Gema Escobar

Sábado, 29 de noviembre 2025, 07:59

Quizá la experiencia no deba medirse solo en años, pero, si la cifra de la veteranía se acerca al medio siglo, puede que lo sensato sea sentarse y escuchar. Cuando a ese medio siglo se le añaden apellidos como Picasso, Miró, Goya, Tàpies, Canogar, Matisse, Warhol, Chillida, Dalí, Chirino, Barceló o Mariscal, el cruce de coordenadas lleva a una X inequívoca en el mapa: la Galería La Aurora, en Murcia. Superviviente a lo largo de décadas en las que espacios emblemáticos como Clave y Chys desaparecieron de la escena murciana, el proyecto de José Fermín Serrano (Melilla, 1957) no se ha movido de su sitio, como tampoco lo ha hecho la visión de su impulsor: un galerista que se define a secas, aunque con orgullo, como «mercader de cuadros», en una aclaración de la que obvia lo que otros admiran en él: ese ojo clínico entrenado de tanto ver y buscar, de quien compra calidad con la brújula interna de elegir aquello que le remueve por dentro y que «colgaría» en su casa. Y en esa búsqueda, cinco coches y casi dos millones de kilómetros han conducido sus piernas desde que llegó a Murcia en 1994, esfuerzo que desde la irrupción de internet ha ido menguando, aunque él mantenga la cercanía y el trato personal con galeristas de toda Europa a los que lleva visitando, igual que a sus predecesores, desde antes de recalar en la Región.

Devoto de Rembrandt y desinteresado en Banksy, Serrano ya había coqueteado con el arte antes de la mayoría de edad que le llevó a salir de casa para estudiar Periodismo en Madrid, con ese afán adolescente de adquirir catálogos y libros en museos y algún que otro grabado al que echó el ojo, un poco sin más, en sus primeros ‘interraíles’. Nada que le hiciera pensar que ese era su camino. No le gusta, o eso desprende, romantizar su pasado.

Tampoco sintió vocación cuando, con 20 años y para aliviar la siempre escasa economía de los universitarios afincados fuera de casa, comenzó a limpiar e inventariar el almacén de la desaparecida Estiarte de Madrid, una de las pocas galerías españolas especializadas entonces en grabado. Con poco más de 24 años viajó a comprar junto a su jefe sus primeros Picassos y Mirós en aquel coche cama del Puerta del Sol, ese tren que salía de Madrid a la caída de la tarde y llegaba a París a primera hora de la mañana, donde esperaba, entre otras paradas en el itinerario, la emblemática galería Maeght de la capital francesa. Cuando terminó la carrera, su trabajo de tarde ya era de jornada completa, y de algún modo siguió el consejo de uno de sus profesores, diputado socialista por Soria: «Fermín, para qué te vas a dedicar a juntar letras, si ya sabes lo que es juntar dinero».

Las firmas de los maestros de lo contemporáneo y las rúbricas de los mejores artistas plásticos regionales se abrazan desde noviembre de 1994 en la galería murciana

Pasaron los años y acabó codirigiendo la galería, siempre bajo la orientación de su jefe, el arquitecto Gonzalo Cabo. Fallecido este, y trasladados desde Hellín a Murcia los padres de su entonces mujer y madre de sus dos hijos, recaló en la capital del Segura con la idea de abrir una galería, aunque sin prospección de mercado alguna que le guiara en su empeño. Tres meses después, el 25 de noviembre de 1994, iniciaba su actividad en el número 7 de la plaza de La Aurora, en un simbólico amanecer empresarial que poco tendría que ver con sus 17 años de trayectoria en Madrid, en los que había decorado, por dimensionar el calado, todas las plantas de la Torre Picasso.

