Cambridge y Glasgow (Reino Unido), ha desembocado en la identificación de un gen que desempeña un papel clave en la determinación de la sensibilidad térmica de los virus.
Los virus causantes de la gripe estacional (influenza A), suelen proliferar en las vías respiratorias, donde la temperatura ronda los 33 °C, en vez de en las inferiores, donde asciende hasta los 37 °C.
A diferencia de los virus de la gripe humana, los virus de la gripe aviar tienden a proliferar en las vías respiratorias inferiores. De hecho, en sus huéspedes naturales, como patos y gaviotas, el virus suele infectar el intestino, donde las temperaturas pueden alcanzar los 40-42 °C. Por lo tanto, los virus aviares están muy adaptados a las altas temperaturas.
En estudios previos con cultivos celulares, los científicos demostraron que los virus de la gripe aviar parecen ser más resistentes a las temperaturas típicas de la fiebre en humanos. El estudio actual utiliza modelos in vivo (ratones infectados con virus de la gripe) para explicar cómo nos protege la fiebre y por qué podría no ser suficiente para librarnos de la gripe aviar.
Los investigadores constataron que elevar la temperatura corporal de los ratones hasta los niveles que se alcanzan con la fiebre resulta eficaz para detener la replicación de los virus de la gripe de origen humano, pero no para los de la gripe aviar. Así, en el caso de los primeros, un aumento de tan solo 2 °C en la temperatura corporal fue suficiente para convertir una infección mortal en una enfermedad leve.
Asimismo, descubrieron un gen (denominado PB1) que desempeña un papel clave en la sensibilidad a la temperatura, y que permite a los virus aviares adaptarse mejor a temperaturas más elevadas. Esto puede ser muy importante, ya que los virus de la gripe humana y aviar pueden intercambiar sus genes al infectar a un huésped simultáneamente; por ejemplo, cuando ambos virus infectan a los cerdos. De esa manera, un virus de gripe humana, que se transmite de forma mucho más eficaz entre personas, podría adquirir esa mayor resistencia a las temperaturas elevadas corporales.

Implicaciones del nuevo hallazgo
Los resultados de este estudio no suponen un motivo de alarma ni van a conducir a cambiar los protocolos de actuación frente a la gripe aviar, pero aportan claves relevantes para conocer mejor estos patógenos y estar mejor preparados de cara a una eventual pandemia. En declaraciones a SMC España, Estanislao Nistal Villán, profesor titular de Microbiología de la Facultad de Farmacia de la Universidad CEU San Pablo, señala que el hallazgo de la adaptación asociada a PB1 “ayuda a explicar por qué la fiebre es una defensa eficaz frente a cepas comunes, adaptadas a humanos, y por qué ciertos virus aviares pueden sortear esa barrera y resistir, lo que resulta interesante como un mecanismo adicional que podría explicar la adaptación al salto entre especies y la mayor virulencia de virus aviares que han sido fuentes de pandemias, como los virus de la gripe de 1918, de 1957 y de 1968”.
Asimismo, el experto recalca que la nueva investigación confirma que la fiebre “puede actuar como defensa antiviral frente a cepas estacionales sensibles a la temperatura”. En este sentido, “el uso indiscriminado de antipiréticos podría favorecer la replicación”. Su recomendación: “Prudencia en el manejo de la fiebre, vigilancia de la sensibilidad térmica como marcador de riesgo y explicar a los pacientes que la fiebre moderada forma parte de la defensa”.
Por último, Nistal comenta que el riesgo actual de gripe aviar para la población general “sigue siendo bajo, aunque existe una panzootia (pandemia animal) global de H5N1 con expansión a mamíferos que requiere vigilancia”.