Las grandes tecnológicas estadounidenses están librando una auténtica carrera para reforzar sus prestaciones en el ámbito de la Inteligencia Artificial. El auge de esta tecnología ha generado enormes expectativas, propulsando en bolsa a las ‘big tech’ y levantando dudas sobre una posible sobrevaloración en los parqués. Así, y aunque la tendencia general es comparar la burbuja de la IA con la de los puntocom, numerosas voces alertan de que el peligro puede estar en los mercados de deuda. En este sentido, las empresas ‘socias’ de OpenAI están cerca de aglutinar 100.000 millones de dólares en deuda para financiar a la creadora de ChatGPT.
Las empresas que colaboran en el desarrollo de centros de datos de OpenAI están cerca de amasar 100.000 millones de dólares de deuda ligados a dicha compañía. Concretamente, solo entre SoftBank, Oracle y CoreWeave acumulan 30.000 millones de dólares en préstamos utilizados para invertir en OpenAI o levantar ‘data center’, según Financial Times. Todo ello mientras que la firma de Sam Altman, la cual continúa sin dar beneficios, se mantiene al margen de los riesgos financieros directos de estas operaciones.
Otras empresas como Blue Owl Capital y Crusoe también han pedido préstamos por valor de 28.000 millones de dólares con el objetivo de proporcionar servicios a OpenAI. No hay duda de que la fiebre por la IA ha generado un torrente de deuda ligada a la compañía privada más valiosa del mundo, la cual acumula ya una valoración de 500.000 millones de dólares. El ritmo no para y, actualmente, un grupo de bancos está negociando la emisión de un préstamo de 38.000 millones de dólares a Oracle y Vantage, fabricante de centros de datos, para financiar las instalaciones de OpenAI.
Una deuda que supera a los ingresos estimados de OpenAI
Los inversores siguen con interés estos movimientos ya que la cantidad de deuda acumulada ligada a OpenAI supera a los ingresos que, según el mercado, registrará la compañía tecnológica este año. Así, los analistas estiman que la creadora de ChatGPT obtendrá 20.000 millones de dólares en ingresos este año. Todo ello en un escenario en el que la ‘start-up’ posee poca deuda en su balance, y todavía no ha utilizado una línea de crédito de 4.000 millones de dólares proporcionada por varios bancos estadounidenses.
En total, la montaña de deuda ligada a OpenAI ha crecido este año, hasta los 1,35 billones de dólares. El objetivo es que todo este volumen de deuda sirva para financiar la capacidad computacional de la empresa de Sam Altman durante los próximos ocho años. Sin embargo, la empresa considera que necesita más capital para financiar sus centros de datos.
Para contextualizar la situación, es preciso señalar que los 100.000 millones de dólares en bonos, préstamos bancarios y acuerdos de crédito privado vinculados a OpenAI son equivalentes a la deuda neta de las seis principales firmas prestatarias en el mundo. Entre este grupo se encuentran las automovilísticas Volkswagen y Toyota, así como los conglomerados mediáticos AT&T y Comcast.
Por su parte, SoftBank ha recaudado 20.000 millones de dólares este año para sus inversiones en IA, la mayoría de los cuales irán destinados a OpenAI. Además, CoreWeave ha pedido un préstamo de 10.000 millones de dólares para proporcionarle servicios a Microsoft y a OpenAI. Paralelamente, Oracle ya ha vendido 18.000 millones de dólares en bonos para financiar la infraestructura que se comprometió a realizar para la creadora de ChatGPT. Pero no parece suficiente: los analistas de KeyBanc Capital Markets calculan que la empresa de Larry Ellison deberá pedir prestados otros 100.000 millones de dólares para cumplir con los contratos firmados con OpenAI durante los próximos cuatro años.
Ecos de 2008
Por otro lado, es preciso señalar que muchos de estos movimientos se están ejecutando mediante una serie de técnicas de ingeniería financiera que alertan a los inversores. Una de ellas es el SPV (Special Purpose Vehcile), una entidad legal creada por una firma destinada a la financiación de un proyecto concreto, permitiendo a la empresa creadora aislarse de dicha operación.
Opera como una especie de escudo para las empresas. Tal es así que Blue Owl y Crusoe formaron una SPV conjunta para financiar y construir el primer centro de datos de OpenAI en Abilene, una ciudad localizada en Texas. Aquella SPV obtuvo un préstamo de 10.000 millones de dólares por parte de JP Morgan, el cual será pagado por Oracle a lo largo de un alquiler de dichas instalaciones durante 17 años. En caso de impago, JP Morgan se convertirá en la propietaria de la instalación.
Aquí se percibe otro rasgo que inquieta al mercado: la elevada endogamia de la IA. El gran ejemplo es Nvidia: según Enguerrand Artaz, estratega de La Financière de l’Échigquier (LFDE), señala que la firma de Jensen Huang «ha invertido directamente en varios de sus clientes, como OpenAI, Nscale y CoreWeave, para permitirles… ¡Comprar chips de Nvidia! Esta práctica está alimentando el temor a la «endogamia» de las inversiones en IA».
Por su parte, Todd Castagno, analista de Morgan Stanley, señaló en un reciente informe que «se está generando un ecosistema circular de participaciones cruzadas«. En esta misma línea, los expertos de GQG partners subrayaron que este tipo de operaciones pueden generar «un apoyo artificial capaz de inflar los ingresos y distorsionar las métricas financieras».
Por todo ello, la temida burbuja de la IA puede estar más conectada a la situación previa a la Gran Recesión de 2008 que a la sobrevaloración de las puntocom. En este sentido, LFDE señaló recientemente que las fórmulas de financiación de las empresas de IA «recuerdan algunos de los precedentes anteriores a la crisis de las hipotecas de alto riesgo. Así, mientras que en el año 2000 la burbuja se dio sobre todo en los mercados cotizados y de capitales, la situación actual apunta más a una burbuja en los mercados de deuda y no cotizados».
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