«Llegué a Murcia con un fondo muy fuerte de obra gráfica» entre grabados, aguafuertes, aguatintas, serigrafías, dibujos… propios y cedidos. «Enseguida supe que ese no era el único camino y que tenía que buscar artistas locales -relata Serrano-; tener también pintura, escultura, obra única… Siempre hemos sido una galería muy ecléctica, aunque he conservado mi ‘rollo’ de la obra sobre papel de grandes artistas, que es lo que me gusta, porque la gente quiere todavía tener un Picasso, un Chillida, un Miró, un Tàpies… ¿Qué más da que haya cien ejemplares de la obra, cuando el autor eligió ese soporte para que pudiera multiplicarse? ¿Cuántas unidades hay del coche que te has comprado por 70.000 euros?», se pregunta a ceja alzada.

Por ello, y aunque orientó su local a hacer exposiciones de artistas nacionales e internacionales, no renunció a nada. Ahora mismo, 31 años y cuatro días después, en la plaza de la Aurora cobija unas 3.500 obras de algo menos de 200 autores, en una horquilla de precios desde los 50 euros hasta las decenas de miles. Además, continúa haciendo ediciones propias en colaboración con el serígrafo Pepe Jiménez, como la reciente serie ‘Urbana’, de Rafael Canogar, con una tirada de 75 copias realizada este mismo año.

Arriba: ‘Les Deux Amis’, de Joan Miró (1969). Aguafuerte y aguatinta con carborundo. Edición, 75 ejemplares. Medidas: 95’5 x 140 cm. Abajo: ‘Portrait of Picasso’, de Juan Gris (1947). Aguafuerte y punta seca. Edición, 455 ejemplares. Medidas: 17 x 13 cm; y ‘José Fermín Serrano de Melilla, máster en posturas’, de Dora Catarineu. Barro refractario. Medidas: 86 x 89 x 180 cm.

Imagen principal - Arriba: 'Les Deux Amis', de Joan Miró (1969). Aguafuerte y aguatinta con carborundo. Edición, 75 ejemplares. Medidas: 95'5 x 140 cm. Abajo: 'Portrait of Picasso', de Juan Gris (1947). Aguafuerte y punta seca. Edición, 455 ejemplares. Medidas: 17 x 13 cm; y 'José Fermín Serrano de Melilla, máster en posturas', de Dora Catarineu. Barro refractario. Medidas: 86 x 89 x 180 cm.

Imagen secundaria 1 - Arriba: 'Les Deux Amis', de Joan Miró (1969). Aguafuerte y aguatinta con carborundo. Edición, 75 ejemplares. Medidas: 95'5 x 140 cm. Abajo: 'Portrait of Picasso', de Juan Gris (1947). Aguafuerte y punta seca. Edición, 455 ejemplares. Medidas: 17 x 13 cm; y 'José Fermín Serrano de Melilla, máster en posturas', de Dora Catarineu. Barro refractario. Medidas: 86 x 89 x 180 cm.

Imagen secundaria 2 - Arriba: 'Les Deux Amis', de Joan Miró (1969). Aguafuerte y aguatinta con carborundo. Edición, 75 ejemplares. Medidas: 95'5 x 140 cm. Abajo: 'Portrait of Picasso', de Juan Gris (1947). Aguafuerte y punta seca. Edición, 455 ejemplares. Medidas: 17 x 13 cm; y 'José Fermín Serrano de Melilla, máster en posturas', de Dora Catarineu. Barro refractario. Medidas: 86 x 89 x 180 cm.

