Hay ciclistas que dejan una marca en la carretera y otros que dejan una marca en la gente.
Esteban Chaves pertenece, sin duda, a la segunda categoría.
Tras 16 años pedaleando en la élite, el colombiano ha decidido cerrar su capítulo como profesional. Lo anunció EF Education-EasyPost, pero la noticia no sonó a despedida triste, sino a un cambio de estación: una transición natural, como cuando el amanecer se abre paso sin estridencias.
A los 35 años, Chaves habla con una serenidad que solo otorga la vida bien vivida. “La decisión es la correcta”, dice, consciente de que el futuro lo espera con brazos nuevos: el de la paternidad, el de la calma, el de volver a ser simplemente Esteban, sin dorsal, sin pinganillo, sin presión.
Solo él: hijo, hermano, esposo, padre. Humano.
Porque detrás del ciclista de sonrisa eterna siempre hubo un soñador.
Un tipo que buscaba ser ejemplo, vivir en paz, respirar naturaleza, seguir aprendiendo.
Y quizá por eso conectó tanto con la afición mundial: porque su luz era honesta.
En la memoria colectiva queda su brillo en la década de oro del ciclismo colombiano, junto a Quintana, Urán, Bernal o Gaviria.
Pero también queda su gesta monumental: el triunfo en Il Lombardia 2016, la primera —y aún única— victoria colombiana en un Monumento.
Aquella tarde no solo ganó Chaves; ganó todo un país.
Su carrera fue un catálogo de valentía: Tour de l’Avenir en 2011, podios en Giro y Vuelta en 2016, tres etapas en el Giro, dos en la Vuelta, triunfos en Emilia, Suiza, Catalunya…
Pero más allá de los números está la épica de su regreso.
En 2013, un accidente casi lo aparta para siempre del ciclismo.
Sin embargo, Chavito volvió, reconstruido a base de dolor y determinación. Y lo hizo para tocar el cielo.
Años después, en 2018, otro golpe invisible: infecciones, alergias, meses de incertidumbre. Se desvaneció su forma física, pero no su espíritu.
Regresó en 2019, una vez más, fiel a sí mismo.
Hoy, un documental de diez minutos repasa su viaje desde Bogotá hasta la élite mundial.
Lo muestra en Andorra, junto a Camila y la pequeña Lucía, en paz, agradecido, entero.
Su última carrera fue la Vuelta a España.
Su legado, en cambio, seguirá corriendo por mucho tiempo.
Esteban no se retira: simplemente cambia de montaña y seguirá buscando las mejores tortillas del mundo.

