Cuando Sonsoles Ónega escribió ‘Las hijas de la criada’, no esperaba reconocimientos, como el Premio Planeta que recibió después, y mucho menos una serie. «No te lo imaginas y supongo que cada autor escribe de una manera, pero yo es que nunca sé si … voy siquiera a acabar la novela», reconocía la periodista y escritora a ABC. A su lado está Verónica Sánchez, que dará vida a Doña Inés, una de las protagonistas de esta historia, que llega ahora en forma de serie a Atresplayer. «Ha sido todo un regalo, las actrices que lo han dado todo, porque es una novela muy muy femenina y una serie también muy femenina, aunque ellos están muy bien. Te diría que más en la serie que en la novela, fíjate. A mí no me cuesta retratar personajes femeninos; los masculinos me cuestan un poco más, pero de repente don Gustavo, que es Alan Hernández, tiene mirada, tiene instinto, tiene muchas emociones, que cuando las ves en la serie adquieren otra dimensión. En el papel a lo mejor se diluyen más o solo están en la cabeza del lector», confiesa la presentadora de ‘Y ahora Sonsoles’.

Para aquellos que la novela aún no llegó a sus manos, la historia está ambientada en Galicia, 1900. En el pazo de Espíritu Santo llegan al mundo dos niñas, Clara y Catalina. La primera pertenece a la criada, Renata, mientras que la segunda es hija de los Valdés, don Gustavo y doña Inés. Una venganza inesperada sacudirá la vida de esas niñas y de todos ellos, y hará que doña Inés tenga que sobrevivir al desamor y al dolor del abandono. Y también a las luchas de poder para convertir a su verdadera hija en la heredera de un imperio, en una época en la que a las mujeres no se les permitía ser dueñas de sus vidas. «Mi personaje es poderosísimo, con grandes ideas y un gran sentido de la justicia. Me gustan también sus contradicciones, porque lo digo mucho, ella es muy progresista en sus ideas sociales y quizá más conservadora en su ámbito más íntimo, en cuanto a la familia. Me gusta su lucha; es una mujer con gran conciencia de clase», confiesa la actriz.

Cuando uno escribe y finalmente publica su libro, el sentimiento es similar al de haber dado a luz a un hijo. Un hijo que aún no es de carne, una criatura que para ser de carne y hueso tiene que pasar por otras manos. Es un sentimiento por el que pasan muchos autores, a veces hay miedo y otras confianza. Sonsoles está en el segundo grupo. «Ha salido bien, pero tampoco podía desconfiar porque no sabría ni en qué desconfiar. He ido viendo los guiones según los iban escribiendo y, aunque una adaptación requiere algunos giros narrativos que no están en la novela para hacerlo atractivo, la confianza ha sido absoluta. Un espectador y un lector se parecen, pero no son exactamente lo mismo; hay que atraparlos con otras herramientas. Les di libertad absoluta. Nunca me había embarcado en algo así y ha salido todo bien porque es gente muy sensible», confesó la escritora.

Al mismo tiempo, Sánchez se ha tenido que enfrentar a otros retos, como el de asumir un rol escrito ya por Sonsoles Ónega, que estuvo vinculada al proyecto desde el principio. Una presencia que en ocasiones puede generar presión o una necesidad de estar a la altura, pero la actriz nunca se vio presionada. «No lo piensas cuando te vas a enfrentar al personaje. Ahora, en la promoción, sí que te das cuenta: dices ‘madre mía’. Ahora sí impresiona. Pero cuando te vas a poner a rodar es mejor hacerte una especie de parapeto y pensar en las intimidades de tu personaje, en lo íntimo y lo pequeño, porque si no te abrumaría», confiesa.

«Como creadora de doña Inés, es exactamente lo que tú trasladas en la pantalla. Verónica es una actriz que, aparte de su trayectoria, tiene atributos muy parecidos a los de Inés: estricta en la intimidad pero abierta. Yo me imaginé que tú eras todo eso. La estás viendo y estás viendo al personaje del papel. Creo que a los lectores que ahora vean la serie les pasará lo mismo», le contesta Sonsoles a Sánchez. No siempre se asemeja la imagen que uno construye cuando escribe un libro a la que finalmente ve en la pantalla. «Algunas cosas sí que cambian, pero me ha impresionado mucho —para bien— escuchar los diálogos de la novela en sus voces», asegura la escritora.

Los artistas se enfrentan en numerosas ocasiones a la opinión pública. Y con el paso del tiempo, ambas han aprendido a gestionarlas. «De las críticas constructivas siempre se puede aprender. Yo tengo en cuenta las críticas de profesionales. No tengo en cuenta las críticas de las redes, porque es un lugar sin orden ni concierto donde cualquiera puede escribir; a veces hay profesionales, pero a veces hay gente que simplemente se divierte haciendo daño. Me mantengo al margen porque no hace bien a nadie. De hecho, ha aumentado la ansiedad y la depresión en adolescentes, por algo será», confiesa Sánchez.

Cultura como punto de unión

La escritora se siente optimista con los tiempos actuales para escribir. «La lectura está gozando de excelente salud desde la pandemia. Siempre son buenos tiempos para escribir y sobre todo para leer. La creación y la lectura son fundamentales para el desarrollo del ser humano. Me niego a reducirnos a las redes sociales, aunque a veces sean autopistas de cultura», confiesa, aunque sin embargo, la periodista reconoce que la crispación ha aumentado. «Vivimos tiempos de trinchera peligrosa y polarización. Ojalá la cultura fuera un punto de unión, despojada del sectarismo. Estoy radicalmente en contra del sectarismo, del atrincheramiento, de la polarización y de la falta de formación. El algoritmo es el culpable de muchos males, debería actuar al revés: no confirmando tu tesis, sino contradiciéndola», explica.

Además, reconocen que la crispación en ocasiones dificulta su trabajo. «Afecta de aquella manera. Tienes un pelín más de cuidado de no meterte en jardines innecesarios, pero no llego a autocensurarme. Hay cosas de las que no me voy a apear nunca: estoy en contra de la ocupación con K, estoy en contra de la violencia machista…», añade.