El mix del éxito

De los inicios de la galería guarda José Fermín Serrano algunos de los momentos más divertidos de su biografía, esas inauguraciones que acababan a las tantas, ya a puerta cerrada y entre copas. La Aurora combinó en los años 90 las esculturas de Lucía Montero, las acuarelas de Ángel Haro, los grabados de Ágatha Ruiz de la Prada, el erotismo de Luis Eduardo Aute, la ‘Obra última’ de Pepe Lucas y la ‘Última obra’ de Vicente Ruiz, los objetos arquitectónicos de Torres Nadal, los óleos de Carmen Jiménez o las mitologías de Pepe Yagües con el Tàpies de los 60, con Manolo Valdés, el siempre referente Picasso y los grandes nombres de la londinense galería Marlborough, entre otros aciertos clásicos y empeños personales. En los años 2000, junto a Paco Conesa, Ouka Leele, Carmen Baena, FOD, Manolo Belzunce, Carmen Jiménez, Ángel Fernández Saura, Alfonso Albacete, Antonio Ballester, Gonzalo Sicre, Dora Catarineu y Nicolás de Maya, Serrano acogió en su espacio los grabados de Richard Serra, los ‘Aromas’ de Eduardo Chillida, las ‘Dos pistolas gemelas’ del Equipo Límite, el indigenismo africano de los Bronces de Ife, ‘La Dama de Murcia’ de Valdés, las pinturas de Eduardo Arroyo, las estructuras de Le Corbusier, el apocalipsis de Keith Haring, la serie ‘Passage de l’Egyptienne’ de Joan Miró, las fotografías de Lucien Clergue, las de Chema Madoz… y de nuevo Picasso. Siempre Picasso. En 2005, llegó a La Aurora ‘El repas frugal’ del pintor malagueño, la obra más especial que ha tenido el galerista en sus manos -confiesa con cierta nostalgia- en sus ya más de 31 años en Murcia.

Cuenta Serrano que «para comprar arte hace falta, más que dinero, un estado de ánimo, una alegría»

Luces y sombras tuvieron esos años 2000. Crisis económicas derivadas del desplome bancario, el inicio del fraude de las preferentes y el ‘crack’ económico de 2008, además de las réplicas que sacudieron el planeta durante la guerra de Irak, afectaron al mundo, de lo global a lo más local. «En las grandes Sotheby’s y Christie’s no se notan las crisis; eso no es el arte, es un mercado de grandes piezas en el que hay unos pocos compradores», medita Serrano, quien explica que, para él, «el arte es el montón de galerías en el que las crisis sí impactan». Sus 48 años de trayectoria, y el traductor de emociones que le viene incorporado con la profesión de vendedor, le han enseñado que «para comprar arte hace falta un estado de ánimo. Si no hay alegría ni motivación, no apetece, y la gente se retrae. Tienes que ser muy independiente, mentalmente, para estar al margen de eso, o ser muy canalla. Aunque seas un empresario con dinero que compra arte, si acabas de despedir a tres tíos de tu empresa, o no paras de oír malas noticias, no tienes ganas de salir a buscar arte».

Sin embargo, la mayor operación que ha hecho la Galería La Aurora, estratosférica para las aguas en las que se mueve, fue precisamente en esos mismos años 2000: un original de Antoni Tàpies que vendió por unos 400.000 euros. «Mi cliente base, el grueso de mis compradores, es un profesional medio; solo un 20% son personas económicamente muy fuertes», asegura el galerista, quien desgrana que entre sus fondos cuenta con «buenos grabados» de Georg Baselitz por 4.000 o 5.000 mil euros, de Miró desde 9.000 euros, de Tàpies por 3.000, Chillida por 5.000, Juan Gris o Degas por 2.000 y 3.000 euros.

El galerista José Fermín Serrano, en La Aurora.

El galerista José Fermín Serrano, en La Aurora.

Nacho García

Un mito y una ‘máquina’

Y resume, desmitificando un prejuicio extendido y que mantiene a muchos ciudadanos alejados de las puertas de las galerías: «Para comprar arte no hace falta tener mucho dinero».

La explosión de internet, más aún tras la pandemia del covid, ha sido «la maravilla de las maravillas para las galerías -sonríe Serrano-, porque la ‘máquina’ te coloca en el mundo». Internet ha democratizado la venta; «La Aurora no compite con otras galerías de Murcia, sino con las de todo el mundo: el que quiere comprar mira, mira, mira… y compra al que tiene lo que busca y se lo vende al mejor precio».

La galería ubicada en la plaza con la que comparte nombre cobija 3.500 obras de unos 200 autores

Serrano lo tiene claro, y lo dice sin tapujos, como tantas otras cosas. «Me dedico a vender cuadros. Soy un mercader. No tengo ese apego por quedarme con las obras y llevármelas a casa, porque sé que va a venir otra más que me va a gustar. Yo estoy aquí para vender. ¿Cómo dices que esto no lo venderías nunca? Si hace falta vendo el aparador de mi casa», bufa divertido, pero sincero. Y cuenta la sintonía que sintió al leer que, tras la muerte de Yves Saint Laurent, su pareja, Pierre Bergé, subastó todo el arte que habían comprado en común. «Aquello lo tenía con él y él ya no estaba. Lo disfrutó, pero se había acabado», concluye.

Arriba: José Fermín Serrano, en 2005, con ‘Le repas frugal’, de Pablo Picasso. Grabado al aguafuerte (1904). Edición sobre papel japón (1913). Abajo: ‘Minos II’, de Pablo Palazuelo (1997). Óleo sobre tela. Pieza única. Medidas: 172 x 172 cm; y ‘L’ ́Espagnol à la mantille’, de Henri Matisse (1925). Aguafuerte y aguatinta. Edición, 200 ejemplares. Medidas: 38 x 57 cm.

Imagen principal - Arriba: José Fermín Serrano, en 2005, con 'Le repas frugal', de Pablo Picasso. Grabado al aguafuerte (1904). Edición sobre papel japón (1913). Abajo: 'Minos II', de Pablo Palazuelo (1997). Óleo sobre tela. Pieza única. Medidas: 172 x 172 cm; y 'L' ́Espagnol à la mantille', de Henri Matisse (1925). Aguafuerte y aguatinta. Edición, 200 ejemplares. Medidas: 38 x 57 cm.

Imagen secundaria 1 - Arriba: José Fermín Serrano, en 2005, con 'Le repas frugal', de Pablo Picasso. Grabado al aguafuerte (1904). Edición sobre papel japón (1913). Abajo: 'Minos II', de Pablo Palazuelo (1997). Óleo sobre tela. Pieza única. Medidas: 172 x 172 cm; y 'L' ́Espagnol à la mantille', de Henri Matisse (1925). Aguafuerte y aguatinta. Edición, 200 ejemplares. Medidas: 38 x 57 cm.

Imagen secundaria 2 - Arriba: José Fermín Serrano, en 2005, con 'Le repas frugal', de Pablo Picasso. Grabado al aguafuerte (1904). Edición sobre papel japón (1913). Abajo: 'Minos II', de Pablo Palazuelo (1997). Óleo sobre tela. Pieza única. Medidas: 172 x 172 cm; y 'L' ́Espagnol à la mantille', de Henri Matisse (1925). Aguafuerte y aguatinta. Edición, 200 ejemplares. Medidas: 38 x 57 cm.

Entre 2010 y 2025, se han seguido sucediendo los grandes hitos en La Aurora con las exhibiciones de la obra gráfica original de Henry Moore, ‘Los Disparates’ de Goya, ‘The Factory’, de Andy Warhol -que convirtió la propia silla eléctrica del artista estadounidense en un alocado ‘photocall’ para la sociedad murciana-, una compilación del Grupo El Paso, las tauromaquias de Picasso y Miquel Barceló, el ‘Cántico del Sol’ de Miró, las aguatintas de Mary Cassatt, el ‘Au soleil du plafond’, de Juan Gris, o los grabados de Piranesi.

Tampoco ha descuidado en más de tres décadas su compromiso con iniciativas impulsadas por ONGs como Cirugía Solidaria, la Fundación Chinguetti o Unicef, y algunas de sus exposiciones, como ‘Los días de la jámila’, de Manolo Belzunce y Ángel Haro, tuvieron un destino benéfico y hasta sirvieron para comprar una ambulancia.

Con la mirada en el futuro, la próxima muestra que se expondrá este mes de diciembre en La Aurora reunirá, bajo el título ‘Diamantes en la basura’, cientos de piezas del ceramista Pepe Inglés, arropadas por las obras que el taller al aire libre del artista, ubicado en La Palma, ha inspirado en el artista cartagenero Ángel Mateo Charris. Y por soñar, y eso que Serrano es de los realistas forjados en listas de pros y contras, no descarta organizar una muestra que acerque a Murcia a dos de las grandes figuras del arte del grabado: Durero y Rembrandt.

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